Valeria Román
Las empresas no siempre están dispuestas a la innovación en medicina. Según Julio Palmaz, el inventor del stent que se utiliza para abrir las arterias coronarias, el desarrollo hacia tecnologías más amigables para el organismo humano "está un poco estancado".
El especialista, que nació en la Argentina pero vive en los Estados Unidos, fue expositor la semana pasada en el XIII Congreso de la Sociedad Latinoamericana de Cardiología Intervencionista (SOLACI'07). En su discurso, alertó sobre los frenos que encontró el avance del uso de los "stents".
El 4 agosto de 2004 Clarín había publicado una entrevista en la que Palmaz anunciaba que pronto los médicos estarían colocando stents acoplados con circuitos electrónicos pequeñísimos, que permitirían controlar mejor el estado de las arterias y prevenir las complicaciones de las enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, aún ese logro no se produjo.
"Ocurrieron varias situaciones negativas", explicó Palmaz en una nueva entrevista con Clarín. "Las empresas que se dedican al desarrollo de tecnologías médicas no han invertido en investigación. "Sólo se manejan con políticas a corto plazo. No quieren asumir los riesgos de la investigación y la innovación", señaló.
Además, según el médico, la autoridad sanitaria de los Estados Unidos (la FDA, según la sigla en inglés) "se puso más estricta con las reglas de aprobación de los nuevos desarrollos. Exige más pruebas de eficiencia y seguridad. Esto hizo que los gastos de investigación para las empresas aumenten. Entonces, como las empresas buscan ganancias, deciden invertir menos en investigación".
Palmaz es hoy consultor de la Universidad de San Antonio, Texas, en los Estados Unidos. Nació en La Plata en 1945. Se graduó en 1971 en la Universidad Nacional de La Plata. En 1976 se fue a trabajar a Estados Unidos. Tras el desarrollo del stent, patentó otros 16 nuevos productos aplicados a la cardiología. Lleva publicados más de 26 libros y capítulos de textos de la especialidad, y es integrante del Comité editorial de numerosas revistas especializadas.
El stent, que fue patentado por Palmaz en 1985, pasó a ser uno de los tratamientos habituales antes del bypass. Actualmente, sólo el 30% de las obstrucciones coronarias requieren de una operación de by pass: el resto se soluciona con angioplastia con stent.
Puede usarse tanto en obstrucciones coronarias como en otras arterias del cuerpo: cerebrales, periféricas y viscerales. "Hubo una primera etapa, que llamo mecánica por la cual el stent se hizo masivo. Hay muchísimos modelos", comentó.
Después surgió el stent liberador de fármacos, por el cual el dispositivo se recubre con un medicamento que ayuda posteriormente a impedir que las arterias se vuelvan a cerrar y se deja permanentemente. "Yo creo que el stent liberador de droga fue un paso al costado. Porque la droga suprime la respuesta de cicatrización y produce como efecto colateral las trombosis demoradas en las arterias coronarias", opinó.
Sostuvo que "hace falta que se invierta en la fase de la biocompatibilidad. Por medio de la nanotecnología, se pueden desarrollar superficies homogéneas y no contaminadas para que los stents sirvan realmente a todos los pacientes que los necesitan".
El uso del stent todavía fracasa entre el 20 y el 25 por ciento de los pacientes. "No se sabe bien el por qué de esos fracasos. Pero no tengo dudas de que hay que pensar a nivel molecular si queremos que los stents funcionen siempre".