Profesor Dr Roberto Borrone
Profesor Adjunto de la Cátedra de Oftalmología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA) Doctor en Medicina (UBA)
Texto del discurso
Sr. Presidente de la Asociación Médica Argentina, Profesor Dr Miguel Ángel Galmés; Sr Vicepresidente Profesor Dr Roberto Reussi; Sr Presidente de Honor Profesor Dr Elías Hurtado Hoyo, distinguidos colegas de la Comisión Directiva y de las distintas comisiones de la AMA. Colegas y familiares que nos acompañan en forma virtual.
Nos toca vivir como sociedad en general y como médicos en particular, circunstancias excepcionales ante la Pandemia que azota al mundo.
Vaya ante todo, nuestro sentido recuerdo y homenaje a los colegas que perdieron la vida ejerciendo su labor.
Estas circunstancias ubican a esta conmemoración del día del médico en un contexto único en la historia. Cuando los Profesores Gustavo Piantoni y Miguel Ángel Galmés se contactaron conmigo para que compartiera ante Uds mi último artículo en el diario La Nación (17 de noviembre 2020), titulado “Médicos en Argentina: los aplausos no alcanzan”, comprendí que todos habíamos llegado a la misma conclusión: ya no alcanzan los lugares comunes en nuestros mensajes (no por eso despojados de trascendencia como el rol del médico ante la sociedad y su compromiso profesional y ético hacia ella). La pandemia desnudó nuestra fragilidad y la esencialidad del equipo de salud.
Llegó la hora colegas de preguntarnos cuál debe ser el compromiso de la sociedad hacia los médicos. En lo personal he desarrollado mis ya 4 décadas de vida profesional en el ámbito asistencial, docente y de investigación. Es una evidencia compartida por todos los colegas que un escenario hostil hacia el médico, repercute en su labor cotidiana en cualquiera de esos tres ámbitos. En estas 4 décadas he visto que los problemas de los médicos en el ejercicio profesional no sólo han persistido en el tiempo sino que, peor aún, se han profundizado. Mi intención entonces es salir de los discursos de ocasión e intentar hablar en forma muy sintética de nuestros problemas reales y proponer posibles soluciones.
Un destacado grupo de médicos argentinos redactó sus reflexiones hace ya 11 años en un libro que se tituló ¿Por qué ser médico hoy?. En el prólogo se cita a Jean-Paul-Sartre, quien dijo: “Todos somos responsables de lo que no tratamos de evitar”.
La palabra “esencial” deriva del latín tardío essentialis. Así nos ilustra el Diccionario de la Real Academia Española cuya acepción 2 define este término como algo “sustancial, principal” y en su acepción 3 como “imprescindible o absolutamente necesario”. Los médicos fuimos calificados durante la Pandemia COVID -19 como “trabajadores esenciales”. Si focalizamos la atención en los colegas que por su especialidad están en la primera línea de la batalla esa definición adquiere su máxima dimensión Si bien esa calificación surgió de las autoridades a la hora de organizar las actividades durante el aislamiento social, preventivo y obligatorio, rápidamente la sociedad potenció con su reconocimiento la dimensión de esa “esencialidad”. y esto se tradujo en los aplausos de las 21 hs. (hoy ya inexistentes). Sin embargo, hay muchas posibilidades que esa “empatía” de las autoridades y la sociedad con los médicos se extinga cuando el riesgo y el temor generado por el Coronavirus desaparezca.
El primer interrogante es si la normalidad posterior a la Pandemia nos depositará a los médicos en la misma situación de consideración previa a la Pandemia.
Si esto ocurriera, esta dura lección no habrá dejado ningún aprendizaje, al menos en este aspecto. Si la relación de la sociedad (y específicamente de los responsables de nuestro fragmentado sistema de salud), con los médicos retorna al punto previo a la pandemia volveremos a tener un sistema de salud sustentado en el heroísmo circunstancial y en el “apostolado del médico” que, si bien son rasgos muy deseables, deberían estar protegidos y apuntalados por un sistema de salud racional.
La gran pregunta es si los tres subsistemas de salud en la Argentina; el público, el de obras sociales y el privado seguirán con su trato hostil hacia los médicos traducido en ingresos indignos y un escenario laboral inadecuado.
¿Tendrán los médicos que continuar dispersando esfuerzos en un pluriempleo que atenta contra su salud (“burnout”) y contra la calidad de la prestación que reciben los pacientes? ¿Las sociedades médicas científicas lograrán armonizar sus objetivos académicos, propios de sus orígenes de hace 100 años, enfocándose también en la nueva realidad del escenario laboral profesional? ¿Se involucrarán definitivamente los médicos en sus asociaciones profesionales colaborando con los colegas que intentan mejorar aquellas condiciones?
No es bueno para la sociedad que sus médicos estén agotados y sin tiempo suficiente para actualizarse ni para investigar (me refiero a la investigación clínica). No es bueno ser atendidos por médicos automatizados y/o desmoralizados. No es bueno que el médico no disponga de tiempo para escuchar al paciente y mirarlo a los ojos en lugar de verse forzado a concentrarse en la pantalla de su computadora (aquéllos que disponen de ella en el consultorio) el 50 % del tiempo de una consulta de 10 minutos. Tampoco es bueno para la sociedad que haya especialidades críticas con un marcado déficit de profesionales en ellas a pesar que el número total de médicos del país sea uno de los más elevados del mundo en relación a la población. Los médicos están decidiendo no dedicarse a la clínica médica, la pediatría, la neonatología o la terapia intensiva (entre otras especialidades), simplemente porque la relación esfuerzo / riesgo / compensación es absolutamente absurda. Tampoco deciden instalarse en lugares remotos porque no existe un sistema de salud que los ampare en ese esfuerzo.
Por todas estas razones para los médicos argentinos los aplausos (ya inexistentes), no alcanzan. Quizás deberíamos dejar de lado la calificación con cierto dejo peyorativo de “prestador”, verdadero emblema de un sistema que maltrata a los profesionales de la salud (la enfermería es otra de sus víctimas), y recuperar todo lo que significa ser médico.
Le propongo Sr Presidente, Prof. Miguel Ángel Galmés que los médicos seamos protagonistas activos de una política de Estado en Salud. Pero que no sólo participemos en su elaboración, sino que nuestra participación en su implementación y ejecución sea absolutamente central y permanente. ¿Cómo es posible que los temas de salud sufran los vaivenes de las administraciones políticas de turno y lo que es peor aún sin la participación de los médicos más expertos y sus respectivas instituciones? Siempre hemos estado esperando que otros resuelvan los problemas de nuestro ámbito profesional.
Llegados a este punto, el instrumento que imagino para que esto se concrete es promover la creación de una Agencia Nacional de Salud, es decir, un ente descentralizado del Estado. Lo que le propongo Sr Presidente y colegas es concretamente que Instituciones como la Asociación Médica Argentina, conjuntamente con la Academia Nacional de Medicina, las Facultades de Medicina y todas las Sociedades Científicas; Asociaciones Gremiales y Colegios Médicos (respetando nuestro ordenamiento federal), nutramos con nuestros mejores profesionales a esa Agencia Nacional de Salud mediante estrictos concursos de idoneidad. Todas esas instituciones médicas deberían ser asesoras permanentes de dicha Agencia.
Esta Agencia generaría proyectos y protocolos y controlaría su ejecución en forma conjunta con los Ministerios de Salud (nacional y provinciales), en todo la vinculado a la planificación de recursos humanos del equipo de Salud, acreditación de Instituciones asistenciales y todos los aspectos vinculados al ejercicio profesional. Hay múltiples temas que requieren una definición, por ejemplo el ingreso a las Facultades de Medicina; que las residencias formen parte de la carrera de medicina , es decir residencias universitarias obligatorias en centros asistenciales rigurosamente acreditados; eliminación del sistema de concurrencia ad-honórem; establecer cupos de vacantes en las residencias de cada especialidad de acuerdo a las necesidades del país; estimular la formación en especialidades críticas; estimular la radicación de médicos en sitios alejados de los grandes centros urbanos; revalidación obligatoria del título de especialista cada 5 años pero no con una finalidad punitiva sino con el foco puesto en la actualización y educación médica continua; jerarquización del resto de las profesiones del equipo de salud (tanto a nivel formativo como salarial); participación activa en el diseño de una planificación de un sistema de salud nacional que armonice los recursos de los tres subsistemas estableciendo vasos comunicantes entre ellos para lograr una mejor equidad y eficiencia ; entre otros temas trascendentes.
Nuestro ejemplo más cercano de este tipo de agencias descentralizadas es la ANMAT. EEUU, si bien se basa en un ordenamiento jurídico diferente, tiene una gran cantidad de agencias con injerencia específica en distintas áreas siendo permanente su interacción con la administración política de turno.
Solo con una política de Estado en Salud que tenga garantizado su cumplimiento -independientemente de los vaivenes políticos-, mediante la supervisión y ejecución de los proyectos a mediano y largo plazo, lograremos dejar atrás nuestras cíclicas frustraciones.
Retomo aquí, colegas, la frase de Jean Paul Sartre: “Todos somos responsables de lo que no tratamos de evitar”.
Como reflexión final considero que es un imperativo ético rescatar la esencia de la relación médico-paciente para que esta se desarrolle en las mejores condiciones posibles para ambos protagonistas. Lograremos de esta forma (siguiendo expresiones acuñadas por el recordado maestro Dr Francisco Maglio), salir de una relación médico-paciente de dos “co-sufrientes” y recuperar lo que nunca se debería perder, es decir, el encuentro entre una conciencia y una confianza.
Muchas gracias