¿Cuánto de bioingeniería y cuánto de relación asistencial?

El futuro de la formación integral del médico

Hay que reflexionar sobre los cambios necesarios en los currículos de grado y posgrado de medicina: un replanteamiento a fondo sobre qué enseñar a los médicos clínicos de hoy y mañana.

Noticias médicas

/ Publicado el 5 de julio de 2008


Jorge L. Tizón
Neuropsiquiatra del Institut Catalá de la Salut. Director del Equipo de Atención Precoz a los Pacientes en Riesgo de Psicosis (EAPPP).

Referentes docentes

Barcelona acogió los días 8 y 9 de febrero las I Jornadas Estatales de Estudio y Debate sobre el Futuro de la Formación Integral del Médico, un encuentro que tuvo entre sus objetivos profundizar en la realidad de la formación de los profesionales en los países desarrollados y reflexionar sobre sus diferentes modelos, teorías y herramientas metodológicas.

Estas jornadas fueron organizadas por el Institut d’Estudis de la Salut del Departament de Salut de Catalunya, la Fundació Congrés Catalá de Salut Mental, el Equip de Prevenció en Salut Mental-EAPPP del ICS, la CAMFIC, el Plan Director de Salud Mental y Adicciones, la Fundación Cosmo-Caixa y el Colegio de Médicos de Barcelona. www.fccsm.org

El pasado mes de febrero se celebraron en Barcelona las I Jornadas sobre el Futuro de la Formación Integral del Médico: ¿bioingeniería o medicina?, que ya fueron anunciadas y glosadas en esta revista (JANO 1.678). Este encuentro se había puesto en marcha ante la inquietud de algunos profesionales, tanto de Cataluña como de otras comunidades y de numerosos países desarrollados, respecto al futuro de la formación del médico y acerca de qué aspectos predominarán en ella. Allí se dieron cita más de 160 profesionales: un tercio de ellos, aproximadamente, eran expertos; otro tercio, personas con experiencia en el campo de la docencia o asistencia integral; y el tercio restante, profesionales deseosos de formarse e iniciarse en estos ámbitos.

Tanto las discusiones que siguieron a las mesas redondas de expertos como los grupos de trabajo realizados a continuación resaltaron una serie de temas que vale la pena retomar aquí, además de ser presentados a las autoridades administrativas y universitarias. Las propias jornadas eran el reflejo organizativo de una serie de inquietudes de esos grupos de profesionales, compartidas y, en algún caso, abanderadas, por profesionales que han ocupado puestos directivos en el Institut d’Estudis de la Salut de Catalunya, así como por autoridades administrativas y políticas. En realidad, no se trataba sino de poner hilo a la aguja e iniciar una reflexión que más tempranoque tarde ha de plasmarse en cambios en los currículos de grado y posgrado de medicina: una reflexión y un replanteamiento a fondo sobre qué enseñar a los médicos clínicos de hoy y mañana.

Dentro de ese desarrollo es indudable que actualmente se necesita enseñar y ayudar a manejar una serie de conocimientos y técnicas biomédicas cada vez más amplias, específicas e importantes que han sufrido un gran desarrollo a lo largo del último medio siglo. Pero en la medida en la cual el tiempo dedicado a la formación es limitado y ya la carrera y la especialización han adquirido una duración posiblemente excesiva, habrá que escoger qué aspectos de esas biotecnologías deberán incorporar todos los médicos clínicos durante su formación y cuáles es mejor dejar para especializaciones de posgrado o en las carreras específicas de los investigadores o profesores de universidad a tiempo completo.

No sólo competencias biotecnológicas

Entre otras cosas, porque lo que valora la población, al menos según los estudios empíricos que hoy poseemos, es, ante todo, la actitud integral, “humana”, del médico (“que mi médico me sepa escuchar”) y no tan sólo sus competencias biotecnológicas. Pero, en la medida en la cual en los últimos años se han desarrollado enormemente éstas, así como un derivado ideológico inadecuado que a menudo las acompaña, el biologismo, el resultado es que los esfuerzos, tiempos y créditos dedicados a la formación en aproximaciones y tecnologías psicosociales (entrevista, comunicación, exploración psicopatológica y psicosocial, técnicas de motivación, técnicas psicoterapéuticas propias de la medicina clínica, etc.) han sufrido una merma considerable. En algunos casos, la ampliación de las primeras se ha hecho directamente a costa de los tiempos, preparación e incluso plazas docentes dedicados a las segundas.

En ese sentido, el grupo de trabajo centrado en las necesidades formativas actuales y futuras alcanzó una serie de acuerdos fundamentales, que aquí podríamos esquematizar en:

1. Los objetivos de la formación pregraduada deberían centrarse en la consecución de un profesional médico básico, competencialmente preparado para iniciar un período de formación especializada.

2. El perfil de este médico básico debería fundamentarse en una orientación hacia una atención a la salud integral e integrada, una perspectiva biopsicosocial de los procesos de atención y una atención centrada en las necesidades y expectativas de los pacientes, así como en las necesidades y problemas de salud de mayor relevancia en cada entorno.

3. El proceso enseñanza-aprendizaje pregraduado debería asumir las siguientes características: formación teórica y práctica equilibrada, integración de los contenidos básicos y clínicos, tutorización activa y continuada del alumno, formación en el seno de grupos pequeños, contacto precoz con la organización e instituciones asistenciales, espacios de formación común interprofesionales, inmersión tanto en los paradigmas de lo biomédico como en los de la atención personal, etc. Todo ello con la base de una estructura troncal inicial seguida de distintas líneas de formación diferenciadas.

4. Los contenidos de la formación pregraduada deberían incluir urgentemente un aumento de la dedicación a aspectos tales como la comunicación y la relación asistencial (capacidad de observación, reflexiva y de autoconocimiento), la atención primaria de salud, la promoción de la salud y prevención de la enfermedad, la bioética, la antropología y la sociología, así como una información menos sesgada sobre las llamadas medicinas complementarias.

5. La evaluación de la formación pregraduada debería garantizar, a través de distintos instrumentos y métodos, la suficiencia competencial en términos de conocimientos, habilidades y actitudes del médico básico. Resulta de particular importancia la introducción de métodos de evaluación que potencien la bidireccionalidad, la detección de necesidades de aprendizaje y la participación de los compañeros, los tutores y los grupos docentes en las tareas de evaluación.

6. Las recomendaciones del Espacio Europeo de Educación Superior, los denominados “acuerdos de Bolonia”, conforman una oportunidad para el cambio conceptual, de orientación, organización, metodológico, de contenidos y evaluación de los currículos formativos.

Formación posgraduada y continuada

En cuanto a la formación posgraduada, la mayor parte de los asistentes apoyaba abiertamente el sistema MIR, pero, al mismo tiempo, proponía importantes reformas, por ejemplo, las orientadas a lograr una estructuración troncal de la formación, imprescindible para conseguir la transversalidad competencial de los médicos y para facilitar una elección posterior más fundamentada de la especialidad. Todo el proceso debería contar con una evaluación continuada a lo largo de la formación, realizada con perspectivas y bases múltiples que incluyeran, por supuesto, la evaluación a cargo de tutores y la evaluación por pares y no tan sólo una prueba o examen al final de la formación.

Con respecto a la formación continuada, los asistentes concluyeron que se tiene que situar conceptual y operativamente en el contexto más amplio del Desarrollo Profesional Continuo Individualizado (DPCi), y que esos procesos deben realizarse con mecanismos de garantía de calidad: sólo de esa forma, además de mejorar la formación de nuestros profesionales, se puede contribuir desde la docencia a combatir el “desgaste profesional” o burn-out.

La mesa redonda centrada en el estudio de los modelos y teorías actuales para la formación médica se orientó a proporcionar ejemplos de estudios empíricos sobre modelos alternativos: tanto para demostrar su viabilidad e interés como para mostrar la posibilidad de realizar entre nosotros dichos planes con modelos alternativos, así como los estudios de investigación empírica sobre los mismos. Para ello se revisaron numerosos estudios realizados tanto en las experiencias Balint como en la Escuela de Medicina de Rochester y de otros equipos internacionales.

Técnicas para mejorar las capacidades asistenciales

Inicialmente, el encuentro se había puesto en marcha con el objetivo de reflexionar sobre un sistema concreto de formación integradora de los clínicos asistenciales, los grupos Balint y similares; también para revisar su desarrollo e implantación, tanto en España como en otros países. Recordemos que estos grupos y otros similares toman ese nombre del psicoanalista británico Michael Balint, que ya desde mediados del siglo XX comenzó a practicarlos en el Reino Unido. Hoy podemos describirlos como grupos de reflexión en los cuales los médicos participantes, ayudados por un psicoanalista experto en grupos, reflexionan en común sobre sus dificultades de relación con un paciente o un determinado tipo de pacientes con el fin de mejorar y ampliar sus capacidades para la relación asistencial.

Durante las jornadas tuvieron lugar una mesa redonda y dos grupos de trabajo sobre el tema: uno en forma de taller de sensibilización sobre grupos Balint y otro como grupo de trabajo sobre las experiencias de este tipo que se han dado en la Península Ibérica en los últimos decenios. En ambos casos, personas que conocían directamente el tema por prácticas docentes, clínicas o de investigación se reafirmaron en el valor tanto docente como de “ayuda psicológica a los clínicos” que estos grupos, cuando son bien llevados, pueden jugar para con las inquietudes y problemas cotidianos y de formación psicosocial de los médicos clínicos.

Sin embargo, a lo largo de este encuentro, y en particular en las mesas redondas y en los dos grupos de trabajo dedicados al tema, se pudo reflexionar sobre la amplia variedad de técnicas que, además de los grupos Balint y similares, podrían utilizarse con el fin de mejorar las capacidades asistenciales, comunicacionales y de relación de los profesionales clínicos modernos. Muchas de ellas, además, vienen avaladas por amplios estudios empíricos de efectividad, eficacia y eficiencia, aunque sigan sin utilizarse de forma relevante en nuestros medios. A alguna de esas posibilidades formativas hemos hecho alusión en trabajos anteriores (JANO 1.678 y 1.679), y seguiremos refiriéndonos a ellas en su próximo número.

“El perfil de este médico básico debería fundamentarse en una orientación hacia una atención a la salud integral e integrada, una perspectiva biopsicosocial de los procesos de atención y una atención centrada en las necesidades y expectativas de los pacientes”.