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/ Publicado el 25 de octubre de 2025

Guías de práctica clínica

¿Cómo afrontar la obesidad en pediatría?

La Sociedad Argentina de Pediatría actualizó sus recomendaciones sobre diagnóstico y abordaje integral de la obesidad en niños y adolescentes. El documento refuerza la importancia del estilo de vida saludable y amplía las indicaciones de terapias farmacológicas y quirúrgicas en casos seleccionados.

Autor/a: Susana De Grandis, Norma Piazza, Mabel Ferraro y cols.

Fuente: Arch Argent Pediatr. 2025;123(4):e202410478. Guías de práctica clínica para la prevención, el diagnóstico y el tratamiento de la obesidad. Actualización 2024

Introducción

La obesidad se consolidó en las últimas décadas como una de las principales amenazas a la salud pública mundial. Según la Organización Mundial de la Salud, desde 1975 la prevalencia de sobrepeso y obesidad se triplicó en la infancia y la adolescencia. La Argentina sigue esa tendencia: la segunda Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS 2) reveló que el 13,6 % de los menores de 5 años y más del 40 % de los niños y adolescentes entre 5 y 17 años presentan exceso de peso, con mayor prevalencia en varones. Estos números configuran un escenario preocupante por el impacto presente y futuro en la salud de la población.

En ese contexto, la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) presentó la actualización 2024 de sus Guías de práctica clínica para la prevención, diagnóstico y tratamiento de la obesidad, elaboradas por el Comité de Nutrición junto con el Comité Nacional de Medicina del Deporte Infanto Juvenil. La nueva versión reemplaza a la publicada en 2011 e incorpora la evidencia científica generada en los últimos años, además de atender a los cambios epidemiológicos y sociales.

Diagnóstico y evaluación clínica

El diagnóstico de obesidad en niños, niñas y adolescentes requiere una mirada integral que combina datos antropométricos, antecedentes familiares y personales, junto con una evaluación clínica exhaustiva. El índice de masa corporal por edad (IMC/E) continúa siendo el indicador central, complementado por la circunferencia cintura/talla como marcador de obesidad central. La guía subraya que incluso en lactantes, el IMC/edad es un predictor confiable de obesidad grave futura, lo que resalta la importancia de la vigilancia temprana.

El abordaje incluye también la pesquisa de complicaciones asociadas, como el síndrome metabólico —definido por la presencia de tres o más alteraciones entre hipertensión, dislipidemia, disglucemia y obesidad central—, el síndrome de apnea obstructiva del sueño y la enfermedad hepática grasa no alcohólica. Estas condiciones, antes consideradas propias de la edad adulta, hoy se diagnostican con frecuencia en población pediátrica.

Impacto en la salud física y mental

La obesidad infantil no solo afecta parámetros metabólicos, sino que se asocia a múltiples complicaciones clínicas. Entre las más relevantes figuran hipertensión arterial, hipertrigliceridemia, colesterol HDL bajo, resistencia a la insulina, hígado graso y apnea del sueño. En el plano psicosocial, los niños y adolescentes con exceso de peso enfrentan con frecuencia estigmatización, bullying y baja autoestima, situaciones que pueden derivar en depresión y trastornos de la conducta alimentaria. El círculo se perpetúa: la depresión, a su vez, incrementa el riesgo de resistencia a la insulina y disglucemia, independientemente del peso corporal.

La guía también advierte sobre los desafíos en el ámbito hospitalario: hasta un 20 % de los niños internados presenta obesidad, lo que aumenta el riesgo de complicaciones, prolonga la estancia y agrava la evolución de patologías críticas u oncológicas. En estos casos, la evaluación nutricional integral resulta indispensable para evitar tanto la desnutrición inadvertida como la perpetuación del exceso de peso.

Estrategias de prevención y tratamiento

El documento enfatiza que la primera línea terapéutica es el cambio sostenido en el estilo de vida. Esto incluye la promoción de una alimentación saludable, actividad física regular, reducción del tiempo frente a pantallas y una adecuada calidad de sueño. La intervención debe involucrar a toda la familia y contar con un acompañamiento educativo y psicológico.

La actividad física estructurada ocupa un lugar destacado. El ejercicio moderado a vigoroso no solo contribuye al descenso de peso, sino que mejora la flexibilidad metabólica y favorece procesos fisiológicos protectores, como la liberación de mioquinas. Los programas deben ser personalizados y supervisados por profesionales de la educación física, con progresión gradual y un componente de fuerza y resistencia aeróbica.

En cuanto a la alimentación, se recomiendan planes con bajo índice glucémico y el incremento del consumo de fibra soluble, frutas, verduras y lácteos descremados, junto con la reducción de bebidas azucaradas, snacks ultraprocesados y comidas fuera del hogar. Se alienta la participación de los niños en la elección y preparación de alimentos como estrategia de educación y adherencia.

Tratamientos farmacológicos y quirúrgicos

En los casos graves, donde las intervenciones de estilo de vida no logran resultados, se consideran los tratamientos farmacológicos. En Argentina están aprobados desde los 12 años el orlistat, que actúa reduciendo la absorción de grasas, y el liraglutide, un análogo del GLP-1 que disminuye el apetito y mejora el control glucémico. Ambos deben ser indicados por especialistas, con monitoreo estricto de efectos adversos.

La cirugía bariátrica, por su parte, se reserva para adolescentes con obesidad grave y comorbilidades significativas, bajo criterios específicos de IMC y riesgo clínico. Técnicas como la gastrectomía vertical en manga y el bypass gástrico en Y de Roux demostraron eficacia en la reducción del peso y la reversión de comorbilidades, aunque requieren seguimiento de por vida por equipos interdisciplinarios para prevenir deficiencias nutricionales y garantizar la adherencia.

El rol del pediatra y del sistema de salud

Las guías destacan que el pediatra debe desempeñar un rol preventivo desde los primeros controles de salud, educando a las familias en hábitos de vida saludables. Cuando se presentan comorbilidades o un curso desfavorable, se recomienda derivar al paciente a equipos especializados que integren nutricionistas, psicólogos y especialistas en actividad física. La obesidad, como enfermedad crónica, exige un sistema de salud preparado para garantizar el acceso, la continuidad y la equidad en los tratamientos.

Conclusiones

• La actualización de las guías argentinas de obesidad pediátrica constituye un llamado de atención y una hoja de ruta para los profesionales de la salud. El abordaje de esta enfermedad crónica debe ser temprano, interdisciplinario y sostenido en el tiempo. La piedra angular sigue siendo el cambio en el estilo de vida, pero el avance de la evidencia científica permite incorporar terapias farmacológicas y quirúrgicas en casos seleccionados.

• La obesidad infantil no es un problema individual, sino un fenómeno social que exige respuestas familiares, comunitarias y políticas. Garantizar la prevención y el tratamiento adecuados es una inversión en la salud futura de toda la población.