El dolor es la principal causa de incapacidad y uso de servicios de salud alrededor del mundo (Lavielle et al., 2008), pero la comprensión de los factores que determinan las diferencias individuales de la sensibilidad ante el dolor, continúa siendo pobre. Se ha postulado que las dificultades en la regulación de emociones constituyen el mecanismo central subyacente a los trastornos del humor y la ansiedad.1 Un objetivo esencial de la investigación en el campo de la neurociencia afectiva es entender cómo y por qué sucede esto. En los países con alto desarrollo tecnológico, la investigación de tipo traslacional (IT) puede describirse como “la colaboración entre científicos y clínicos para identificar objetivos novedosos y desarrollar marcadores biológicos que incrementen la confianza en su fundamentación y, por lo tanto, ayuden a seleccionar los mecanismos que tienen mayor potencial de generar avances terapéuticos”.2
La ciencia básica de la psicología clínica mexicana ha sido mayormente, en los últimos años, la teoría psicodinámica con un poco de neuroquímica y biología. A diferencia de otras áreas de investigación de la salud, en la de psicología no se ha establecido la tradición de enlazar los hallazgos clínicos con los biológicos, para tratar con los desórdenes emocionales. Una aproximación cada vez más influyente ha sido derivar descubrimientos de los modelos elementales de las neurociencias –provenientes en mayor porcentaje de países con alto desarrollo científico– para describir cómo y cuándo los síntomas del dolor clínico se presentan a raíz de una disfunción en los mecanismos nucleares de modulación emocional y/o en los procesos superiores cognitivos. El estudio del impacto diferencial de los distintos tipos de estrategias de regulación emocional, según la experiencia, así como de la conducta y las dinámicas neurales, puede enriquecer la práctica clínica y la investigación.
Nuestro artículo pretende ofrecer un anteproyecto para el estudio del progreso en el campo del funcionamiento emocional y social de los pacientes con dolor crónico (DC), en el marco clínico de un país en desarrollo. Hemos adoptado un modelo para la IT que se concentra en la conducta social y la regulación emocional, que posiciona a los procesos bioconductuales como objetivos de la intervención en la cadena de la IT. La meta principal de este estudio es destilar un conjunto de constructos clave, provenientes de los crecientes datos de la neurociencia afectiva,3,4 que puedan usarse para generar preguntas, apoyar procedimientos clínicos actuales y reconstruirlos en relación con los mecanismos de los síntomas sobresalientes en desórdenes emocionales, por mencionar algunos.
Las respuestas adaptativas a cualquier nuevo reto requieren de la inhibición –un freno vagal en pleno funcionamiento– 5 de toda actividad en curso (emocional, cognitiva, conductual, etc.). Esta pausa es un requisito para permitir la transición de un estado emocional y la emergencia de otro distinto. El tono vagal ha sido hipotetizado como un correlato autonómico de la expresión emocional, de la reacción y de la autorregulación emotiva.7 Este tono se refleja al grado de que hay una influencia tónica vagal en el corazón, y puede medirse calculando la extensión de la variabilidad en la frecuencia cardiaca (VFC) que está sincronizada con la respiración. El decremento de la actividad vagal se refleja o coincide con la inspiración respiratoria y el incremento, con la expiración. Personas con un mayor tono vagal, muestran mayor VFC.
Debido a este apareamiento de la frecuencia cardiaca con la respiración, un índice de la actividad vagal comúnmente usado es la llamada arritmia del seno respiratorio (ASR). Aquellos individuos con tono vagal alto, o alta ASR, presentan un mayor control vagal del corazón. Esta diferencia individual, hipotéticamente, permite mayor habilidad para responder al entorno y una mayor modulación fisiológica posterior al estrés.6 Como el dolor incluye un componente afectivo-motivacional prominente (Melzack, 1999), las diferencias individuales en emocionalidad (la predisposición para presentar una respuesta afectiva/reactiva no regulada a las demandas ambientales) pueden ser relevantes para comprender la sensibilidad al dolor. Este estudio se enfocó en determinar si la VFC en la sensibilidad al dolor crónico en pacientes adultos presenta o no una conexión, basada en evidencia, con su estado emocional.
Método
Participantes:
Partimos de considerar al dolor como una emoción homeostática; y debido a la evidencia del nexo entre VFC con la emocionalidad, este estudio clínico buscó identificar diferencias individuales en la sensibilidad al dolor (estilo de afrontamiento) y en mediciones de la VFC en reposo y pre/post intervención psicológica (seis sesiones) (fecha inicial: 18 agosto 2008). Hipotetizamos que una mayor VFC, parasimpáticamente mediada en reposo, (un índice emergente de predisposición con respecto a la respuesta regulada versus respuesta reactiva afectiva –emocionalidad–) podría predecir una sensibilidad reducida en ambos grupos; el grupo con DC por cáncer, comparado con grupos sanos reportados en referencias seleccionadas (por ejemplo: Agelink, Malessa, Baumann, Majewski, Akila, Zeit & Ziegler, 2001).
Participaron 35 pacientes adultos con DC, quienes fueron estudiados en el servicio externo de la Clínica del Dolor en el Centro Médico Nacional “20 de Noviembre” del ISSSTE, en la Ciudad de México; distribuidos en dos grupos de acuerdo a su estilo reportado de afrontamiento dominante: adaptativo o no adaptativo. De todas las mediciones psicofisiológicas realizadas (temperatura periférica, EMG, frecuencia cardiaca, etc.) se seleccionó para el análisis el porcentaje de VFC del periodo de “Respuesta Natural de Relajación a Petición” del perfil psicofisiológico del estrés (PPE), en un periodo de dos minutos (en cuatro intervalos de 15 segundos cada uno), que refleja clínicamente el nivel de las habilidades de relajación de cada paciente con DC, con la finalidad de controlar/decrecer la actividad simpática (LF) e incrementar la actividad parasimpática (HF) en el espectro de poder.
Todos los datos se obtuvieron de un software de bajo costo llamado Freeze-Framer del Instituto Heart-Math. No hubo diferencias demográficas, psicológicas o psicofisiológicas significativas entre los grupos de pacientes que mostraron estilos de afrontamiento adaptativo o no adaptativo, en respuesta al dolor asociado con cáncer. El presente reporte se enfoca sólo en los resultados de la VFC de 15 pacientes (con estilos de afrontamiento adaptativo más bajo y con puntajes más altos en la misma categoría) y se comparan los datos pre/post tratamiento psicológico.
La información descriptiva de los participantes, categorizada de acuerdo al grupo de estilo de afrontamiento, se puede observar en las tablas. No hubo diferencias entre los grupos en variables demográficas en la línea base. Los participantes fueron reclutados mediante procedimientos médicos normales dentro del hospital. Adicionalmente, cada paciente recibió un cuestionario estandarizado de autorreporte, anexado a su historial médico (como hábitos de salud, historia familiar, historial de medicamentos, etc.).
Resultados:
Debido a que la investigación científica traslacional sobre las bases neurales de la regulación cognitivaemocional se inició hace pocos años, no es de sorprender que el trabajo en esta área apenas comience en pacientes con DC. Hasta hoy, el mayor porcentaje del trabajo se ha concentrado en las modalidades cognitivas de la regulación; no obstante, existe un estudio que se encarga directamente del equilibrio emocional en individuos con DC, que examinó la habilidad de controlar conductualmente la expresión afectiva, la cual se ha relacionado con la actividad prefrontal.7 Este estudio conductual reportó que individuos con DC podrían estar impedidos en su habilidad de regular el incremento, pero no la disminución, de la expresión conductual de sentimientos positivos; –una capacidad que podría predecir problemas en su salud mental a largo plazo–. Otros grupos clínicos, como personas depresivas, han presentado una aparente disfunción en la dinámica prefrontal-amígdala, asociada al éxito al utilizar estrategias cognitivas (Ochsner & Gross, 2008) para dominar las emociones.3,4 Queda pendiente, para futuros trabajos, determinar de qué manera las bases neurales de esas y otras formas de control permanecen intactas o resultan comprometidas en el DC y otros padecimientos.
Carmen, 40 años, cáncer de hueso nasal, IV etapa
Estilo de afrontamiento: "No importa que me corten
un ojo, un brazo y una pierna. Lo único que
necesito es mi corazón para amar a mis hijos, a
mi esposo y a Dios!
Clínica del Dolor, ISSSTE, Cd. de México (2008)
Conclusiones:
Una premisa conceptual y empírica que puede derivarse de estos datos es que el afecto negativo, resultado de factores primariamente situacionales o por predisposición, está asociado con mayor sensibilidad al dolor. Resulta que la tendencia a generar afecto negativo de una manera reactiva no regulada, aquí referida como emocionalidad, pudiera asociarse con una mayor sensibilidad al dolor. Fisiológicamente, la VFC es la medición de la interacción de influencias autonómicas, humorales e intrínsecas, con la frecuencia cardiaca. Evidencia reciente, y nuestra propia experiencia a lo largo de siete años,8 también sugiere que la VFC puede funcionar como un índice objetivo de la emocionalidad.9 De esta forma, lograr un estado de activación afectiva, depende de la activación autonómica.6
Investigación convergente sugiere sólidamente que la incomodidad del dolor, que deriva en respuestas conductuales homeostáticas, está influida por características del sistema afectivo. Pese a la alta correlación con datos de frecuencias bajas LF, de acuerdo a nuestras observaciones clínicas: las frecuencias altas HF no funcionaron para deducir alguna medida de sensibilidad al dolor. Cuando nos ubicamos en el contexto de una literatura científica en rápido crecimiento, nuestros descubrimientos clínicos, sobre la vinculación de VFC con la emocionalidad, podrían apoyar la noción de que el dolor es una emoción homeostática, influenciada por características globales del sistema afectivo. Cuando se conduce parasimpáticamente, la VFC es considerada un índice de la capacidad regulatoria afectiva. En la actualidad, la VFC puede asociarse sólidamente con dolor, bajo condiciones donde éste puede ser modulado a través de varias estrategias (ejemplo: diseño de ambientes con menor estrés, incremento de interacciones cara-cara, incremento de la percepción de control, distracciones, revaloración de un estímulo nocivo).
Puntualizamos varias limitaciones de nuestro estudio clínico: Primero, la muestra estuvo integrada por pacientes adultos con DC, altamente medicados, quienes demandaban alivio en un complejo hospitalario de un país en desarrollo; por lo tanto, estos hallazgos sólo pueden extenderse a otras poblaciones similares. Esto aplica particularmente, en lo general de los descubrimientos, a poblaciones más jóvenes; ya se encuentra documentado que la mayoría de las mediciones de VFC disminuyen con la edad (Agelink et al., 2001). Segundo, la medición del dolor en este estudio fue obtenida de la mano dominante, y es posible que la administración de dolor a la mano/oreja podría producir un patrón de resultados diferente.
Compartimos la visión de un futuro cercano de la psicología de la salud en México, en el que será posible predecir la probabilidad (riesgo) de un evento clínico durante el curso de la vida de un individuo, diagnosticar oportunamente el evento en su manifestación más temprana y tratarlo de acuerdo al diagnóstico. Creemos que esto puede convertirse en realidad, a través de la combinación del trabajo de médicos expertos, imaginería cerebral y tecnología fisiológica periférica (que en general hemos caracterizado como retroalimentación biológica) actualmente más disponible. La investigación traslacional efectiva requiere una aproximación multidisciplinaria en equipo. Existen claramente enormes obstáculos bioéticos, políticos y fiscales que necesitan ser considerados en la medida que progresamos para alcanzar este objetivo, y no sólo aquellos concernientes a la privacidad del paciente; también existen asuntos regulatorios de políticas sanitarias y de posesión de la propiedad intelectual.