El respeto a la voluntad ante la muerte

¡No, gracias!

Carta anticipada al médico que decidirá por mí cuando yo no pueda hacerlo.

Autor/a: Daniel Flichtentrei

"¿Y cuanto vale dormir tan custodiado
de expertos cínicos y botones dorados?
"
Patricio Rey

Soy médico, igual que vos. Estuve en el lugar en que ahora estás, cientos de veces. Pero, claro, es la primera vez en que me toca estar donde ahora estoy. Conozco lo que pasará por tu cabeza, el modo insistente en que te preguntarás ¿qué hubiera querido? ¿cuáles serán mis valores y creencias, cuáles mis deseos? Sabés que ya no podrás averiguarlo. Que es tarde, irremediablemente tarde. Por eso prefiero anticiparte mi respuesta. Antes, espero que mucho antes, de te hagas esa pregunta.

No tengo intención alguna de morirme, pero mucho menos de vivir de cualquier modo. Quiero la vida, pero una que merezca ser vivida. No importa lo que creas vos. Eso vale solo para tu propia vida, no para la mía. Yo soy mis ideas, mis recuerdos, mi autonomía y mis afectos. Si no puedo tenerlos, no me obligues a prolongarme en un cuerpo ajeno donde ya no voy a estar.

Te pido que te detengas un momento antes de actuar. Que pienses en lo que acabo de decirte antes de extender tu mano buscando el laringoscopio, de que ordenes en voz alta e imperativa: “traigan un respirador”, de que te lances sobre mi pecho para romperme las costillas mientras tus ojos miran el monitor y le ordenás a los gritos a tu residente que tome una muestra de mi sangre arterial. Por favor, detené por unos segundos la máquina que te gobierna. Pensá en mí, pensá en vos. En el fundamento de lo que a los dos nos trajo hasta este lugar. En lo que vas a hacer antes de que el adiestramiento enfático y la conciencia amordazada te conviertan en un autómata. También a mí, alguna vez, me devoró esa boca.

Si creés que lo que estás por hacer podrá rescatar lo que soy y concederme un tiempo más de vida con la dignidad que merezco, hacelo. Te lo voy a agradecer mucho. Pero si, como tantas veces nos ha ocurrido a todos, sabés que lo que seguirá al “éxito” de tu intervención será una agonía interminable, una absurda ficción de vida, un culto idiota a los parámetros vitales que desprecia la existencia, por favor, no me hagas nada. Dame el mínimo confort que todos merecemos, el respeto a la intimidad y a la trascendencia del final. Dame permiso para morir.

¡Cómo no voy a entenderte! Si yo también he sentido como un credo pagano que la muerte es siempre una derrota personal. Que la gente se “me” moría. Que era más un problema mío que de ellos. Que yo estaba allí para impedirles morir a cualquier precio. También, como vos, yo aprendí, en una escuela hecha de silencios y de eufemismos, que sostener la vida era una obligación. Un imperativo ciego y categórico. No importa cómo, no importa para qué. Yo también he sido vos. Dócil y obediente con su amo como un perro de presa.

¿Querés ser un héroe? Perfecto, pero no te confundas. Héroe es quien discute lo establecido y adopta su propio criterio. No le hace falta el estruendo de la batalla, ni la sangre chorreando desde la cama, ni mis costillas rotas, ni mi cerebro congelado. Yo también me creí un héroe. Ahora sé que fui un minúsculo soldado. No tengas miedo si estás seguro. No intentes salvar lo que ya se ha perdido. Es mi vida, no la tuya, lo que está en juego.

Quiero que si llega ese momento y la decisión está en tus manos, tomes en cuenta mi voluntad anticipada. No tengas miedo. No te sientas culpable. Decile a mi gente que es el final y que se hará como yo hubiera querido. Si te piden otra cosa, si te sacuden y te imploran la futilidad y el encarnizamiento, comprendelos, no los lastimes. Pero no les hagas caso. Atate al palo mayor como Ulises ante el canto de las sirenas. Buscá en mi maletín mis auriculares y mi teléfono. Poneme en los oídos Vamos las bandas y dejá que esa música que me ha hecho tan feliz me acompañe por última vez. Pedite una pizza y una Coca grande, cargalo a mi cuenta y brinda por los dos.

Y si más tarde llega la tropa de generales y de comisarios a recorrer el campo de batalla. Si te preguntan, si te cuestionan, si te humillan por tu flojera y por tu inacción, resistí. Sentí el orgullo legítimo de no ser como ellos. Deciles: "vamos las bandas, rajen del cielo". Deciles que me ofreciste todo su bonito menú de insensateces. Que te miré sonriente. Que te apreté la mano. Que te dije: “no, gracias”.




Respuesta a la carta anticipada al médico que decidirá por “TI” cuando “TU” no puedas hacerlo.

Estimado Colega:

Leí con atención tu carta, y al principio me pareció que no ameritaba ninguna respuesta dado que estoy en un todo de acuerdo con las “directivas anticipadas”.

Sin embargo, algo me hacía” ruidito”, por lo que volví a re leerla, y como suele ocurrir en las relecturas, surgen los detalles que en la primera no había hecho hincapié.

Tú dices en tu carta: “Te pido que te detengas un instante antes de actuar. Que pienses en lo que acabo de decirte antes de extender tu mano buscando el laringoscopio, de que ordenes en voz alta e imperativa “traigan el respirador”, antes de que te lances sobre mi pecho etc etc…”, hete aquí el tema: tu ubicas tu muerte en una sala de guardias compleja o en una sala de asistencia de críticos, terapia intensivas o unidades coronarias.

Al ubicar tu muerte en esas salas, estas  estigmatizando a los médicos que trabajamos en las mismas, como los “encargados de la muerte”. Y esto es lo que tengo que decirte; si bien trabajamos cotidianamente con enfermos críticos, y estamos acostumbrados al tema, no nos consideramos como los “únicos encargados” del  tema que nos atañe. La muerte.

La cosa es más compleja, y tengo para mí, que este vicio,  del cual, los médicos que trabajamos en unidades de críticos y emergencias, hemos sido participes necesarios,  debe ser reconsiderado a la luz de las “directivas anticipadas”. Con énfasis te lo digo, no debemos permitir en lo posible, el ingreso a las salas de enfermos críticos, a los enfermos terminales, cualquiera sea el origen de la afección que lo aqueje, máxime si hay directivas anticipadas.

 Para esto, por favor, envíale a tus médicos de confianza, a quien te asista de tus enfermedades, tus” directivas anticipadas”, me explico?; que sea él, quien administre tus directivas y no permita tu ingreso a las salas de enfermos críticos. Que permita que tu muerte sea en tu casa  o en una sala  adecuada a la asistencia de la muerte. Acompañado de tus afectos, y con el confort que reclamas en tu carta.

Como te digo arriba, “la cosa es más compleja”, y como es costumbre, los seres humanos nos manejamos con ideas preconcebidas que dificultan las comunicaciones. Seguro lo sabes tú, pero la mayoría no, la muerte, lamentablemente, no  es siempre  un proceso rápido. Es un proceso que suele durar días, hasta meses, y está en él, la ciencia y arte de quien sea tu médico, saber  y reconocer los pasos del proceso,  comunicarlos adecuadamente, generando la confianza que se necesita en todo acto médico, entre tú y el y el y tu familia.

Para males, si los hay, las “Escuelas y facultades de medicina”, no tienen en su curricula la materia como tal, “La Muerte”. Nos enseñan  a reconocer, tratar y a veces curar las enfermedades, pero no a como se muere. Y como tú sabes, esta, la muerte es el final de la vida, pero parte de la misma al fin.

Por todo esto, muchos colegas que no trabajan exclusivamente con enfermos críticos, prefieren que sus enfermos tengan el óbito  en salas de enfermos críticos.

Sin embargo, debemos regresar a la época en que “cada especialidad, en los lugares adecuados, se hacían cargo de las muertes que les competen”. Porque esta es la manera, para que todos los médicos nos humanicemos, entendiendo que, al saber de la incurabilidad de tu enfermedad, conocer tu entorno y cuando, como tú dices “llega el momento y la decisión está en tus manos tomes en cuenta mi voluntad anticipada. No tengas miedo. No te sientas culpable…” y solo dejemos que el final, sin eufemismos: La Muerte, permita a los que asisten, estar tranquilos y al que parte lo haga con dignidad, alejado de las salas de enfermos críticos.

De esta manera, así, nadie se preguntará como Patricio Rey: ¿“Y cuanto vale dormir tan custodiado de expertos clínicos y botones dorados? .

Gracias por tus conceptos que permiten abrir un debate necesario.

Daniel Fainstein. MP 1221.
Médico Especialista en Clínica Médica y Terapia Intensiva