Introducción |
La insuficiencia cardíaca (IC) continúa siendo uno de los mayores desafíos de salud pública a nivel mundial. Se estima que más de 60 millones de personas conviven con esta enfermedad, que genera más de un millón de hospitalizaciones anuales en Europa y Estados Unidos. Aunque las guías clínicas enfatizan la importancia de individualizar el manejo según la gravedad, en la práctica diaria no existen criterios simples y validados que orienten sistemáticamente la estratificación del riesgo ni la frecuencia óptima del seguimiento.
Entre los marcadores pronósticos conocidos destacan el uso de diuréticos de asa —asociado con peor pronóstico incluso en ausencia de diagnóstico formal de IC— y las hospitalizaciones previas, que incrementan significativamente el riesgo de mortalidad. Estudios previos han reportado una mortalidad a un año cercana al 27 % en pacientes hospitalizados por IC, cifra que se mantiene elevada con el tiempo.
En este contexto, la posibilidad de aplicar una estratificación de riesgo basada únicamente en datos administrativos, como antecedentes de hospitalización o prescripción de medicamentos, permitiría organizar esquemas de seguimiento estandarizados y automatizados, sin necesidad de biomarcadores ni evaluaciones clínicas directas. Sin embargo, hasta ahora no se disponía de evidencia en condiciones reales que demostrara el impacto clínico de esta estrategia.
Durante el Congreso Europeo de Insuficiencia Cardíaca 2025, Guillaume Baudry y colaboradores presentaron los resultados de un estudio de cohorte nacional que evaluó el pronóstico y manejo de pacientes con IC en Francia, utilizando criterios simples de estratificación basados en el uso de diuréticos de asa y hospitalizaciones previas por IC. El objetivo fue identificar una frecuencia óptima de seguimiento cardiológico según el riesgo estimado.
Metodología |
La cohorte incluyó a todos los pacientes con diagnóstico de IC en los cinco años previos al 1 de enero de 2020, que permanecían vivos en esa fecha, totalizando 655 919 individuos. La mediana de edad fue de 80 años y el 48 % eran mujeres. Las comorbilidades más frecuentes fueron enfermedad coronaria (36 %), fibrilación auricular (34 %), diabetes (29 %) y enfermedades respiratorias crónicas (25 %), con una prevalencia creciente según la gravedad de la IC.
Los pacientes se clasificaron en cuatro grupos según antecedentes de hospitalización por IC (HIC) y uso de diuréticos de asa (DA):
1. HIC en el último año,
2. HIC entre 1 y 5 años previos,
3. Sin HIC pero con uso de DA,
4. Sin HIC ni uso de DA.
Durante el seguimiento se analizó la asociación entre estos grupos y la mortalidad por cualquier causa, así como la frecuencia de consultas cardiológicas.
La mortalidad a un año fue del 15,9 % en la población global, con diferencias significativas según el grupo de riesgo: 8 % en pacientes sin antecedentes de HIC ni uso de diuréticos, y 25 % en aquellos hospitalizados en el último año. En comparación con el grupo de menor riesgo, la mortalidad fue 1,61 veces mayor en quienes utilizaban diuréticos sin hospitalizaciones, 1,83 veces mayor en los hospitalizados entre 1 y 5 años atrás y 2,32 veces mayor en los hospitalizados recientemente (p<0,0001).
A pesar de estas diferencias, la frecuencia de seguimiento con cardiología fue similar en todos los grupos. De hecho, el 40 % de los pacientes no tuvo ninguna consulta cardiológica en 2020, incluso entre aquellos hospitalizados recientemente. Sin embargo, haber tenido al menos una consulta con cardiología el año anterior se asoció con una reducción absoluta de mortalidad de entre el 6 % y el 9 %, siendo mayor el beneficio en los grupos de mayor riesgo.
Además, se modeló la frecuencia óptima de consultas anuales según el riesgo basal: una consulta anual fue suficiente para pacientes sin diuréticos ni hospitalizaciones, mientras que se recomendaron dos a tres consultas en los grupos intermedios y hasta cuatro para quienes habían sido hospitalizados en el último año, logrando un equilibrio entre la reducción de mortalidad y el uso racional de recursos.
Discusión |
El estudio French-DataHF ofrece una visión integral y realista del manejo clínico de pacientes con IC, basado en datos del mundo real. Un hallazgo clave es la capacidad de identificar, mediante criterios simples y accesibles —hospitalización previa por IC y uso de diuréticos de asa— a los pacientes con mayor riesgo de eventos adversos. Este enfoque pragmático y automatizable facilita la detección rápida y precisa de quienes requieren atención más intensiva, sin evaluaciones complejas o costosas, aumentando su aplicabilidad en distintos entornos asistenciales, incluso en sistemas con recursos limitados.
La identificación temprana de pacientes de alto riesgo es crucial, ya que la IC es una enfermedad progresiva con alta morbimortalidad que se beneficia significativamente de un manejo especializado y multidisciplinario. El estudio revela una brecha importante en la atención: muchos pacientes, incluso los de peor pronóstico, no acceden a seguimiento con cardiólogos tras su diagnóstico o episodios de descompensación, lo que se asocia con peores resultados clínicos y mayor mortalidad a corto y mediano plazo. Esto subraya la necesidad de fortalecer los modelos de atención para asegurar continuidad y calidad óptimas.
También se evidencian desigualdades en el acceso a atención especializada, vinculadas a factores demográficos y socioeconómicos. Pacientes mayores, mujeres y personas en contextos desfavorecidos tienen menor probabilidad de seguimiento cardiológico, lo que representa un desafío adicional para los sistemas de salud y demanda políticas que garanticen acceso equitativo, independientemente de edad, sexo o condición socioeconómica.
El estudio sugiere que la implementación de sistemas automáticos de alerta basados en criterios clínicos simples podría mejorar la coordinación y continuidad del cuidado. Estos sistemas facilitarían la identificación inmediata de pacientes en riesgo durante hospitalizaciones o consultas ambulatorias, promoviendo derivaciones oportunas a unidades especializadas y evitando que pacientes vulnerables se “pierdan” en el seguimiento. La automatización optimiza recursos y mejora la calidad asistencial al priorizar la atención en quienes más la necesitan.
Finalmente, estos hallazgos tienen claras implicancias clínicas y prácticas. Reforzar la colaboración entre niveles asistenciales, promover el seguimiento sistemático y especializado, y utilizar herramientas tecnológicas para la estratificación de riesgo constituyen pilares para mejorar el pronóstico en IC. La adopción de estas estrategias puede reducir mortalidad, disminuir rehospitalizaciones y mejorar la calidad de vida, con un impacto relevante a nivel poblacional.
Limitaciones |
Se excluyó a pacientes fallecidos antes del 1 de enero de 2020, lo que podría subestimar la morbilidad y mortalidad. Tampoco se incluyeron pacientes con insuficiencia cardíaca que no habían sido hospitalizados recientemente o que tenían documentación administrativa diferente, lo que limita la representatividad de la cohorte. Los datos provienen de registros administrativos, por lo que carecen de parámetros clínicos esenciales como la fracción de eyección y biomarcadores pronósticos (filtración glomerular, péptidos natriuréticos). La información sobre dosis específicas de medicamentos para IC no estuvo disponible. Por tratarse de un estudio observacional, no puede establecer relaciones causales. Finalmente, la definición de hospitalización por IC se basó principalmente en diagnósticos principales para evitar sobrecategorizaciones, lo que podría afectar la precisión en algunos casos.
Conclusiones |
French-DataHF aporta una base sólida para mejorar los modelos de atención en insuficiencia cardíaca, con un enfoque práctico y realista. La identificación sencilla de pacientes de alto riesgo, la reducción de brechas en el acceso al seguimiento especializado y la implementación de sistemas automáticos de alerta constituyen oportunidades concretas para optimizar el manejo integral de esta patología tan prevalente y costosa en salud pública.