A los 30 años, Clara, una enfermera "sin fronteras"
Por Fabiola Czubaj
De la Redacción de LA NACION
Lejos, muy lejos, está la enfermería actual de aquella imagen de la enfermera de un blanco impecable retratada en la sala de espera del médico mientras exigía hacer silencio. Pero aunque las enfermeras de hoy están capacitadas tanto para opinar sobre ingeniería genética como para identificar y atender las necesidades básicas de una población, la profesión aún no está lo suficientemente jerarquizada en nuestro país.
"Me acuerdo de que cuando dije que quería estudiar Enfermería me respondieron que estaba loca y que por qué no estudiaba Medicina o Economía... Es una profesión que sólo da lo suficiente para vivir dignamente, y sigue siendo muy difícil encontrar interesados para estudiar una carrera universitaria de cuyos recursos humanos hay una necesidad en el país", comentó la licenciada en Enfermería Clara Delacre, que en 2006 fue la responsable de abrir en Níger (Africa) el programa de nutrición de la organización humanitaria internacional Médicos Sin Fronteras (MSF).
En diálogo telefónico con LA NACION desde el sur argentino, después de un año con mucho trabajo y no menos emociones, Clara afirmó que la enfermería universitaria tiene "muy buen nivel" en los hospitales públicos y privados de las principales ciudades de la Argentina, pero que "quedó estancada" en los pueblos más alejados.
Además, destacó la importancia de las enfermeras en la prevención, la asistencia y la educación de la salud. "La enfermería es una pieza clave en la atención primaria porque se mete en los pueblos y conoce sus necesidades: si hay que poner agua potable, educar en la lactancia materna o mejorar la nutrición... En la Argentina, el sistema de salud es bueno, con hospitales increíbles y escuelas de enfermería de alto nivel, pero no está bien gestionado."
Clara logró que el programa humanitario para capacitar enfermeras y contrarrestar una crisis de desnutrición aguda en chicos de 0 a 5 años que había sido previsto para un año despertara el interés del gobierno de Níger, donde el acceso a la salud no es público ni gratuito, y continúe en 2007.
"Llegué en la época de lluvias. Hacía mucho calor, había gran cantidad de mosquitos y estaban en el pico de la malaria -recordó Clara-. Desde el avión que me llevaba desde la capital [de Níger] hasta el pueblo en el que iba a trabajar sólo veía desierto, y en ese momento me pregunté: «Dios mío, ¿dónde me metí?»". Pero una vez en el hospital de Madaoua, ubicado a ocho horas en automóvil de la capital, Clara se subió a la camioneta de MSF y empezó a recorrer kilómetros de desierto hasta cada uno de los pueblos que, juntos, concentran el 58% de la población hausa, que desde hace más de mil años habita en Nigeria y Níger.
"Los chicos se morían y las madres eran estoicas: los cargaban en la espalda y se iban a sus casas para preparar la ceremonia fúnebre -relató-. Aunque no comprendía esa actitud al principio, después me di cuenta de que no es falta de amor, porque son madres que caminan 20 kilómetros para que sus hijos reciban atención médica en un país donde la mortalidad infantil es de 150 chicos por cada mil y el acceso a la salud es muy limitado."
El programa de nutrición de MSF incluye también la capacitación para atender otras enfermedades frecuentes en ese país africano, como la malaria, el cólera, la deshidratación por diarrea y vómitos, la meningitis, la neumonía y los problemas de piel. "La malaria es una enfermedad mortal, y me di cuenta de que no sabía bien de qué se trataba cuando me enfrenté con el 18% de mortalidad infantil", confesó.
A diario, Clara guiaba a las enfermeras en el control de la talla de los bebes y la identificación de la malnutrición. "Irme fue durísimo, pero hay que hacerlo -admitió-. Es muy grato ayudar a esos chicos a crecer, aunque sólo colaboré para que se recuperaran. Ellos hicieron todo el trabajo..."
Un recurso valioso, pero escaso
"En la Argentina no contamos con la cantidad suficiente de enfermeras como para atender las necesidades de promoción, prevención, recuperación y rehabilitación de la salud. Más allá de no conocer las cifras concretas de cuántos enfermeros tiene el país, lo cierto es que si fueran los necesarios habría un exceso de oferta, como en otras profesiones", señaló la licenciada Beatriz Morrone, presidenta de la Federación Argentina de Enfermería.
Una de las investigaciones más relevantes en enfermería afirma que si se aumentara un 10% la cantidad de enfermeras universitarias en los centros de salud se reduciría un 6% la mortalidad entre los pacientes. El estudio, dirigido por la doctora Linda Aiken, de la Universidad de Pensilvania (EE.UU.), analizó información de 10.184 enfermeras diplomadas y de 232.342 pacientes de servicios de cirugía de 168 hospitales.
"La doctora Aiken demostró también que en los hospitales donde la cantidad de pacientes por enfermera era elevada los pacientes quirúrgicos tenían una mortalidad mayor dentro de los 30 días y era más probable que las enfermeras sintieran agotamiento e insatisfacción laboral", expresó la licenciada Alejandra Parisotto, directora de Enfermería del Hospital Universitario Austral, en el último congreso argentino de la especialidad.
Según Morrone, "cuando no existe el número adecuado de enfermeros profesionales en relación con la cantidad de habitantes y pacientes, crecen los eventos adversos y de muerte no relacionados con la causa del ingreso".