Cáncer de mama y colon

Avanzan en el estudio de las casiopeínas para tratar cáncer

Son los primeros fármacos de base metálica en México

Lena Ruiz Azuara, profesora de la Facultad de Química, ha creado los primeros fármacos de base metálica desarrollados en México que en pruebas in vitro e in vivo han demostrado tener buena actividad anticancerígena en líneas tumorales de cáncer cervicouterino, colon, mama, sarcomas, leucemias y pulmón.

El hallazgo es importante porque de estas sustancias se podrían derivar más medicamentos para combatir neoplasias, cuya incidencia sigue siendo alta. Al año, se presentan nueve millones de nuevos casos en el mundo, y de cada cuatro personas, una puede padecer cáncer, destacó.

Estos compuestos, que ella ha llamado casiopeínas, tienen una base de cobre porque poseen un átomo de este metal y moléculas de tipo orgánico; por ello, dijo, se llaman de coordinación.

Las casiopeínas son activas y su toxicidad es aguda en el momento en el que se aplican. Quince días después de su empleo en animales, éstos recuperaron los niveles normales en químicas sanguíneas o biometrías, puntualizó. El cobre es un elemento que se adapta naturalmente en los organismos, y las dosis empleadas son bajas.

Asimismo, tienen baja toxicidad y no causan mutaciones. De hecho, agentes quimioterapéuticos las ocasionan e incluso pueden generar tipos de cáncer nuevos; sin embargo, el grado de mutagénesis de éstos es bajo, destacó.

Otra característica, afirmó, es que los compuestos desarrollados por los universitarios son más agresivos con células tumorales que con sanas. Además, el cobre es mucho más económico que el platino, lo que reducirá el costo final del medicamento. No obstante, aclaró, hasta que no se pasen las fases uno, dos y tres en humanos –que llevan de tres a cinco años– no puede decirse nada más.

La especialista recordó que el desarrollo de estos fármacos se planteó utilizando un metal que fuera afín al organismo, es decir, del grupo de los llamados esenciales como hierro, zinc, magnesio o manganeso, entre otros.

La innovación de este compuesto fue utilizar el cobre en lugar del platino, un elemento ajeno al cuerpo empleado en la actualidad en los medicamentos contra el cáncer, y que si bien es activo, también es tóxico y con efectos permanentes, añadió.

Lo novedoso radicó en introducir un metal esencial; se inició el trabajo con cobre porque, en términos de la estructura química, las moléculas eran las más parecidas a las del platino, recalcó.

La especialista comentó que ella diseñó los fármacos, luego se generaron las rutas de síntesis y cuando se les tuvo en frascos purificados y conociendo perfectamente la composición y la estructura, se abocaron a buscar quién los probara, lo que se hizo en la Facultad de Química con la colaboración del Instituto Nacional de Cancerología.

En esta etapa destacó la colaboración de la bióloga Isabel Gracia, a quien se pidió buscara la bibliografía referente a la evaluación de posibles moléculas activas, siguiendo los protocolos de las pruebas biológicas en el National Cancer Institute.

En todo este camino, subrayó, se patentaron los compuestos porque se veían promisorios, incluso en las fases preeliminares. Las evaluaciones se montaron en la Facultad de Química y se aplicaron en ratones. Simultáneamente, se firmó un convenio con Cancerología y se hicieron pruebas in vitro. De hecho, fueron los precursores en estos procesos. A la fecha, informó, se han sintetizado alrededor de cien compuestos de cobre y, con base en los experimentos, se procedió al desarrollo de los ensayos. Se han seleccionado ocho moléculas, de las que se tiene el estudio casi completo de dos, que están ya en posibilidades de pasar a la fase clínica uno, en seres humanos. No obstante, hay activos con efectos secundarios no idóneos para las personas.

La química mencionó que en el desarrollo de este proyecto se han acercado otros grupos de trabajo, a tal grado que en la propuesta que obtuvo el Premio Canifarma 2007 intervinieron múltiples autores.

En una investigación de esta envergadura la interdisciplina es una actividad obligada; por ello, en este proyecto, elegido entre más de 40 trabajos científicos de excelente calidad, participaron 43 investigadores y estudiantes de licenciatura y posgrado.

Por la UNAM intervinieron las facultades de Química, Medicina (Unidad PET-Ciclotrón), Medicina Veterinaria y Zootecnia y de Estudios Superiores Zaragoza, además de los institutos de Neurobiología e Investigaciones Biomédicas.

Por el sector salud, los institutos nacionales de Neurología y Neurocirugía; Cardiología, Cancerología, Pediatría, y Salud Pública. También lo hicieron la Universidad Autónoma Iztapalapa y el Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares.

Los colaboradores fueron María Isabel Gracia Mora, Mario Altamirano Lozano, Inés Fuentes Noriega, Carmen Mejía Vázquez, Cristina Trejo Solís, Héctor Sumano López, Fernando Constantino Casas, Sara Rodríguez Enríquez, Karla Carvajal Aguilera, Ernesto Rodríguez Aguilera, Rafael Moreno Esparza, Graciela Tapia Pérez, Vicente Madrid Marina, Érick Alexanderson Rosas, Ma. Josefa Bernad Bernad, y Matilde Breña Valle.

Como asociados figuraron Ma. Elena Bravo Gómez, Araceli Tovar Tovar, Lucía Macías Rosales, Mabel Tinoco Méndez, Marisol Rivera Huerta, Héctor Rico Morales, Jacqueline Sáenz Chuc, Celedonio Gómez Ruiz, el doctor Luis Ortiz Frade, Jorge Luna del Villar Velasco, Ma. Del Carmen García Rodríguez y Lucila Álvarez Barrera.

Asimismo, los alumnos de doctorado Francisco Carvallo Chaigneau, Radamés Alemón Medina, Francisco Sánchez Bartéz, Roberto Carlos Cañas Alonso y Guadalupe Vertiz Serrano; de maestría, Marco Leal García, Luis Enrique García Ortuño y Juan Carlos García Ramos, y de licenciatura, Lidia Barrón Sosa, Nallely Chiapa Zavala, Fabiola Sánchez Peláez, Miguel Ángel Muciño Hernández, Amada Huerta Palacios y Gladys Janet Reyes Sánchez.

Los ganadores recibieron un estímulo económico que se decidió aportar como bolsa de apoyo para estudiantes interesados en esta línea de investigación.