Naturaleza y cultura

Genios: entre los genes y el ambiente

Opiniones diversas que asignan un rol diferente a la naturaleza o la cultura.

Estudio de Harvard
La genialidad no se hereda
Pesa más la educación que el ADN.

Por Tesy De Biase

¿Los ganadores de los premios más prestigiosos del planeta llevan la genialidad grabada en el ADN? ¿Provienen de familias con coeficientes intelectuales privilegiados?

No, responden el profesor de psiquiatría de Harvard Albert Rothenberg y su colega Grace Wyshak, que estudiaron el árbol genealógico de casi 500 literatos y científicos reconocidos con el Premio Nobel. Una síntesis de sus hallazgos fue presentada días atrás en la ciudad de Buenos Aires durante el Congreso Mundial de Psiquiatría.

Los investigadores partieron de los postulados del británico Francis Galton, primo de Charles Darwin, que dos siglos atrás encendió la discusión sobre el binomio naturaleza y cultura. Galton estudió a personalidades muy destacadas y concluyó que debían el éxito a las privilegiadas inteligencias que habían heredado: a la hora de su gestación, la suerte estaba sellada. Así lo definió en el famoso libro Hereditary Genius y desde su publicación genio y herencia quedaron anudadas.

Convencidos de las desavenencias de semejante matrimonio, Rothenberg y Wyshak comenzaron a estudiar a los literatos más reconocidos (50 laureados con el premio Nobel, 135 con el Pulitzer). El análisis se extendió a sus padres para verificar si tal astilla procedía de las presuntas genialidades del palo.

"En general se dice que el genio se hereda, pero nuestros resultados contradicen a Galton y su teoría de la transmisión directa del genio", dice hoy Rothenberg. Apenas el 1% replicaba la profesión de alguno de sus padres; el 76% compartía con el padre del mismo sexo una actividad equivalente, en tanto incluía la utilización del lenguaje, por ejemplo periodismo, lingüística o edición. Hasta aquí nada novedoso o inesperado. El punto más original del hallazgo surgió del análisis del juego de deseos insatisfechos y asignaturas pendientes de los progenitores.

Para corroborar en qué medida esta hipótesis se cumplía entre quienes se destacaban en el mundo de las ciencias, Rothenberg estudió el árbol genealógico de 435 de los 488 químicos, físicos, médicos y fisiólogos que recibieron el Nobel entre 1901 y 2003. Con la información obtenida, el investigador sostiene que la genialidad no depende de los genes sino de una constelación de factores que sí son hereditarios pero no genéticos, es decir con un sesgo psicológico.

El terreno sobre el que los premiados crecen en general ha sido fertilizado con la orientación creativa, la motivación y la inversión educativa de los padres. Pero según Rothenberg, también con sus deseos incumplidos, que empujan por realizarse a través de los hijos. Con el padre del mismo sexo se produce un juego de identificación y competencia que da por resultado un producto nuevo y superador. Este enroque entre lo viejo y lo nuevo que implica una ruptura y una nueva identidad es, justamente, lo que define a la creación.

Los procesos afectivos y cognitivos involucrados en la creatividad "son complicados y resultan de una combinación de educación, genética y factores sociales", sintetiza Rothenberg. "La creatividad se produce por una constelación de múltiples factores", define el médico psiquiatra Héctor Fiorini, director del Centro de Estudios en Psicoterapias.

"La genética puede dar ciertas disposiciones como el cociente intelectual, la capacidad para las matemáticas o la música. Pero aun cuando una persona nace con cierto talento, tienen que combinarse otros factores como la educación sin la cual no llega a dominarse una disciplina, y factores de personalidad como la curiosidad, el interés apasionado, la capacidad de asombro y la intuición."

Fiorini coincide con Rothenberg pero se distancia al desenmascarar el lado oscuro del mandato familiar: "A veces el deseo insatisfecho de los padres es un buen estímulo. Pero en muchos otros casos es vivido como una presión y provoca frustraciones personales".

A su entender, lo específico de los grandes creadores es el pensamiento involucrado en la producción de su obra: utilizan un pensamiento "anticonvencional o divergente, que se aleja de los esquemas de uso habitual; resuelven temas complicados por una vía inesperada. Son personas que logran crear un punto de vista nuevo, distinto, original. Ven lo que los otros no ven". Además, aunque la creación es un terreno que transitan muchos, no todos son capaces de soportar el proceso de transformación capaz de "organizar un cosmos".

En su libro El psiquismo creador, Fiorini bucea el funcionamiento psíquico de los grandes creadores, que se animan a dar vuelta el mundo, atravesar el caos y crear un mundo nuevo. Tal como se refiere al genial Arthur Rimbaud su biógrafo Cintio Vitier: "Es menester caotizar el caos habitual de nuestros sentidos, desordenar el sólido desorden de nuestra costumbre, confundir la confusión que nos adormece en la vaguedad mediocre de nuestra infinita penumbra vital, para que el otro, el verdadero yo inalcanzable, pueda salir a su intemperie, a lo desconocido"..

La genialidad no se hereda

Tras estudiar a más de 400 chicos con alto coeficiente intelectual, Irma Burati, que dirige Sapyens, una institución centrada en el desarrollo de talentos, opina que "son chicos que nacen con condiciones especiales y es difícil su inserción escolar. Los padres no saben qué hacer y los docentes los expulsan porque se aburren, saben todo, corrigen a la maestra y terminan desarticulando sus clases". Su propuesta consiste en estimularlos con "profesores específicos para que puedan desarrollar sus talentos".

"Contar con un talento debería ser vivido con alegría -dice Paz Bourse, coordinadora del Centro de Alto Potencial Intelectual del Colegio Norbridg-. He visto muchos padres que ejercen una presión muy grande sobre sus hijos talentosos. Así, el talento pasa a ser una pesada carga"..

La Nación


En torno al aumento de la inteligencia en los jóvenes

Un nuevo estudio reabre la discusión sobre las causas del 'efecto Flynn', una ganancia de tres puntos en el cociente intelectual por década.

ROBERTO COLOM

 

 

James Flynn, el científico que popularizó el famoso efecto que lleva su nombre, observó, mientras paseaba por Barcelona recién estrenado el tercer milenio, que las personas mayores con las que se encontraba tenían una estatura media relativamente baja, mientras que los jóvenes eran muy altos. En España se había producido una extraordinaria ganancia generacional de estatura, posiblemente relacionada con el efecto Flynn, un incremento de inteligencia, tal como la medimos los psicólogos, documentado en el siglo XX en países occidentales y orientales, más y menos desarrollados económicamente.

Para demostrarlo, el científico catalán Josep María Lluis i Font, que en 1970 obtuvo las puntuaciones de un grupo de niños en un test de inteligencia aplicado en Barcelona, administró 30 años después el mismo test a un grupo equivalente de niños, revelándose una ganancia de inteligencia equivalente a tres puntos de cociente intelectual (CI ) por década, precisamente el incremento promedio observado internacionalmente.

Hay dos grandes hipótesis rivales para explicar el efecto. La de la estimulación cognitiva predice una mejora entre los más y menos inteligentes, mientras que la hipótesis nutricional predice una mejora en los segundos pero no en los primeros. Los datos de Lluís i Font apoyaron la perspectiva nutricional.

A Flynn le disgustan estos resultados, pero Richard Lynn ha revisado las causas potenciales -mejoras educativas, mayor complejidad cognitiva de los ambientes recientes, mejoras de las prácticas de crianza, actitudes más atrevidas y sofisticadas al resolver los tests de inteligencia, mejoras nutricionales y heterosis o vigor híbrido-. Puesto que las ganancias se observan en bebés, niños de preescolar, niños en edad escolar y adultos, los únicos dos factores que encajan son la nutrición y la heterosis.

Según Mike Mingroni, la causa no puede estar en el ambiente postnatal -nutrición, educación, cuidados médicos, práctica, actitud hacia los tests o el tamaño de la familia?ya que los estudios sobre gemelos idénticos criados por separado y los estudios de adopción no revelan una influencia del ambiente familiar. Además, los estudios sobre el nulo efecto del orden de nacimiento descartan un efecto del ambiente extrafamiliar.

La explicación más simple para este interrogante puede ser un cambio genético en la población. Si el efecto Flynn tiene un origen genético, cabe esperar una alta heredabilidad de la inteligencia a través de las generaciones, como de hecho sucede. También se pronostican efectos en otros factores influidos por los genes, como la estatura, la velocidad en el desarrollo, la miopía, el asma, el autismo, la hiperactividad o el tamaño craneal. Los hechos encajan.

Mingroni defiende que los cambios ambientales pueden ser el efecto, no la causa, del aumento de inteligencia de las poblaciones. Si la inteligencia aumenta, entonces se pueden esperar los cambios ambientales observados. Nuestro mundo es ahora más complejo cognitivamente.

La explicación de que la heterosis produce las ganancias de inteligencia, lo que, a su vez, promueve los cambios en el ambiente, es más simple que las explicaciones ambientales. Los movimientos demográficos facilitan el incremento de heterocigotos, lo que provoca cambios en rasgos que presentan dominancia genética. No se requieren cambios en los genes, sino de su distribución en la población, algo que puede ocurrir en una sola generación.

Flynn tampoco comulga con la heterosis. Su teoría es que la mejora debe ser atribuida a la revolución científica que ha inundado el pensamiento humano en el siglo XX liberándolo del razonamiento concreto. El incremento de la escolarización y la naturaleza de las actividades de ocio han alterado, según él, el equilibrio entre pensamiento concreto y abstracto. Nuestras experiencias vitales plantean ahora problemas ausentes en el mundo de nuestros antepasados. En 1900, la mayor parte de los ciudadanos vivían en una época precientífica. Ahora no.

Recientemente, Jonathan Wai y Martha Putallaz han publicado un artículo en la revista Intelligence explorando casi dos millones de casos y encontrando que entre los individuos más inteligentes también se aprecia un efecto Flynn. Por tanto, el incremento generacional de inteligencia se produce entre los más y los menos inteligentes.

Si el aumento es general, entonces el agente causal debe ser también global. La heterosis vale. El incremento de estimulación social también. Pero, en el segundo caso, se cae en un argumento circular: el incremento de estimulación social aumenta la inteligencia de la población pero ¿qué produce el incremento de estimulación? Mingroni sostendría que una población más inteligente promueve la creación de ambientes más complejos, rompiendo, así, el círculo vicioso.

El País, Madrid