Introducción |
El consumo de carne supera las pautas dietéticas óptimas en varias regiones, y se relaciona con una gran carga de enfermedades no transmisibles; de hecho, se evidencia una asociación positiva entre la ingesta de carne roja y el riesgo de diabetes tipo 2 (DT2).
Algunos estudios concluyeron que la evidencia actual es débil y de baja certeza para guiar las recomendaciones para limitar el consumo de carne. Las asociaciones publicadas entre el consumo de carne y la incidencia de DT2 fueron heterogéneas, probablemente debido a variaciones en los métodos de investigación y la población y el desequilibrio geográfico.
En el presente estudio, se planteó la hipótesis de que la ingesta de carne roja no procesada y procesada se asocia con una mayor incidencia de DT2 y que el consumo de aves podría ser una alternativa más saludable. El objetivo fue abordar estas hipótesis estimando asociaciones entre el consumo de carne y la DT2 mediante un meta-análisis federal con datos armonizados de participantes individuales de diferentes poblaciones.
Métodos |
> Diseño del estudio y participantes. Este meta-análisis utilizó datos de 31 cohortes de diversos países que participaron del proyecto InterConnect, y que incluyeron participantes de ≥ 18 años con datos disponibles sobre consumo dietético y DT2.
> Consumo de carne y otros alimentos. La información dietética se recopiló mediante auto informe. La mayoría de las cohortes proporcionaron datos de exposición en g/día. Se determinaron tres variables de exposición principales calculando los niveles de consumo total de carnes rojas sin procesar (res, cerdo, cordero y ternera), carnes procesadas (tocino, jamón, salchichas) y aves (pollo, pavo, pato y ganso). Los niveles de consumo de otros alimentos se consideraron como covariables.
> Determinación de la incidencia de DT2. Para la definición primaria, se confirmó un caso de DT2 incidental si se cumplían uno o más de los siguientes criterios: (1) diagnóstico confirmado por un registro o historia clínica; (2) uso confirmado de medicación antidiabética; o (3) auto informe de diagnóstico médico o uso de medicación antidiabética, verificado por cualquiera de los siguientes: al menos una fuente adicional de (1) y (2); medición bioquímica (glucemia o HbA1c); o estudio de validación en el que se verificó la información subjetiva. Para la definición secundaria, que fue más inclusiva, se confirmó un caso de DT2 incidente si se cumplía alguno de los siguientes criterios: diagnóstico confirmado por un registro o historia clínica; uso confirmado de medicación antidiabética; auto informe del diagnóstico médico o uso de medicación antidiabética; o medición bioquímica (glucemia o HbA1c).
> Covariables. Se consideraron las siguientes covariables como posibles factores de confusión: características sociodemográficas (edad, sexo, etnia y nivel educativo), conductas de salud y estilo de vida (tabaquismo, consumo de alcohol y actividad física), información dietética (consumo de frutas, verduras, pescado, lácteos, legumbres, soja, frutos secos y semillas, huevos, cereales integrales, papas, fibra, bebidas azucaradas, café, té, grasas para cocinar e ingesta energética total), IMC, comorbilidades basales (hipertensión, dislipidemia, infarto de miocardio, ictus o cáncer) y antecedentes familiares de diabetes.
> Análisis estadístico. Se estimaron los índices de riesgo (HR) y los IC 95% para la asociación de cada tipo de carne con el riesgo de DT2. Se consideraron como porción estándar 100 g/día de carne roja no procesada, 50 g/día de carne procesada y 100 g/día de carne de ave. Se combinaron los efectos estimados de todas las cohortes y por región global mediante un meta-análisis de efectos aleatorios. Se realizaron varios análisis secundarios en cada cohorte y se agruparon los resultados. Además, se realizaron análisis de sustitución para probar si un tipo de carne podría ser una alternativa más saludable para reducir el riesgo de DT2.
Resultados |
Este meta-análisis federado incluyó datos de 31 cohortes que participaron en el proyecto InterConnect; 6 estaban compuestas únicamente por mujeres y 3 exclusivamente por hombres. Veintiuna cohortes reclutaron participantes de entre 40 y 60 años, 6 < 40 años y 4 ≥ 60 años.
La mediana de consumo de carne roja sin procesar osciló entre 0 a 110 g/día, de carne procesada entre 0 a 49 g/día, y de aves de corral entre 0 a 72 g/día. Las cohortes de la región europea informaron un mayor consumo de carne procesada, mientras que las cohortes de la región de las Américas informaron un mayor consumo de carne de ave.
Durante una mediana de seguimiento de 10 años, se identificaron 107.271 casos de DT2 según la definición primaria. El consumo de carne roja no procesada se asoció positivamente con la incidencia de DT2 en el modelo más ajustado. También se observaron asociaciones para el consumo de carne procesada y de carne de ave. Las asociaciones positivas entre el consumo de carne roja no procesada y procesada con la DT2 fueron significativas en la región de las Américas, la región europea, y la región del Pacífico occidental y Asia oriental. Estas asociaciones no fueron evidentes en la región del Mediterráneo oriental ni en el sur de Asia. La asociación positiva entre el consumo de aves y la incidencia de DT2 fue significativa en la región europea, pero no en otras regiones. Se halló heterogeneidad entre cohortes para todas las asociaciones entre el consumo de carne y la DT2. Esta heterogeneidad no se explicó por la edad, el sexo o el IMC. La asociación de consumo de carne roja no procesada con DT2 fue más débil en las cohortes europeas que en las estadounidenses. Se sugirió que estas asociaciones eran más fuertes en cohortes con un mayor número de casos de DT2.
Los resultados de los análisis primarios se fundamentaron con los análisis secundarios utilizando modelos de efectos fijos para el meta-análisis agrupado, que evaluó la definición secundaria de DT2, agregando cada uno de los criterios de exclusión adicionales. La asociación entre el consumo de aves y la incidencia de DT2 fue más débil cuando se utilizó un meta-análisis de efectos fijos por 100 g/día, ajustando los métodos de cocción o excluyendo a los no consumidores de carne.
La certeza de la evidencia se calificó como alta (≥8 puntos) para la carne roja no procesada y la carne procesada y moderada (7 puntos) para las aves. En el modelo más ajustado, se estimó que sustituir 50 g/día de carne procesada por 100 g/día de carne roja sin procesar reducía el riesgo de DT2 en un 7% promedio. Se obtuvo una estimación similar al sustituir 50 g/día de carne procesada por 100 g/día de ave. No se encontró evidencia que reemplazar la carne roja no procesada con aves se asociara con una reducción en la incidencia de DT2.
Discusión |
El proyecto InterConnect permitió una evaluación de las asociaciones entre el consumo de carne y la DT2 mediante un meta-análisis federado de participantes individuales, que incluyó más de 100.000 casos de DT2 que surgieron de 31 cohortes en 20 países.
Los hallazgos muestran que el consumo de carne roja sin procesar, carne procesada y aves se asoció con un mayor riesgo de DT2. Las asociaciones variaron entre las cohortes, pero no se halló ningún factor que explique significativamente esta heterogeneidad. La asociación entre el consumo de aves y la DT2 fue más débil que la de la carne roja, pero aun así mostró una tasa ligeramente mayor de DT2. Al reemplazar el consumo de carne procesada, tanto el consumo de carne roja sin procesar como el de aves se asoció con un menor riesgo de DT2.
Este estudio proporcionó evidencia sobre las asociaciones de la carne roja no procesada y procesada con la DT2, y los hallazgos se alinean con la evidencia disponible. Las diferencias en las estimaciones antes del ajuste por el IMC podrían reflejar un efecto de confusión específico de la población, que incluye la conciencia sobre la salud, la información errónea sobre la dieta y las características conductuales a largo plazo que determinan el IMC. En particular, el ajuste por el IMC inicial proporcionó una interpretación bajo la condición de equilibrio energético, aunque quizás con un ajuste excesivo. Este enfoque de resultados con y sin ajuste por IMC, cubre la posibilidad de que el IMC funcione como un posible factor de confusión o un posible mediador.
Este estudio mejoró la evidencia anterior sobre el consumo de carne de aves y la DT2 al incluir casi cuatro veces el número de casos incidentes y poblaciones de diversas regiones geográficas. Sin embargo, la evidencia de esta asociación positiva sigue siendo incierta, ya que fue heterogénea entre poblaciones y su fuerza fue sensible a los enfoques de modelización.
En este estudio, el riesgo de DT2 asociado con el consumo de carne roja se mantuvo constante entre los enfoques de efectos aleatorios y efectos fijos, pero la fuerza de la asociación difirió según el enfoque para el consumo de aves. Este resultado refuerza la solidez de los hallazgos sobre la carne roja, pero sugiere una posible asociación heterogénea entre el consumo de aves y el riesgo de DT2. A pesar de la menor certeza de esta asociación, se podría afirmar que el consumo de aves podría asociarse con una menor incidencia de DT2 que el consumo de carne procesada.
Los mecanismos subyacentes que vinculan el consumo de carne con el desarrollo de DT2 no están completamente establecidos. Ensayos controlados aleatorios investigaron el vínculo entre el consumo de carne y los marcadores de riesgo de DT2, como la HbA1c, la concentración de insulina post prandial y la resistencia a la insulina, pero sin resultados definitivos. Estos ensayos evaluaron los efectos a corto plazo del consumo de carne sobre los rasgos glucémicos, pero no los efectos a largo plazo sobre el riesgo de enfermedad.
Tecnologías como la metabolómica surgieron como herramientas complementarias en epidemiología nutricional, y la identificación de firmas metabolómicas para el consumo de carne ayudaría a mejorar la comprensión mecanicista de la asociación entre su consumo y el riesgo de enfermedades, agregando plausibilidad biológica a los hallazgos observados.
El consumo de carne podría afectar el riesgo de DT2 a través de diferentes mecanismos causales que empeoran la sensibilidad a la insulina, la función de las células β pancreáticas o ambas. Por ejemplo, la carne roja es rica en ácidos grasos saturados, pero baja en poliinsaturados, y un meta-análisis de ensayos a corto plazo mostró que cambiar de una dieta rica en ácidos grasos saturados a una rica en poliinsaturados se asoció con una mejor resistencia a la insulina. Además, la carne se caracteriza por su alto contenido de proteínas, y algunas investigaciones indicaron una posible asociación entre la ingesta elevada de proteínas animales y un mayor riesgo de DT2. Otro mecanismo potencial podría ser a través del N-óxido de trimetilamina, un metabolito dependiente de la microbiota intestinal generado durante la digestión de la colina y la l-carnitina, que abundan en la carne roja, aunque el mecanismo aún no se ha establecido. Nitratos o aditivos de nitritos y la formación de compuestos N-nitrosos durante el procesamiento de la carne se asocian con un mayor riesgo de DT2. Ensayos a pequeña escala indican que los productos finales de la glicación avanzada (generados al cocinar a altas temperaturas, como freír o asar) podrían contribuir al estrés oxidativo, la respuesta proinflamatoria y, posteriormente, a la resistencia a la insulina.
Una fortaleza de este estudio es que es el meta-análisis más grande en evaluar datos a nivel individual en poblaciones diversas. Sin embargo, se desconoce si estos hallazgos pueden generalizarse a África y Oriente Medio, que tienen las mayores prevalencias más de DT2. Las características potencialmente únicas del consumo de carne, la dieta general y los métodos de cocción en dichas regiones podrían ayudar a determinar estrategias de prevención y mejorar la comprensión de los mecanismos que vinculan el consumo de carne con el riesgo de DT2. Este estudio tuvo en cuenta una amplia gama de posibles factores de confusión y utilizó un enfoque federado que facilitó la armonización de los datos y la estandarización de los métodos de análisis, disminuyendo la heterogeneidad relacionada con los diferentes enfoques analíticos. No obstante, persistió un grado moderado de heterogeneidad en las asociaciones observadas que podría reflejar diferencias en el diseño del estudio, la validez de la evaluación del consumo de carne y la determinación de la diabetes, así como una verdadera variación en los efectos del consumo de carne debido a diferentes subtipos de productos cárnicos, métodos de cocción o respuestas fisiológicas entre poblaciones en diferentes regiones. Por lo tanto, siguen siendo cruciales más estudios que investiguen los efectos de la reducción del consumo de carne para optimizar la aplicación de la evidencia actual a la mejora de la salud pública.
Este estudio tiene varias limitaciones. Se intentaron armonizar las variables analíticas y los métodos de análisis, pero no se pudieron utilizar procedimientos de desarrollo de herramientas y métodos de recopilación de datos consistentes para el consumo dietético, los posibles factores de confusión y los resultados de la DT2. La falta de armonización podría haber contribuido a la heterogeneidad observada. Los hallazgos indican una pequeña asociación entre el consumo de carne y la incidencia de DT2, pero la verdadera magnitud de esta asociación podría haberse subestimado debido al uso de datos de exposición dietética de referencia en la mayoría de las cohortes, así como a la incapacidad para realizar cualquier corrección para grados potencialmente variables de error de medición en la evaluación dietética entre cohortes.
La naturaleza observacional de esta investigación plantea la posibilidad de que pueda existir confusión residual debido a factores no medidos o contabilizados, como a errores de medición de covariables. No se tuvieron en cuenta diferentes isómeros de ácidos grasos o sustancias químicas potencialmente dañinas, como productos finales de glicación avanzada, que pueden surgir de diferentes métodos de cocción y uso de grasas para cocinar. Además, no se pudieron considerar plenamente los posibles factores de confusión debidos a diversos factores socioculturales. La carne es una fuente de aporte energético. Podría producirse un ajuste impreciso de la homeostasis energética si la ingesta energética y el IMC se midieran de forma inexacta. Si el balance energético no fuera un mediador, las asociaciones observadas podrían reflejar el sesgo que se aleja del valor nulo debido al balance energético positivo del consumo de carne, así como a estilos de vida poco saludables asociados con el consumo de carne. Aunque se aumentó considerablemente la diversidad geográfica, todavía existe disponibilidad limitada de estudios de África, Medio Oriente, sur de Asia y América Central y del Sur, lo que refleja una importante brecha de investigación y resalta la necesidad de estudios prospectivos.
En conclusión, en este meta-análisis el mayor consumo de carne se asoció con una incidencia aumentada de DT2. Estos hallazgos respaldan la idea que reducir el consumo de carne roja no procesada y procesada podría beneficiar la salud pública al reducir la incidencia de diabetes.
Continúa la incertidumbre respecto a la asociación positiva entre el consumo de aves y la incidencia de DT2, que debe investigarse más. Este trabajo estimula una mayor investigación sobre patrones dietéticos sostenibles para reducir el consumo de carne y su efecto sobre otras enfermedades no transmisibles y su multi-morbilidad.
Traducción y resumen objetivo: Dra. María José Chiolo