Una urgencia invisible |
La salud mental atraviesa un momento crítico en América Latina. A pesar del aumento sostenido en la prevalencia de trastornos depresivos y de ansiedad, los sistemas sanitarios de la región continúan asignando un porcentaje mínimo de su presupuesto a esta problemática. La inversión promedio en salud mental apenas alcanza el 2% del gasto en salud, y en muchos casos, está destinada casi exclusivamente a hospitales psiquiátricos.
Según datos recientes, el 79% de las personas con trastornos mentales graves en Latinoamérica no recibe tratamiento especializado. Esta brecha no solo refleja barreras económicas, sino también estigma, falta de personal capacitado y modelos de atención obsoletos. El costo social de esta omisión es enorme: aislamiento, discapacidad, pobreza, y en muchos casos, muerte evitable.
Impacto económico |
Más allá del sufrimiento individual, la salud mental representa un desafío estructural. La pérdida de productividad asociada a estos trastornos supera los 30.000 millones de dólares anuales en la región. Esto afecta la competitividad, la cohesión social y la sostenibilidad de los sistemas sanitarios. La omisión no es solo ética, también es económicamente insostenible.
A pesar del panorama adverso, algunos países comienzan a implementar reformas alentadoras. Chile, Colombia, Uruguay y Paraguay están avanzando hacia modelos de atención primaria integrados, con énfasis en la cercanía, la continuidad y el uso de tecnologías digitales. Estas experiencias demuestran que, con voluntad política y participación comunitaria, es posible transformar realidades.
Un llamado a la acción: La salud mental no puede seguir siendo un capítulo marginal de las políticas públicas. Requiere presupuesto, estrategia, formación y compromiso ético. Pero sobre todo, necesita ser pensada como un derecho, no como un lujo.
Puntos clave: |
• El 79 % de las personas con trastornos mentales graves en la región no accede a atención especializada.
• Solo el 2 % del gasto sanitario se destina a salud mental, y suele estar mal distribuido.
• La pérdida económica por productividad reducida supera los USD 30.000 millones anuales.
• Algunos países están integrando salud mental a la atención primaria con buenos resultados.
• La salud mental debe abordarse desde una perspectiva comunitaria, ética y estructural