Cuando las variables críticas se entrelazan, las situaciones suelen explotar. Y este año ocurrió. En apenas 23 semanas epidemiológicas —hasta la primera de junio— en Ecuador se han confirmado 771 casos de leptospirosis, que superan ampliamente los 595 acumulados en todo 2024, según reportes del Ministerio de Salud Pública. Y al comparar períodos equivalentes, el aumento es aún más notorio: en las primeras 23 semanas de 2024 se habían notificado 254; ello implica que se triplicaron en 2025, año que se ubica como el más crítico desde 2020. De las 24 provincias del país, 21 han reportado casos en estos seis meses.
Qué es la leptosirosis |
Es una infección causada por bacterias del género Leptospira, de las que circulan en Ecuador más de 300 serovariedades capaces de infectar a humanos y animales. Los principales reservorios son roedores (ratas y ratones), aunque también pueden hospedar la bacteria animales domésticos como perros, gatos y cerdos, y especies silvestres. El contagio se produce al contactar con agua, vegetación o suelos contaminados con orina de animales infectados, condiciones que se agravan en contextos de inundaciones, humedad persistente y deficiente saneamiento ambiental. Condiciones necesarias, pero no suficientes. Otros factores que inciden son la acumulación de residuos sólidos; la falta de campañas preventivas sostenidas y la persistente exposición a fuentes de agua contaminadas, especialmente en zonas rurales o periurbanas.
El período de incubación oscila entre los 2 y los 30 días, con una media de 10 días, y –según un la OMS- puede presentar una amplia variedad de manifestaciones clínicas: desde un cuadro gripal leve hasta una enfermedad grave y a veces mortal. También puede simular otras enfermedades, como dengue, fiebre tifoidea y hepatitis vírica. Entre los síntomas frecuentes se encuentran: fiebre y escalofríos, dolor muscular y de cabeza, náuseas, vómitos y diarrea, y también ictericia. Suele haber tos seca en la fase inicial. Las formas graves pueden evolucionar hacia fallo renal, hepatitis, hemorragias pulmonares o meningitis, y resultar letal. Se trata con antibióticos que actúan contra bacterias gramnegativas.
El reporte del Ministerio resalta que la leptospirosis es una enfermedad de notificación obligatoria, dada su capacidad de generar brotes epidémicos, especialmente tras temporadas de lluvias intensas. Cosa que ha ocurrido: los primeros cinco meses del año han sido durísismos. Solo hasta el 25 de abril, informaba la agencia ecuatoriana GK.city, sobre la base de datos de la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos (SNGR), las intensas lluvias habían causado 3.069 desastres naturales, como consecuencia directa de las cuales murieron 48 personas. Otras 42.724 resultaron damnificadas, y de esas, 769 perdieron sus casas o no pueden regresar a ellas por deslizamientos de tierra, inundaciones, aluviones, hundimientos y granizadas. Las provincias más afectadas fueron Manabí (92.845 personas); Los Ríos (48.768) y Guayás (43.073). También reconoce el Ministerio que las lluvias favorecen la proliferación de ratas.
No es casualidad, entonces, que Guayás y Manabí hayan sido las provincias donde más casos de leptospirosis se han producido; lo que sucede es que comparten condiciones ambientales, sociales y estructurales que aumentan significativamente la vulnerabilidad frente a brotes de esta enfermedad: ambas tienen amplias planicies costeras propensas a anegamiento, lo que hace que se mezclen aguas residuales y aguas superficiales, y así se disemina la orina contaminada de animales infectados, facilitando el contagio. Por otra parte, en ambas ciudades hay barrios informales en zonas bajas, sin infraestructura adecuada para el drenaje o el control de residuos, lo que favorece la proliferación de vectores como ratas y roedores. Y en varios cantones de ambas provincias es bajo el acceso a agua potable segura y a sistemas de alcantarillado, y la recolección de basura es irregular o deficiente, lo que genera microambientes que sirven como criaderos de plagas. La cuestión laboral también influye: son comunes el trabajo agrícola, la pesca artesanal y la recolección de productos naturales, de modo que muchas personas, especialmente varones jóvenes -un grupo con alta incidencia en los registros epidemiológicos- están expuestas a aguas estancadas, suelos húmedos o ríos contaminados. Y la costumbre es que esas tareas se hagan sin calzado, lo que expone directamente la piel a la contaminación.
El crecimiento de los casos se ha frenado un poco, pero las alarmas están disparadas: aunque hay esfuerzos del Ministerio de Salud, en algunos municipios de estas provincias la respuesta es lenta o insuficiente, especialmente en el primer nivel de atención. Y si se tiene en cuenta que, por más que muchos insistan en negarlo, el cambio climático es una realidad cada vez más implacable, hacen falta no solo respuesta eficientes ya, sino –y sobre todo– planificación estratégica.
No se puede hacer adivinación, claro, pero es probable que si el brote se hubiera manejado con un enfoque One Health (Una Salud), los resultados hubieran sido notoriamente más efectivos y sostenibles, con vigilancia integrada entre salud humana, animal y ambiental, incluyendo control de reservorios como roedores y monitoreo en agua y suelos. Ecuador, como Estado, habría estado mejor preparado para lograr coordinación interinstitucional (salud, ambiente y agricultura) para desratización, adecuación de drenajes, saneamiento comunitario y campañas de prevención ocupacional; y se habrían previsto equipos de protección y educación sanitaria permanentes. ¿Servirá de aprendizaje?