Todo tiene una historia; y una prehistoria, también. El 5 de junio de 1981 se reportaron cinco casos de una "rara neumonía" en varones homosexuales; rápidamente los medios de comunicación acuñaron la expresión "peste rosa". En ese momento, Pedro Cahn ya era infectólogo, y desde 1979 trabajaba en el Hospital Fernández, de Buenos Aires. El panorama era duro, pero los avances fueron bastante rápidos, si se tiene en cuenta el estado de la ciencia y de la tecnología médica en ese tiempo: ya en 1982 los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU. (CDC) reconocen oficialmente que el sida (en ese momento todos los casos eran de sida) podía afectar a todos: varones y mujeres, heterosexuales o no, y que la transmisión se producía (y sigue haciéndolo) por vía sexual, sanguínea y perinatal.
El virus específico se identificó en 1983, y las primeras pruebas de diagnóstico estuvieron comercialmente disponibles en 1985. Sin embargo, no había todavía mucho por hacer: solo se podía controlar infecciones oportunistas y la sobrevida era muy limitada. Y eso no era todo: ese duro horizonte se agravaba por el estigma social, la discriminación, el miedo… y el silenciamiento.
Paremos un momento con la historia, porque esto no debe ser dicho de paso: estigma y discriminación siguen muy vigentes, más de 40 años después. "Y lo más grave es que nos falta conciencia de lo discriminadores que podemos ser. Todos tenemos dentro un ‘enano discriminador’”, me dijo Cahn hace unos años, cuando el mundo estaba tan sacudido por la pandemia de Covid-19, esa de la que sí todo el mundo estuvo dispuesto a hablar… Y cuento esta historia en primera persona porque cuando empecé a aprender lo que sé sobre VIH, y descubrí los graves efectos del "de eso no se habla", me comprometí a nunca dejar de hablar (o de escribir, en este caso) sobre VIH…
Ahora sigamos. Eran tan fuertes el estigma y el miedo, que muchas personas con sida que empezaron a llegar al hospital (a ese y a muchos otros) eran rechazadas incluso por los profesionales de la salud. Fue él, con un reducido grupo de colegas, quien se hizo cargo de ellas; brindaban la atención médica disponible, pero también contención, escucha y respeto. Fue un pionero, y no estaba dispuesto a bajar los brazos (spoiler alert: sigue no estando dispuesto, como veremos).
Por fin, y también rápido dentro de todo, llegó un primer tratamiento. "Dos años más tarde, en 1987, tuvimos una primera terapia que permitía controlar transitoriamente la infección (AZT); y que además fue clave para limitar la transmisión vertical (de madre a hijo)", agregó ese día, y describió ese logro como "la primera esperanza terapéutica".
Hito terapéutico argentino en la historia del VIH |
Hoy estamos celebrando otra buena noticia: hace pocos días, durante la 13 Conferencia en Ciencias del VIH (IAS), que tuvo lugar en Kigali (Ruanda), la Organización Mundial de la Salud comunicó una actualización de sus guías de tratamiento para el VIH, y esa actualización incluyó un avance terapéutico cuyos fundamentos están en una investigación que iniciaron y sostuvieron Pedro Cahn y el equipo de investigaciones de la Fundación Huésped, y que "permite reducir la terapia tradicional de tres fármacos a dos, simplificando el tratamiento, con menos efectos adversos, reducción de costos y más adherencia", dice la información oficial de Huésped.
El nuevo hito demoró lo suyo, pero eso tiene sus razones. "Esas guías internacionales se toman su tiempo, porque son las que se confeccionan con mucho cuidado pensando en los países más pobres, que dependen de la producción de genéricos", me explicó Cahn hace unos días, esta vez, especialmente para IntraMed, y retomó un poco la historia.
"Durante mucho tiempo solo tuvimos AZT. Recién en 1996 se logró lo que se conoce como ´triple terapia’, también llamada ‘terapia viral de alta eficacia’, que es una combinación de tres antirretrovirales de distintas clases; contar con esta posibilidad permitió, a lo largo del tiempo, bajar la mortalidad y reducir la trasmisión", contó. "El desarrollo de tratamientos cada vez más eficaces no se detuvo, pero un día se me ocurrió pensar: contando con antirretrovirales altamente eficaces: ¿por qué no dos drogas? Preguntátelo: si puedo meterle a mi cuerpo solo dos químicos y funciona, ¿no sería mejor?", agregó.
"Con el equipo de investigación de la Fundación nos planteamos hacer la prueba de combinar dolutegravir (un antirretroviral que bloquea la enzima integrasa, una de las que le permite al virus integrarse al ADN de las células humanas) con la lamivudina, también conocida como 3TC, que inhibe otra enzima clave del virus, llamada transcriptasa reversa", siguió el relato, y contó también que estudios anteriores de doble terapia, e incluso con un solo medicamento, habían fracasado. Eso les hizo pensar que podía ser imprescindible que se incluyera un inhibidor de la transcriptasa reversa. Así fue. "Y la lamivudina tenía varias ventajas: hace falta solo una dosis al día, no genera problemas de toxicidad, el costo es bajo... Eso en contraposición con una combinación de cuatro tabletas con más efectos adversos", añadió.
Lo hicieron. La primera prueba fue pequeña: un ensayo piloto que se conoce con el nombre PADDLE, del que participaron 20 personas sin tratamiento previo. Los resultados los presentaron en un póster en la 9.ª Conferencia de la Sociedad Internacional de Sida sobre Ciencia del VIH (IAS), en 2017, en París, y las conclusiones dicen lo siguiente: "En este estudio piloto, la terapia dual con dolutegravir (DTG) y lamivudina (3TC) demostró eficacia, seguridad, buena tolerancia y durabilidad durante 96 semanas de tratamiento. Esta estrategia está siendo evaluada en un ensayo más amplio, aleatorizado y doble ciego".
Así me lo contó él: "Salió muy bien; mostró 90 % de supresión viral a 48 y 96 semanas en el análisis por intención de tratamiento, y 95 % en el análisis por protocolo. Y sobre esa base el AIDS Clinical Trials Group (ACTG), en Estados Unidos, desarrolló un estudio clínico piloto de fase II, con 120 personas que vivían con VIH, y obtuvo resultados consistentes", y agregó que PADDLE y ACTG pusieron los cimientos científicos para llevar adelante los ensayos GEMINI, ya de fase 3, randomizados, multicéntricos y doble ciego. "Incluyeron a más de 1400 participantes, y demostraron que dos químicos son tan eficaces como tres, y con menos efectos adversos", agregó, y el orgullo por lo logrado se le colaba –con todo derecho- en la voz.
La frutilla del postre llegó hace unos días, durante la 13.ª Conferencia en Ciencias del VIH (IAS), que se llevó a cabo en Kigali (Ruanda), cuando en la sesión sobre "Novedades en las directrices de la OMS: avances en prevención, testeo y tratamiento para lograr impacto y sostenibilidad", conducida por Meg Doherty, directora del Departamento de VIH, Hepatitis e Infecciones de Transmisión Sexual de la OMS, la organización comunicó que se incorporaba la terapia doble como una opción recomendada para personas que ya tienen su carga viral indetectable.
"Este reconocimiento internacional al trabajo científico que realizamos en Fundación Huésped resalta la capacidad de producción de conocimiento para transformar las políticas de salud pública y garantizar el acceso universal a tratamientos eficaces", resaltó Cahn en las comunicaciones oficiales de Huésped. Pero yo quiero pensar, además, en todas esas personas que –como las de la década del 1980– siguen siendo protegidas, cuidadas, escuchadas y respetadas por Pedro Cahn y todos “sus sucesores” en Huésped y sus alrededores.