SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ - Buenos Aires
Ernesto Sabato, el gran escritor argentino autor de Sobre héroes y tumbas y El túnel, pero también el hombre atormentado y horrorizado que presidió la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) ha fallecido en la madrugada de hoy sábado, dos meses antes de cumplir 100 años. Sabato, que iba a ser objeto mañana de un homenaje en la Feria del Libro de Buenos Aires, padecía una bronquitis que no pudo superar, según ha anunciado su compañera Elvira González Fraga. El velatorio se realizará en la localidad de Santos Lugares, muy cerca de la capital porteña, donde tenía su domicilio.
Descendiente de padre italiano y madre albanesa, Sabato está considerado como uno de los grandes de la literatura latinoamericana no solo por sus novelas, incluida Abaddón el exterminador, sino también por su amplia obra ensayística sobre la condición humana. Obtuvo el Premio Cervantes en 1984, ocasión en la que pronunció un discurso en el que describió a El Quijote como "un simple mortal, tierno desamparado, andariego, el hombre que alguna vez dijo que por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida".
Sabato tuvo también una vida andariega, marcada por la literatura y por su compromiso ético que le llevó al final de su vida a declararse mas cercano al "anarco-cristianismo" que al activo comunismo de su juventud. El escritor empezó su vida profesional como físico, en Zurich (Suiza), pero muy rápidamente comenzó su actividad literaria y su amistad con el Grupo Sur, donde conoció a Victoria Ocampo y a Jorge Luis Borges, con quien mantuvo siempre una relación conflictiva pero que dio origen, en 1976, a un hermoso libro titulado Diálogos con Jorge Luis Borges.
Su primera gran novela, El túnel (1948), un agudo ensayo psicológico, lleno de ironía, pero también de amargura y del pesimismo que marcaría toda su obra posterior, le proporcionó un inmediato reconocimiento no solo en Argentina sino internacional. Su segunda novela Sobre héroes y tumbas, que incluye su estremecedor Informe sobre ciegos, le confirmó como un autor extremadamente original y le colocó entre ya entre los autores mas grandes en lengua española.
La vida y la importancia de Ernesto Sabato, no se comprende sin su faceta de luchador por los derechos humanos y su compromiso contra la dictadura militar que gobernó Argentina entre 1976 y 1983pese a que en los primeros meses del golpe participó en una comida con el general Jorge Videla, a la que asistió también Jorge Luis Borges. Sabato cambió de opinión al conocer los continuos asesinatos y abusos contra los derechos humanos que protagonizaba la dictadura y, como ha recordado la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú, "firmó todas las peticiones que pudo reclamando la aparición con vida de quienes habían sido secuestrados".
Terminada la dictadura, Ernesto Sabato recibió el encargo del primer presidente democrático, el radical Raúl Alfonsín, de formar parte de la recién creada CONADEP. El equipo de investigación de la Comisión recogió el testimonio y documentó minuciosamente 8.960 desapariciones y la existencia de 340 centros de detención ilegal y tortura. El informe titulado "Nunca Mas", pero conocido también sencillamente como Informe Sabato, fue entregado a Alfonsín en un acto inolvidable para la inmensa mayoría de los argentinos, el 20 de septiembre de 1984, y dio origen al procesamiento y condena de los máximos responsables de las juntas militares de la dictadura, que fueron enviados a la cárcel. Sabato se opuso siempre a las leyes de Punto Final y a los posteriores indultos concedidos por el peronista Carlos Menem.
Ernesto Sabato sufrió durante años una fuerte depresión y pasó sus últimos días recluido en su domicilio, sin escribir prácticamente pero pintando, su segunda vocación artística, que siempre supo compaginar con la literatura. "La razón no sirve para la existencia", afirmaba. No quería que se le encasillara en ninguna tendencia literaria: "Tengo con la literatura la misma relación que puede tener un guerrillero con el ejército regular". Sabato afirmaba creer en el hombre, "a pesar de ser el animal más siniestro. "La vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo, hay que morirse", se quejaba.
Cuando cumplió 90, la última entrevista con LA NACION
"Pienso que voy a vivir hasta los 100, tengo buena salud, pero cumplir años más allá de los 100 no tiene mucho sentido", dijo, antes de realizar un austero festejo
En la última entrevista que Ernesto Sabato le dio al diario LA NACION, el escritor afirmó: "Pienso que voy a vivir hasta los 100; tengo buena salud. Pero cumplir años más allá de los 100 no tiene mucho sentido". A continuación, la nota completa realizada por la periodista Susana Reinoso que fuera publicada en el periódico el 24 de junio de 2001, día de su cumpleaños 90.
Ernesto Sabato, el escritor vivo más prestigioso de la Argentina, celebra hoy 32.873 días de vida; son noventa años o millones de instantes felices y desdichados que han poblado una vida en la que descuellan su literatura, su compromiso cívico y su actitud ética. En la paz de su casa de Santos Lugares, a orillas del ferrocarril, el escritor habrá despertado hoy muy temprano, como siempre, para no perderse el derroche de vida con que la naturaleza pinta los días en su frondoso jardín.
En sus respuestas a LA NACION se percibe que los 90 años vividos no le han restado vigor a su voz o a su carácter. "Lamentablemente nuestra época tiene su mirada en las figuras del espectáculo y en el triunfo fácil e inmediato. Los propios medios los han encumbrado. Hasta los políticos aparecen vinculados a hechos propios de un folletín. Todo eso genera un gran vacío. Pienso que los referentes en los que se puede hallar un valor están fuera de la pantalla. Están metidos en los intersticios, no en los grandes salones". Sus horas transcurren sin prisa, con los detalles de su vida silenciosa, aunque en la última semana esa rutina mansa se vio interrumpida por una catarata de pedidos de entrevistas de todo el mundo, a los que el escritor atendió, con equidad, por orden de llegada.
Justo él, que amanece lentamente en la quietud de Santos Lugares, entre un follaje tupido y un trinar inagotable de aves, tuvo que sumergirse en la urgencia de responder casi un centenar de preguntas periodísticas llegadas de todas partes.
Sabato bien podría declarar en este día, al filo de un siglo de vida, con palabras de Jorge Luis Borges seleccionadas por él en su libro "Cuentos que me apasionaron" (Planeta): "El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego".
Los llamados que inundan desde hace días su teléfono, desde Europa, América latina y nuestro país, no lograron torcer su ritmo cotidiano. Sin vértigo, asido a su oficio de vivir, continuó con el trajín de sus instantes, durmió la siesta y hasta quiso conocer a la nieta recién nacida de su fiel colaboradora Elvira González Fraga.
Sabato respondió por escrito las preguntas de La Nación y eligió otro orden de respuestas, que por cierto resultó muy interesante. Su asistente, Diego Curatella, fue el responsable de volcar a la computadora las páginas que el reconocido autor de "Sobre héroes y tumbas" llenó de puño y letra para cumplir con la prensa mundial, desafiando la resistencia de sus ojos cansados. Hasta hubo un periodista francés que, vencido por la ansiedad, se tomó un avión desde Brasil para pedirle personalmente una entrevista.
El hombre y el tiempo. Este domingo de invierno, Sabato reiterará el ritual que, cada año, se espera en el mundo de la cultura: compartirá con amigos y familiares el chocolate y los pasteles preparados por Gladys, su asistente en la casa. Y quizá juegue a desafiar la sucesión temporal, como hace dos años, cuando le dijo a La Nación : "Pienso que voy a vivir hasta los 100 años; tengo buena salud. Pero cumplir años más allá de los 100 no tiene mucho sentido".
-"Antes del fin" fue un legado de un maestro para sus discípulos en la vida. ¿Qué le agregaría a ese libro que no incluyó en su hora?
-Si tuviera esa novedad habría encontrado la respuesta a los interrogantes que tanto me preocupan en este tiempo de crisis. Pero creo que la falta de respuesta no justifica la pasividad. Todo lo contrario; debería empujarnos al compromiso del mismo modo que uno reacciona instintivamente ante un gran terremoto. Cuando vemos la tierra resquebrajarse no nos quedamos sentados pensando que nada se puede hacer. Rescatamos de entre los escombros al menos esa vida que está a nuestro lado, hundida, sufriendo. En esos momentos advertimos que es en medio de una grieta donde se nos manifiesta una salvación. Las grandes crisis exigen nuestro compromiso.
-¿Eso sería asumir nuestra ciudadanía?
-Replegarse en el individualismo me parece un acto de mezquindad. No podemos desentendernos, ya que todos tenemos una responsabilidad en momentos tan decisivos de la historia. En medio de la estampida se ignora la magnitud del desastre. Pienso que algo de eso estamos viviendo. Necesitamos el valor de ir hasta los márgenes, de penetrar en las grietas.
-Su relación con los jóvenes es afectuosa y fluida. ¿Qué le preocupa hoy de ellos?
-Cada vez que me encuentro con jóvenes me hablan siempre de la angustia que viven por la especie de naufragio en que estamos metidos. Es casi imposible avanzar cuando se carece de un horizonte hacia el cual dirigir la mirada. Hacia dónde los muchachos y las chicas pueden proyectar su futuro, si vivimos con la sensación de que nos queda país para uno o dos días. Lamentablemente esto está produciendo la estampida de jóvenes al exterior. Fíjese qué triste: un país donde los hijos de inmigrantes llegaron a ser presidentes de la Nación acaba convertido en otro con un índice elevado de emigración.
-¿Cuáles son las cualidades de las jóvenes de hoy que lo sorprenden por comparación con su propia juventud?
-Suele decirse que los jóvenes son escépticos, que se desentienden y no les preocupa lo que pasa a su alrededor. Cuando yo era joven, los que nos volcábamos al comunismo no lo hacíamos luego de haber leído "El Capital", de Marx, sino porque nos sentíamos identificados con el digno reclamo del movimiento. Con los años, la quiebra total de valores, el fracaso de las ideologías, la mediocridad de la clase política, la falta de dignidad y de honor que observamos en tantos hombres generan angustia en los jóvenes que, por su sensibilidad, sufren la gravedad de estas crisis sin saber dónde dirigirse.
-Aumenta su desencanto ciudadano.
-Muchos bajan los brazos. Pero pienso que no es ésa la situación de la gran mayoría. La desazón que sienten es un signo evidente de que no son apáticos. Se rebelan como pueden, a veces de modo violento e ilógico. Pero una rebelión no tiene por qué ser razonable. Además, cuántos de ellos trabajan en tareas solidarias, en zonas de emergencia, en hospitales y villas. El crecimiento de personas que realizan tareas solidarias es también un signo de nuestro tiempo.
-¿A quiénes podemos recurrir hoy para obtener una mirada esclarecedora de nuestro tiempo?
-Lamentablemente nuestra época tiene puesta su mirada en las figuras del espectáculo y en el triunfo fácil e inmediato. Los propios medios los han encumbrado. Hasta los mismos políticos aparecen vinculados a hechos y actitudes propios de un folletín. Todo eso genera un gran vacío; estos falsos pilares son incapaces de otorgar sentido en el momento en que se busca a quién recurrir. Los referentes en los que se puede hallar un valor, que abren un camino, están fuera de la pantalla. Son los que asumen ese compromiso del que le hablé. Están metidos en los intersticios, no en los grandes salones. No producen imágenes ni discursos sino actos. No brillan con reflectores, pero son los que en verdad iluminan este período tan oscuro de la historia.