Durante muchísimos años, desde el nacimiento mismo de la Psiquiatría y también de la Psicología, la observación clínica y fenomenológica fue la forma casi excluyente de recolectar datos. El dualismo cartesiano proporcionaba la epistemología y la heurística subyacente a esta forma de jerarquizar datos de la experiencia sensible. La separación conceptual entre los fenómenos mentales y los físicos estaba en el sentido común de entonces. La mente y el cuerpo eran naturalmente cosas o entidades separadas. La “res cogitans" y la "res extensa”.
Se formaron así hábitos aperceptivos, rutinas descriptivas que mantenían este supuesto implícito que, al consolidarse en los psiquiatras a través de la experiencia, constituían una habilidad que fue y aún es muy valorada: la clínica, y el “ojo clínico” una habilidad para describir signos y síntomas desarrollada con pericia y que se corresponde con esa misma época y con lo que ocurría en otras disciplinas.
La semiótica brindaba el soporte teórico. Así fue la ciencia empírica durante casi todo el siglo XIX y XX. La observación clínica fue soberana bajo la plena atracción de la “gravedad cartesiana”, una de las leyes o principios bajo los cuales se reunían los datos aislados. Los datos presentados se organizaban en síntomas y estos a su vez en categorías diagnósticas. Nació entonces la nosografía psiquiátrica, la organización, estudio y otorgamiento de nombres a estas observaciones teniendo en cuenta semejanzas, diferencias, patrones evolutivos comunes, etc
Al mismo tiempo, se relacionaban los datos del relato con las características sensibles y emocionales y las modalidades discursivas del mismo, y se los vinculaba en una cadena explicativa acorde a una teoría previa, unos presupuestos a priori, sobre el funcionamiento de la estructura mental de los pacientes. Se elaboraba así una categoría diagnóstica y una idea de cómo se podían interpretar los datos fenoménicos para intentar a partir de este reconocimiento, una terapéutica acorde a las tecnologías de cada época. La semiología clínica tradicional es la heredera de la observación paciente y detallada de los fenómenos presentados durante la entrevista psiquiátrica clásica.
En los últimos años, nuevos paradigmas no-cartesianos, casi todos monistas o no dualistas, empiezan a considerar la reunión de mente y cerebro bajo una misma concepción para el principio organizativo.
La mente y el cerebro son ahora, para quienes escapamos de la gravedad cartesiana, para el monismo y para los distintos tipos de materialismos, una continuidad de una misma entidad o formas, vertientes o aspectos de esa misma entidad. Muchos conceptos de la nueva Neurociencia y de novedosos Paradigmas Clínicos son concebidos desde esta perspectiva epistemológica, y por lo tanto parecen bastante contraintuitivos, por ahora, para quienes se habían acostumbrado a las explicaciones dualistas.
A pesar de esto el dualismo continúa vigente en ámbitos diferentes a los de la ciencia monista y materialista de la conducta, es por lo que el diálogo entre distintos actores aún puede llegar a ser confuso por no intentarse una reducción epistémica explicativa cada vez más necesaria. Entendemos como reducción epistémica o epistemológica la búsqueda del menor número de hipótesis que puedan dar razón del mayor número de fenómenos. Esta reducción epistemológica ha ido permitiendo unificar diferentes conocimientos y ramas científicas a lo largo de la historia. La reducción epistémica debiera ser más explorada en ámbitos de la psicopatología.
El término transnosológico o transnosográfico lo referimos a una modalidad tecnológica, una forma actitudinal y reflexiva ante el fenómeno mismo de las conductas que se alejan de un modo u otro de la normalidad, entendiendo esto siempre en relación a un contexto socio cultural y a un a priori no dualista. También el término es ajustado para describir la persistencia de una relación de dependencia entre variables intermedias a través de entidades nosográficas diferentes.
Esta limitación a la categorización, resulta el paso necesario para iniciar la búsqueda de nuevos modelos diagnósticos. Ejemplo y explicación de esta necesidad de limitar la categorización y buscar algunos procesos complementarios es que, hasta la fecha, no hay en la psicopatología una sola clasificación fisiopatológica a la manera de otras especialidades de las ciencias médicas, seguramente por la particular naturaleza de los procesos y síntomas llamados mentales.
Nuevas visiones sobre estas cuestiones se publican de manera cada vez más frecuentemente en revistas especializadas, la idea Trans-diagnóstica y Trans-nosográfica se extiende a velocidad entre los psiquiatras y psicólogos en la práctica cotidiana; muchos especialistas en epistemología psicopatológica, y clínicos de reconocimiento mundial (Germán Berrios, H.M, Van Praag, Norman Sartorius, Paul Bercherie, Jim Van Os y otros) coinciden en proponer una emergencia epistemológica en la Psiquiatría a pesar de pertenecer a corrientes teóricas diferentes.
Los diagnósticos basados exclusivamente en la descripción fenomenológica, cuyos orígenes se remontan al siglo XIX, comienzan a ser insuficientes y no se ajustan a los nuevos conocimientos que surgen de los estudios genéticos, moleculares y epidemiológicos que se hacen en la actualidad, hasta la vieja y robusta distinción clásica entre esquizofrenia y el trastorno bipolar comienza a ser puesta en cuestión, desde la farmacología donde pueden usarse muchas veces los mismos fármacos en una que en otra enfermedad y hasta por los estudios genéticos que muestran la acción de muchos genes comunes en las dos patologías, y desde que muchos investigadores alrededor del mundo empiezan a usar el término de psicosis funcional para englobar bajo un término común un determinado fenotipo que trasciende los límites de muchas categorías diagnósticas.
Por otro lado casi todos los diagnósticos categoriales no tiene tratamientos exclusivos de cada una de ellos, lo que nos lleva rápidamente a la cuestión de los límites entre las distintas patologías que parecieran ser más una distorsión de funciones cerebromentales normales antes que fenómenos radicalmente distintos, la continuidad, superposición, intercausalidad, simultaneidad parecen ser más la regla de los síntoma que la exclusividad dicotómica.
El espacio y los haceres que nos ocupan, la psicopatología y terapéutica o la de los fenómenos cerebromentales que podemos referir como desordenados, disruptivos o desajustados al medio, son un área del conocimiento que atraviesa un periodo de revisión conceptual de enormes posibilidades para el surgimiento de nuevas lecturas y nuevas resignificaciones. Se está en el camino de disolver las viejas diferencias entre la Psiquiatría y la Psicología, ambas deberían deconstruirse y reelaborarse en un cuerpo común de conocimientos que se integren en un modelo común explicativo de fenómenos que nos ocupan y que podrían llamarse y denominarse con un concepto que uniera aquello que entendemos por mente y por cerebro. Una unidad de entidad que podemos llamar provisoriamente Continuum Cerebromental o la cerebromente.
Asistimos al fin del dualismo como posición filosófica hegemónica en las ciencias llamadas blandas, a los intentos de salida de la “gravedad cartesiana”, es decir de lo profundamente arraigado que esta en nosotros el pensamiento en el formato dualista cartesiano,que condujeron a la crisis de los paradigmas que guiaron la diagnosis en los últimos años. Refiriéndome específicamente a los sistemas CIE y DSM, sistemas de descripción y clasificación de enfermedades mentales que comienzan a ser abandonados tanto por los investigadores como por los clínicos avezados, por su insuficiencia descriptiva, su débil conexión con los datos de la cotidianeidad terapéutica, su escasa capacidad heurística y de su casi nula explicación etiológica.
Desde un punto de vista kuhniano nos hallamos en el periodo de disolución paradigmática y en la efervescencia intelectual ante la situación de crisis y búsqueda de nuevos paradigmas que empiezan a ser planteados. Ejemplo y consecuencia de esto es el surgimiento de lineamientos teóricos alternativos a los paradigmas psicopatológicos del siglo XIX y XX ,casi todos ellos dominados por nuevos sistemas de nomenclatura, nuevas aproximaciones diagnósticas, la psiquiatría genomica, la psiquiatría de precisión, la psiquiatría basada en la evidencia, la epidemiología psiquiátrica, la llamada psiquiatría traslacional que, intenta hacer un puente entre la investigación dura, con su imponente maraña de datos cuya utilidad debe ser tamizada para llegar a su aplicación en el campo asistencial, y numerosos nuevos intentos clasificatorios de síntomas, como los RDOC, HiTOP, y otros, así como nuevas clasificaciones de psicofármacos como el sistema NbN2 de la ECNP. Los marcos de referencia epistemológicos también están en momentos de revisión, las neurociencias, la genomica y la informática han impactado con fuerza en los marcos teóricos de la psicología y psiquiatría tradicional.
Los diagnósticos categoriales del sistema DSM se hallan en proceso de final de paradigma, el concepto de categorías y la categorización de la diagnosis se torna insuficiente en la investigación y la práctica cotidiana y pareciera solo sostenerse por intereses comerciales o como instrumento comunicacional.
La salida del proceso de categorización absoluta también parece inconducente e innecesaria por el momento, pero al menos si se hacen visibles las limitaciones de ella como unico metodo de organizar la experiencia sensible, como proceso único como constructivo de la diagnosis, no podemos olvidar que al categorizar ya lo hacemos con un cuerpo de selección de información previa categorizamos con la forma de lo que sabemos y nunca la observación es aséptica. Esta limitación a la categorización, resulta el paso necesario para iniciar la búsqueda de nuevos modelos diagnósticos, ejemplo y explicación de esta necesidad de limitar la categorización y buscar algunos procesos complementarios es que, hasta la fecha, no hay en la psicopatología una sola clasificación fisiopatológica a la manera de otras especialidades de las ciencias médicas, seguramente por la particular naturaleza de los procesos y síntomas llamados mentales
Para la aproximación transnosografica la idea de continuidad o identidad de lo que entendemos por cerebro y mente es fundamental y además es necesario aceptar que el sujeto de los predicados mentales es el cerebro o la cerebromente, por lo tanto llamaremos a los síntomas mentales: “síntomas cerebromentales” por lo que la diferencia trascendencia o inmanencia la resolvemos en favor de esta última puesto que de cierta manera, querer separar la inmanencia del sentido equivale a separar la orientación del pensamiento. Se torna necesaria entonces de otra idea que va en la misma dirección: la idea ordenadora de la Evolución, la genial y peligrosa idea de Darwin une de un plumazo la materia con el significado. La Selección natural es el sentido funcional que emplea la materia biologica para disminuir la entropía
Podemos ahora usar la idea de cerebromente con más legitimidad y al verla desde la óptica evolucionista podemos hablar de síntomas cerebromentales, los síntomas adquieren de esta forma mayor potencia ontológica par ser considerados y se convierten así en el objetivo para ser reconocidos entendidos y tratados como tales, siguiendo a German Berrios podemos decir que los síntomas cerebromentales son “Objetos Híbridos”, objetos que reúnen propiedades objetivas y subjetivas al mismo tiempo y son solo diferencias de intensidad, forma, temporalidad o ajuste contextual en lo que se diferencien de cualquier conducta normal, que es sino esto la depresión el miedo, la agresión, la impulsividad, la angustia, un delirio o una alucinación, la misma psicosis no puede ser un estado dicotómico sino una gradualidad de estados de re-conocimiento y valoración de información.
Los síntomas cerebromentales poseen capas o niveles que se extienden desde una polaridad mental o “cáscara semántica” a el otro extremo, de la profundidad del comportamiento último de la materia de la que esta constituido el cerebro. A mitad de camino la actividad sináptico-neuronal construye procesos sintácticos inconscientes o sea un orden relacional operante que adquiere actitud intencional al acercarse a la polaridad consciente y semántica
Al considerar los niveles o capas de los síntomas cerebromentales el abordaje y tratamiento de estos puede hacerse fácilmente sin exclusiones excepto por un sentido interno de coherencia o por carencia de información suficiente, la aproximación transnosografica sustenta las acciones que llamamos psicoterapias y las farmacológicas sin contradicciones y plenamente complementarias.
Las psicoterapias (termino con fuerte raigambre dualista) operan a traves del sentido y significado cambiando patrones cerebromentales por su acción sobre la cáscara semántica en forma directa y más indirectamente y con mayor plazo temporal sobre la dimensión sintáctica-inconsciente-neuronal siendo poco probable una acción suficientemente significativa sobre los mecanismos epigenéticos- genéticos-moleculares. Pero lo más importante es que de esta forma las palabras son constituyentes físicos que tienen eficacia y acción biologica. Es decir las palabras, desde el punto de vista transnosografico son como psicofármacos. Por lo tanto las para llamadas psicoterapias deberíamos encontrarle un nombre que las releve del dualismo implícito que portan.
La prescripción farmacológica también puede tener una dimensión transnosografica, medicamos procesos biológicos disfuncionales, de manera parecida a la propuesta por Stephen M Sthal, quien propone descomponer el diagnóstico categorial en sus mecanismos y procesos sináptico-moleculares, relacionar este con una conducta o acción fenomenológica y escoger el psicofármaco más adecuado, teniendo cuenta todas las características del mismo.
Para la transnosografia, en vez de deconstruir el diagnóstico categorial, demoramos el “efecto de cierre” (Germán Barrios) y pensamos en todos los diagnósticos posibles en los cuales el sintoma puede encontrase y por un proceso de pensamiento más inductivo, podemos primero acercarnos a dimensiones, espectros, redes, etc, llegando a demorar lo más posible hacer efecto de cierre en una categorización.
El propio DSM V comienza a considerar modelos alternativos de la diagnosis aunque aún permanece dentro de la orientación categorial deductiva, circunstancia que da cuenta de la inminente llegada de nuevos paradigmas diagnósticos y terapéuticos hasta nuevas formas de abordar el sufrimiento para las personas y su entorno que portan muchos de los desórdenes de la actividad cerebromental.
La visión Transdiagnóstica y Transnosografica se inscribe como un modelo teórico y actitudinal alternativo con predominio del pensamiento inductivo , no desiderativo y que contempla el punto de vista heterofenomenologico (Daniel Dennett), con potencialidad prospectiva para seguir desarrollandose y expandiendo.
El autor
Dr Claudio Bernard Dresl
Médico UNLP
Médico Especialista en Psiquiatria UBA
Ex-Medico Stagiaire Hopital Sainte-Anne. Paris- France
Miembro ECNP
Mail de contacto: claudiodresl@gmail.com