Durante los meses de otoño e invierno, los profesionales de la salud observamos un aumento significativo de consultas por síntomas respiratorios, tales como congestión nasal, estornudos, tos y dificultad para respirar, que suelen atribuirse con frecuencia a infecciones virales estacionales. Sin embargo, en muchos pacientes, especialmente aquellos con antecedentes atópicos, estos síntomas pueden deberse a enfermedades alérgicas respiratorias, exacerbadas por factores ambientales típicos de esta época del año.
Factores tales como la disminución de la ventilación, el pasar mayor tiempo en interiores, y el uso de elementos guardados, como ropa de invierno, mantas, alfombras, estufas y peluches, contribuyen a una mayor exposición a los alérgenos domésticos.
Ambientes cerrados, húmedos y calefaccionados también pueden favorecer la acumulación de polvo, ácaros y hongos ambientales. Esta combinación constituye un escenario propicio para desencadenar y exacerbar enfermedades respiratorias alérgicas, como la rinitis y el asma.
Los ácaros del polvo doméstico representan una de las principales causas de rinitis alérgica y asma persistente. Se desarrollan con facilidad en ambientes cálidos y húmedos, y proliferan en colchones, almohadas, tapizados y objetos textiles almacenados.
Por otro lado, los hongos ambientales como Alternaria, Cladosporium e incluso Aspergillus, pueden actuar como desencadenantes respiratorios, especialmente en espacios con humedad y mala ventilación. Estos alérgenos suelen estar subdiagnosticados y su exposición crónica puede pasar desapercibida durante semanas, meses o incluso años.
Los síntomas alérgicos respiratorios pueden confundirse fácilmente con cuadros virales: congestión nasal persistente, rinorrea acuosa, tos, estornudos frecuentes, prurito nasal y ocular, faringitis, y en algunos casos, empeoramiento del asma bronquial. Una característica clave es la recurrencia estacional y la falta de respuesta sostenida a tratamientos sintomáticos inespecíficos.
La evaluación alergológica y la historia clínica detallada permiten diferenciar estos cuadros, evitando el uso innecesario de antibióticos, descongestivos y antitusivos, optimizando el manejo de la patología.
El control ambiental sigue siendo una herramienta fundamental en el manejo de las alergias respiratorias. A continuación, se desarrollan medidas concretas con su justificación clínica, junto con sugerencias sobre cómo comunicarlas al paciente:
• Ventilar los ambientes: permite disminuir la concentración de alérgenos y contaminantes. Se recomienda abrir las ventanas al menos una vez al día, durante 10 a 15 minutos, asegurando una correcta circulación de aire.
• Evitar estufas a combustión: este tipo de calefacción puede liberar contaminantes, como monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno y otras partículas que agravan los síntomas respiratorios. Se recomienda utilizar calefactores eléctricos o splits, manteniendo siempre ventilación cruzada.
• Lavar textiles almacenados con agua caliente: los ácaros del polvo mueren a temperaturas superiores a 55 °C. Lavar mantas, sábanas y peluches ayuda a reducir su presencia antes de volver a usarlos.
• Reducir la acumulación de polvo: implica limpiar con frecuencia superficies, estanterías y textiles. Se recomienda el uso de paños húmedos, en lugar de plumeros, y aspiradoras con filtro HEPA cuando sea posible.
La educación médica, bien comunicada, es un acto de cuidado que puede aliviar síntomas, prevenir complicaciones y mejorar la calidad de vida.
Reconocer el impacto de los alérgenos ambientales en invierno es clave para mejorar el diagnóstico diferencial de las enfermedades respiratorias. Un abordaje clínico adecuado, apoyado en la evidencia médica y centrado en la prevención, nos permite mejorar la calidad de vida de niños, adolescentes y adultos con enfermedades alérgicas respiratorias persistentes.
Desde la consulta diaria tenemos la oportunidad de acompañar y orientar a nuestros pacientes con herramientas eficaces y fundamentadas en guías internacionales. Medidas simples, accesibles y basadas en la evidencia pueden transformar la calidad de vida de quienes conviven con alergias respiratorias, recordándonos que un buen diagnóstico es también un acto de cuidado.
* Amelia Zarauza es médica pediatra (UBA), alergóloga e inmunóloga clínica. Especialista en Salud y Ambiente. Subdirectora de la Carrera de Médico Especialista en Alergia e Inmunología – UBA. Responsable del Área de Alergia a Fármacos del Hospital Argerich. Docente universitaria en la UNLaM. Realiza práctica asistencial en pediatría y también es instructora en mindfulness para profesionales de la salud y comunidades educativas.
Referencias bibliográficas
1. Global Initiative for Asthma (GINA). Global Strategy for Asthma Management and Prevention, 2024. Disponible en: https://ginasthma.org/
2. Bousquet J, Khaltaev N, Cruz AA, et al. Allergic Rhinitis and its Impact on Asthma (ARIA) 2008 update. Allergy. 2008;63(Suppl 86):8-160. Disponible en: https://www.euforea.eu/aria/
3. European Academy of Allergy and Clinical Immunology (EAACI). Guías clínicas y recursos. Disponible en: https://www.eaaci.org/