Hoy, ante la irrupción de herramientas como ChatGPT en la formación de futuros profesionales de la salud, surgen voces de alarma: ¿los estudiantes se van a copiar, ya no pensarán por sí mismos, será el fin del aprendizaje real?. Pero, ¿no escuchamos algo parecido hace 500 años cuando apareció la imprenta?
En 1450, Johannes Gutenberg revolucionó el mundo con la invención de la imprenta. Lo que hoy celebramos como un avance extraordinario en la difusión del conocimiento, en su momento fue visto con profunda desconfianza.
Filósofos, teólogos y maestros temían que los libros impresos "abarataran" el saber, corrompieran las buenas costumbres y fomentaran la superficialidad en lugar del aprendizaje verdadero. ¿Cómo confiar en un estudiante que no copiaba pacientemente los textos a mano, sino que simplemente los leía?
De hecho, en el siglo XV, en universidades como la Sorbona, se temía que los estudiantes que leyeran libros impresos sin la necesaria guía del maestro corrieran el riesgo de malinterpretar o repetir de memoria, sin verdadero entendimiento. Era una preocupación similar a la que hoy escuchamos cuando se habla de ChatGPT: ¿cómo confiar en un estudiante que no razona por sí mismo?.
Incluso pensadores como Erasmo de Rotterdam alertaban que la imprenta podía vulgarizar el saber, permitiendo que "cualquier tonto imprimiera tonterías". Y si eso fuera poco, la revolución de Gutenberg también desató episodios de censura y control: en ciudades como Lovaina y otras partes de Europa se llegaron a quemar libros impresos considerados peligrosos para la fe y el orden social.
Así como hoy se debate si la inteligencia artificial atenta contra el pensamiento crítico, hace 500 años se debatía si los libros impresos matarían la sabiduría tradicional.
Paradójicamente, fue esa misma imprenta la que permitió la expansión del conocimiento a niveles jamás vistos hasta entonces. Pero aquella resistencia no era trivial: implicaba un cambio radical en la forma de enseñar y aprender. Exactamente lo que hoy vivimos frente a la inteligencia artificial.
Al integrar ChatGPT en la educación en general y, en particular, en la educación de los profesionales de la salud, tenemos la oportunidad de dar un salto de calidad educativa. Lejos de fomentar un atajo fácil, el uso guiado de la IA nos permite:
● Simular escenarios diversos para practicar el razonamiento clínico.
● Generar diagnósticos, intervenciones y evaluaciones que luego el estudiante debe analizar, corregir y justificar.
● Fomentar el pensamiento crítico: al comparar distintas soluciones sugeridas por la IA.
● Personalizar la enseñanza según los ritmos de aprendizaje de cada alumno.
Un estudio reciente, desarrollado por la Universidad de Granada, propone el uso de ChatGPT para generar materiales de estudio, guías docentes y casos clínicos que complementen la formación tradicional (Domínguez-Ferrer et al., 2024). Otro estudio piloto con estudiantes de enfermería en Cuba mostró que el uso responsable de ChatGPT puede enriquecer la experiencia formativa y facilitar la comprensión del Proceso de Atención de Enfermería [PAE] (Santiago de Cuba, 2023).
Así como la imprenta no eliminó a los buenos lectores, sino que multiplicó su alcance, ChatGPT no reemplazará al estudiante comprometido, pero sí puede amplificar su capacidad de aprender.
No se trata de prohibir la tecnología por miedo al abuso. Se trata de enseñarla bien. De formar estudiantes críticos, éticos y capaces de usar las herramientas modernas con responsabilidad.
En este sentido, un análisis publicado en la revista Educación Médica destaca que, en contextos guiados, ChatGPT puede apoyar el aprendizaje activo, promoviendo habilidades de razonamiento clínico, en lugar de inhibirlas (García-Peñalvo et al., 2024).
Condenar a Chat GPT o a cualquier otra IA sería tan absurdo como prohibir los libros en una universidad del siglo XVI "por miedo a que estudien de memoria".
Quizás estamos ante un cambio tan profundo como el que provocó Gutenberg. Si bien autores como Yuval Harari advierten que nunca antes una tecnología había sido capaz de generar ideas, texto, código o respuestas por sí misma; que no solo procesa información, sino que produce discurso, y eso cambia las reglas del juego (Harari, 2023); incluso frente a esa novedad radical, el desafío es no retroceder.
Más que preocuparnos por cómo evitar que los estudiantes "se copien", quizás deberíamos enfocarnos en cómo ayudarlos a hacer las preguntas correctas, interpretar con criterio y pensar con más profundidad que nunca.
En definitiva, usar la IA para formar profesionales de la salud no solo puede ayudarnos a ser más eficientes, sino también más humanos.
* Diego Salomón es Licenciado en Enfermería, docente en la Tecnicatura Superior de Enfermería del I.S.F.D. Chajarí e investigador en educación en salud. Tiene amplia experiencia en docencia universitaria, formación en tecnologías aplicadas a la enseñanza y ha participado como disertante en congresos nacionales e internacionales.
Referencias bibliográficas
- Domínguez-Ferrer, F. J., Pérez, M. L., & Moreno, R. M. (2024). Integración de ChatGPT en enfermería: una perspectiva académica y científica. Universidad de Granada.
- García-Peñalvo, F. J., Vázquez-Ingelmo, A., & Seoane-Pardo, A. M. (2024). Insights into nurse educators’ use of ChatGPT in active teaching. Educación Médica, 25(1),
100-110. - Harari, Y. N. (2023, March 31). The dangerous quest for AI power. The Economist.
- Santiago de Cuba. (2023). Uso de ChatGPT por estudiantes de medicina en su proceso de enseñanza-aprendizaje. Revista Estudiantil de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba, 8(2).