Quienes tenemos ya edad de abuelas, con mucha probabilidad todavía hemos vivido la menstruación -durante la adolescencia- como sucia y vergonzosa; como algo de lo que no podía hablarse. En el mejor de los casos, solo se hacía entre mujeres, en voz baja y con tristes alusiones. En Argentina era “estar con el asunto…”, cuando no el terrible “estar ‘enferma’”. Lo más light era “estar indispuesta” (¿para qué o para quién?, me pregunto… pero lo dejaré sin respuesta). Está claro que muchas cosas han cambiado: desde nuevos y mucho más cómodos dispositivos protectores, como la copa, hasta una serenidad que va creciendo respecto de este proceso, tan biológico como cualquier otro. Pero el hecho de que todavía las instituciones de salud pública tengan que emitir documentos como este, en los que enuncian que la gestión menstrual es un derecho, indica que todavía hay un camino largo por recorrer. “El estigma y la vergüenza generados por los estereotipos en torno de la menstruación tienen graves impactos en todos los aspectos de los derechos humanos de las mujeres y las niñas, incluidos sus derechos humanos a la igualdad, la salud, la vivienda, el agua, el saneamiento, la educación; al trabajo, a la libertad de religión o de creencias, a las condiciones de trabajo saludables, y a la de participar en la vida cultural y pública sin discriminación”, señala este cuadernillo, emitido por el gobierno argentino en septiembre de 2022, y en cuya confección participó el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).
Para esa misma época, UNFPA había publicado un documento titulado “La menstruación y derechos humanos”, en el que, entre otras consideraciones, afirma: “La menstruación está intrínsecamente relacionada con la dignidad humana; cuando las personas no pueden acceder a instalaciones de baño seguras, ni a medios seguros y eficaces de manejo de la higiene menstrual, no pueden manejar su menstruación con dignidad. Las burlas relacionadas con la menstruación, la exclusión y la vergüenza también socavan el principio de la dignidad humana”.
Lo bueno (que ya no es noticia, pero en muchos lugares del mundo sigue siendo otro tabú), es que, como muestra el trabajo de tres investigadoras mexicanas, mediante la educación sexual integral se puede “abordar la menstruación de manera explícita y comprensiva, lo que facilita una visión natural y sin prejuicios del funcionamiento del cuerpo”. Las autoras son Andrea Rodríguez López, doctoranda de la Escuela de Salud Pública de México y miembro del Grupo Asesor Científico y Técnico del Programa Especial de Investigación en Salud Sexual y Reproductiva de UNFPA-UNICEF; Lourdes Campero Cuenca, investigadora del Centro de Investigación en Salud Poblacional (CISP) de México, y Fátima Estrada Márquez, doctora en Ciencias Sociales y ayudante de investigación en el CISP.
Punto de partida |
Veamos cuál es en México la situación que ellas muestran que, con educación sexual inetgral, se puede cambiar: un informe sobre gestión menstrual que realizó UNICEF en 2022 mostraba que el 69% de las personas encuestadas tenía poca o nada de información cuando le llegó su primera menstruación; solo el 30% llevaba algún tipo de control y/o registro (agenda, celular, otro) de la duración de su ciclo, del tipo de flujo o de los síntomas que sentía; el 20% de esas personas que estudian o trabajan no contaban con la infraestructura necesaria para la gestión menstrual en escuelas, oficinas u hogares. Por otro lado, los comentarios inapropiados en la calle, las frases molestas de familiares y las burlas de colegas o compañeros eran las situaciones desagradables que habían tenido que vivir. Hacer deporte y tener relaciones sexuales son las actividades que más se dejan de realizar durante la menstruación; la intensidad de los dolores y el miedo a manchar la ropa son las dos principales razones que explican por qué dejan de realizar diferentes actividades… Último dato: hasta el 65% de las personas encuestadas no sabía que pagaba el 16% de IVA por los productos de gestión menstrual en México.
Será el último dato, pero no es menor: a diferencia de lo que ocurre en buena parte de América latina (donde hay proyectos diversos, pero de baja incidencia), México tomó cartas en el asunto a fuerza de presión popular; concretamente, de la insistencia de Menstruación Digna México, una organización sin fines de lucro formada por más de 30 asociaciones, y enfocada a luchar por los derechos de la mujer. “Para atender este proceso natural existen en el mercado productos sanitarios, como son las toallas, tampones y copas sanitarias para uso menstrual. Dichos productos están gravados en el impuesto al valor agregado con la tasa del 16%. El gravar los productos que atienden la menstruación significa que este impuesto tiene una incidencia económica en las mujeres por una condición biológica y natural del género femenino”, señalaba un comunicado del Senado mexicano en octubre de 2021. La ley se sancionó y se promulgó en enero de 2022. Es un gran paso, pero no alcanza, pues no elimina los tabúes ni la desinformación.
Entonces, volvamos a la investigación que nos trajo hasta aquí, que –de hecho– usa como información relevante el estudio de UNICEF México que hemos citado. En la presentación del tema, las investigadoras destacan que, cuando se abordan los temas de salud sexual y reproductiva, la menstruación es un tema poco priorizado, a pesar de que “este proceso fisiológico ocurre durante 40 años de la vida de aproximadamente la mitad de la población mundial en edad reproductiva, y de que su presencia es indicador de buena salud en las personas menstruante”.
Entonces, el objetivo, tal como lo expresan al principio del paper, fue “analizar el impacto de una intervención educativa sobre salud sexual, reproductiva y menstrual para reducir prejuicios vinculados con la menstruación”. Para ello armaron un estudio cuasi experimental con 351 adolescentes (mujeres y varones), alumnos de secundarias públicas del Estado de Morelos, para el cual construyeron un índice que les permitiera “identificar el cambio en percepción y prejuicios sobre la menstruación”. De los estudiantes, 225 integraron el grupo de control, y 126 participaron de la intervención educativa, que consistió en ocho sesiones de 45 minutos, “dentro del horario escolar, en los salones de clase y en los tiempos de las asignaturas que las escuelas determinaron. Las temáticas impartidas tenían relación con el curriculum oficial de la Secretaría de Educación Pública en México (SEP) para nivel secundaria”, especifica el informe, y agrega: “Las principales temáticas abordadas se centraron en órganos sexuales femeninos y masculinos (internos y externos), y procesos fisiológicos y cambios físicos que experimentan las y los adolescentes durante esta etapa (menstruación, sueños húmedos, erección y eyaculación)”. La novedad, respecto de los contenidos “habituales”, fue “proporcionar información específica sobre menstruación e insumos menstruales tanto a hombres como a mujeres, así como ofrecer una postura propositiva y sin prejuicios sobre los procesos fisiológicos sexuales y reproductivos”.
Para poder establecer las diferencias entre grupo I (intervención) y grupo C (control) y medir el impacto de la intervención habían construido un índice, conformado por lo que las investigadoras describen como “cinco reactivos que indagaban sobre actividades que podrían considerarse no aptas durante el periodo menstrual (nadar, correr, bailar, ir a la escuela y tener relaciones sexuales) y sobre tres prejuicios vinculados con la menstruación (en la escuela no se debe hablar de menstruación, la menstruación es un tema solo de mujeres y los hombres no necesitan saber de menstruación)”.
Para minimizar sesgos, realizaron un análisis descriptivo que permitiera identificar las diferencias iniciales entre el GI y GC en lo que llaman “variables sociodemográficas” (sexo, estructura familiar, posición en el orden de nacimiento entre los hermanos, estado conyugal de los padres, nivel educativo, y estado laboral de los padres, y ejercicio de la sexualidad por parte de los adolescentes) e incluirlas en el modelo de efecto de la intervención.
Las conclusiones |
Destacan que, en general, las intervenciones en aspectos de la salud sexual y reproductiva, tanto en México como internacionalmente, en su mayoría se centran en prevención de ITS y embarazo adolescente, métodos anticonceptivos y conductas de riesgo en cuanto a la sexualidad, pero pocas incorporan explícitamente el tema de la menstruación.
Y entre los hallazgos, confirmaron que el conocimiento que tiene la población adolescente sobre los órganos sexuales femeninos y masculinos es “precario”; y llaman a “reflexionar sobre qué están aprendiendo en la escuela respecto a este tipo de contenidos”, que son obligatorios en el curriculum escolar desde la primaria. “Hablar de fisiología y menstruación de manera explícita y comprensiva, a través de intervenciones específicas como la presente, podría facilitar la aprehensión de estos temas y, a su vez, tener un efecto positivo que permita mirar de manera natural la biología y funcionalidad del cuerpo”, destacan. También es relevante el análisis sobre los prejuicios respecto de qué pueden y qué no hacer las mujeres durante la menstruación: identificaron una alta prevalencia de esos prejuicios que –enfatizan en el informe final– coarta las libertades individuales de las mujeres. "Trabajar por la visualización y la eliminación de prejuicios es clave para ejercer el derecho a realizar cualquier actividad durante el periodo menstrual, incluida la libertad a tener relaciones sexuales si lo desean, y de asistir a la escuela durante sus periodos menstruales”, dice el texto. Este último dato no es banal, y es una de las variables que tuvieron en cuenta, a saber, el ausentismo escolar que puede provocar el periodo menstrual, ya por burla, ya por malestares. “En el caso particular de la inasistencia escolar, disminuir los prejuicios ayudaría a eliminar las burlas, que son parte de este problema; asimismo, ofrecer información sobre el síndrome premenstrual ayudaría también a que las mujeres puedan gestionar de mejor manera sus periodos y favorecer la asistencia escolar durante su menstruación”, señalan, y concluyen: “Los hallazgos encontrados refuerzan la idea de la importancia de involucrar desde etapas tempranas el tema de la fisiología masculina y femenina, y de considerar el ciclo menstrual de manera puntual. Involucrar a los hombres es una oportunidad poco considerada; sin embargo, esto puede ayudar a promover una transición más digna y segura a la vida sexual y reproductiva”, cierra el informe.