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Por: Graciela Gioberchio
Eso no", "Basta" o "No hay más". Son frases que a los padres les resulta cada vez más complicado decírselas y sostenerlas frente a sus hijos, y bancarse por un rato ser el "el malo de la película".
Los especialistas coinciden en que hay crisis de autoridad: mamás con culpa que trabajan mucho tiempo fuera de la casa y papás flexibles que ahora cumplen funciones que históricamente eran de las mujeres: bañan a los chicos, los llevan al colegio o a un cumpleaños.
Por eso, en muchos hogares hay chicos que tienden a ser una especie de "reyes tiránicos" a quienes les enseñan sus derechos pero, a veces, no les hablan de sus obligaciones. "Son máquinas de pedir y exigir", es la queja más escuchada entre los padres de chicos de 2 a 10 años.
¿Cuántos gustos hay que darles a los chicos y con cuánta fuerza decirles que no? La problemática, que afecta sobre todo a las clases media y alta, aparece con más frecuencia en los consultorios de los especialistas. Incluso, en tiempo de clases, los maestros también le piden a los padres que pongan límites en sus casas. El año pasado, hubo jardines de infantes y escuelas que organizaron talleres de padres para que un psicólogo aborde el tema.
¿Por qué sucede esto? Psicólogos infantiles, sociólogos y pediatras consultados por Clarín explican que estas dificultades en la crianza responden a distintas razones culturales y cotidianas, que van desde las familias ensambladas y las creencias equivocadas sobre crecer en libertad, hasta las variedad de orientaciones pediátricas y médicas que existen sobre la alimentación, el sueño y el momento de dejar los pañales.
"En los hogares hay crisis de autoridad: la mamá que trabaja no tiene ganas de discutir con los chicos y siente culpa por el poco tiempo disponible, mientras que la figura paterna se flexibiliza porque ahora asume más actividades asociadas con el cuidado de los chicos", señala la psicóloga Ernestina Rosendo.
"No es sólo un problema de límites: se cayeron los modelos", advierte el doctor Enrique Silinger, de la Sociedad Argentina de Pediatría. "A los pediatras se nos hace cuesta arriba porque nos encontramos con padres que no saben construir autoridad en la pareja y no saben construir opinión frente a sus hijos. Las parejas tienen un proyecto económico pero no construyen familias".
La psicóloga de familia, Haydeé Toronchik, observa que los chicos viven en un mundo en el que los adultos están confundidos entre qué es democrático y qué es autoritario. "Cuando un papá pone límites primero tiene que ponérselo a sí mismo. Un no se sostiene con todo y no siempre los papás están dispuestos a poner lo que se necesita: constancia, sufrimiento, esfuerzo y hasta su propia frustración. Decir sí es más fácil y menos doloroso".
Norma Najt, profesora de la carrera de Psicología de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), cuenta que cuando se habla de poner límites "hay padres que se enojan y creen que es un maltrato para sus hijos. Eso me dijeron algunos papás hace poco en una reunión de un jardín de infantes de La Plata".
La especialista explica que, en lugar de enojarse, "los padres deben hacerse cargo de la necesaria asimetría que requieren la crianza y la educación. Si, en cambio, sólo ponen énfasis en la independencia y la libertad del niño, los adultos asumen una actitud facilista y evitan tomar decisiones".
De nada sirven las recetas ni las fórmulas. Por el contrario, la puesta de límites es una construcción que se hace día a día. "Tiene que ver con la convicción que los padres y las madres tienen respecto de lo que quieren de sus hijos y de ellos mismos. Es decir, de la familia que quieren construir", concluye Silinger.
¿Qué hacemos?
Sergio Danishewsky
Primero nos convencieron de que la crianza de los hijos se hace de a dos, porque para ambos hay lugar en el mundo laboral. Luego nos explicaron que no había razón para apresurarse con la paternidad, porque padres maduros criarán hijos calmos. Ahora que, trabajadores y grandes, nos permitimos ciertas licencias antes de retarlos como nos retaron, nos venimos a enterar que así no, que no hay espacio para chocheras y que nada como la "mano dura".
Consejos
Hay que poner límites sin violencia: enviarlos al cuarto, dejarlos sin ver a los amigos o sin salida, prohibirles la tele, la compu o algo que les guste; darles tareas extras o tareas hogareñas. Sobre todo mostrarles, a través del diálogo, que están equivocados.
Los chicos tienen que conocer lo que está permitido y lo que no; los límites contribuyen a su maduración psicológica. Hay que ponerlos con firmeza y ternura, ejerciendo una autoridad: decir no y sostenerlo. "Se debe hacer desde la jerarquía de padres: no son amigos de sus hijos", advierte Norma Najt, psicoanalista de la UNLP, especialista en niños.
"A veces los padres tendrán que replantearse cómo educan a sus hijos porque la misma receta no sirve para todas las familias", dice Adriana Ceballos, psicóloga social de la Universidad Austral.
Autoridad tierna y a la vez firme. Claudia Messing. Lic. en Psicología y Terapeuta Familiar
Hoy, ponerle límites a los hijos es mucho más difícil para los padres que décadas atrás porque exige la construcción de modelos de autoridad tiernos y cercanos, pero a la vez firmes.
Cuando los chicos son pequeños el límite no se incorpora con la palabra sino con vivencias corporales de contención. El adulto tiene que impedir la acción peligrosa con actos concretos y abrazos contenedores, que le permitirán al niño generar su propia autocontención.
Cuando son más grandes, el problema es que los padres no pueden sostener las propias decisiones. Los que no logran poner límites tienen la expectativa de que los hijos son capaces de autocontenerse. Los ubican así, sin darse cuenta, en un lugar de adultos, de iguales, donde aparecen el reto y el enojo en lugar de la acción anticipada. Inconscientemente trasladan a sus hijos la misma posición de simetría, autoabastecimiento y falta de apoyo emocional que ellos recibieron de sus padres.
Así, los chicos internalizan desde muy pequeños una "pseudoadultez imaginaria", que expresan en múltiples sintomatologías. Mientras dan órdenes a sus padres no logran contener sus impulsos ni tolerar la frustración; se bloquean, estresan y desconcentran en el estudio; padecen terrores fóbicos paralizantes; se angustian e hiperexigen como adultos. Sin contención son diagnosticados como ADD (déficit de atención) y son medicados desde chicos.
Padres e hijos a través de la historia
Los límites, la libertad y la autoridad han cambiado su enfoque a través del tiempo.
Hasta mediados de siglo: La autoridad paterna imponía una actitud severa, temida, rígida, con castigos físicos y morales avalados. El modelo coincide con las dos guerras mundiales.
Años 50: En la posguerra comienza la flexibilización de costumbres morales. Nacen la rebeldía y el desafío cuestionador.
Años 60: Surge el movimiento hippie con su lema "amor y paz" como respuesta a las guerras. Pelo largo, ropas llamativas. Los hijos se van a vivir a comunidades. Coexisten padres "antiguos" y "modernos", unos reprimen y otros renuncian a la autoridad.
Fines de los 60 y principios de los 70: De la protesta pacífica se pasa a la violencia con reclamos de libertad y justicia social, con ideales y compromiso. La autoridad sigue perdiendo espacio.
Años 80: Se debilita aún más el poder de la familia. La brecha generacional se acerca: padres e hijos son fundamentalmente amigos. Prima el consumismo. Hay confusión y desborde.