Fabiola Czubaj
Cuando subimos a un avión, lo hacemos con ansiedad, miedo o simplemente estresados por los preparativos para llegar a tiempo al aeropuerto. En un vuelo largo, esa mezcla de emociones puede jugarnos en contra si tenemos un problema cardíaco, respiratorio o incluso anemia.
Aunque no nos den síntomas en tierra, en una cabina presurizada pueden ayudar a que disminuya aún más de lo normal la llegada de oxígeno al corazón y al cerebro a más de 2000 metros de altura. Si eso ocurre, puede sobrevenir un paro cardíaco. Según estadísticas internacionales, una de cada dos víctimas a bordo sobrevivirá con las maniobras de resucitación cardiopulmonar (RCP) bien aplicadas.
Para esto, habrá que introducir ciertas modificaciones al procedimiento que se utiliza en un hospital o en la calle, según acaba de demostrar un equipo de médicos y azafatas argentinos. En vuelo, si el rescatista no recibe oxígeno puro por vía nasal mientras realiza la RCP, le aumentan la presión, los latidos (hasta 155 por minuto) y la falta de aire. Eso, según el estudio, hace que el nivel de oxígeno en la víctima baje hasta el 10%, lo que es demasiado bajo como para recuperarse sin sufrir consecuencias neurológicas.
"Normalmente, una persona sana y que no fuma tiene una saturación de oxígeno en sangre del 99%, pero en un avión eso puede caer a hasta el 80 por ciento. Si ese individuo tiene algún problema respiratorio, cardiovascular o una anemia, puede bajar hasta el 70-60 por ciento", explicó el doctor Vicente Ciancio, director del Instituto de Medicina Aeronáutica del Sanatorio Modelo de Quilmes y presidente del Comité Científico en Cardiología Aeroespacial de la Fundación Argentina de Cardiología (FAC).
Junto con el doctor Pedro Oliveri, jefe del Servicio Cámara Hipobárica del instituto, Ciancio dirigió el trabajo en el que participaron azafatas de vuelos internacionales de Aerolíneas Argentinas. El equipo recreó el ambiente de una cabina de avión y, con ayuda de un maniquí preparado para registrar el nivel de oxígeno y otras funciones vitales, las azafatas pusieron en práctica el procedimiento para el que están entrenadas. Eso incluye las compresiones torácicas y las respiraciones boca a boca, pero no el uso de un desfibrilador portátil.
"Cuando ocurre un paro cardíaco, que es parte de la muerte súbita, en el 80% de los casos es por una arritmia o caos cardíaco. En ese caso, hay que «resetear» el corazón con un choque eléctrico sobre el tórax para que arranque nuevamente", explicó el doctor Daniel Corsiglia, responsable de la Secretaría de Desarrollo de la Red Nacional de RCP de la FAC.
Y aclaró que cuando la víctima tiene una fibrilación ventricular, el desfibrilador es imprescindible. "Lo adecuado es conocer las técnicas de reanimación y aplicarlas; tener equipos que permitan realizar la desfibrilación y tener un programa de acceso a esos equipos. Hay lugares o empresas que los tienen, pero no autorizan a usarlos si no hay un médico presente", detalló Corsiglia.
Eso justamente es lo que ocurre a bordo de todos los aviones con matrícula argentina. "En los de Aerolíneas, los desfibriladores no son para uso de la tripulación, sino exclusivamente de un médico que viaje a bordo. Falta una disposición del Ministerio de Salud que autorice a las tripulaciones a usar esos equipos, porque contamos con los cursos necesarios para realizar una reanimación en vuelo", explicó Silvia Sabelli, jefa de cabina de Aerolíneas Argentinas y responsable de la Comisión de Salud de la Asociación Argentina de Aeronavegantes.
Baja presión
En un vuelo internacional, la cabina de los pasajeros está presurizada a una altitud equivalente a los 2200-2400 metros. A esa altura, Ciancio indicó que se produce un fenómeno llamado hipoxia hipobárica: con la disminución de la presión barométrica, se reduce proporcionalmente la presión parcial del oxígeno circulante en el organismo. Eso, aseguró, "nos pasa a todos" en un avión.
"Con la hipoxia hipobárica, se compromete la salud del rescatador y la de la víctima", concluyó el equipo formado por el comité de la FAC, la bioquímica Alicia Rodríguez, el rescatista Marcelo Rinaldi (Cruz Roja Argentina) y Liliana de la Riva, primera comisaria de a bordo de Aerolíneas Argentinas. Rinaldi, De la Riva y los doctores Oliveri, Ciancio y Gustavo Digiovan trabajaron dentro de la cámara hipobárica, donde se recreó el ambiente de altura.
En el estudio, primero se probó la efectividad de la RCP al nivel del mar. Luego, durante un vuelo simulado en la cámara (a 2400 metros de altitud) y por último, con las modificaciones que demostraron darle la máxima efectividad a la reanimación. Fueron suministro de oxígeno puro (1,2 litros por minuto) vía una sonda nasal a la azafata durante las maniobras; uso de un balón autoinflable (ambú) con mascarilla para darle asistencia respiratoria a la víctima, y uso del desfibrilador, si correspondía.
Esas sencillas modificaciones hicieron que el rescatista tuviera una saturación de oxígeno del 96% y una frecuencia cardíaca de 98 latidos por minuto durante toda la RCP, y que el corazón de la víctima recuperara su capacidad contráctil con óptima llegada de oxígeno a la corteza cerebral frontal.
"Encontramos que la hipoxia afecta aún más a las azafatas por la posición que deben adoptar al hacer la RCP: arrodillada, sobre el tórax de la víctima y realizando 30 compresiones, con 2 respiraciones, a 100 contracciones por minuto para simular la frecuencia cardíaca normal", enumeró Ciancio.
En altitud y sin asistencia de oxígeno por vía nasal, las azafatas comenzaron rápidamente a tener disnea y fatiga, mientras la resucitación perdía efectividad. El oxímetro en la víctima mostraba que recibía cada vez menos oxígeno durante las respiraciones boca a boca. "Le estaríamos agravando el cuadro de hipoxia y el que más sufre es el cerebro", agregó.
Corsiglia advirtió que si un pasajero tiene un paro cardíaco y pasan 4 minutos sin hacer nada, ocurre la muerte cerebral. "Lo lógico es que el personal de a bordo esté acreditado para hacer las maniobras y use el desfibrilador", dijo.
Claves
Al nivel del mar, la saturación de oxígeno en la sangre para una persona sana y que no fuma es normalmente del 99% .
En un avión, a más de 2200 o 2400 metros de altura, ese nivel cae hasta el 80% o, si el individuo tiene algún problema cardiorrespiratorio, hasta el 60 o 70%.
La hipoxia (bajos niveles de oxígeno) nos afecta a todos, pero aún más a las azafatas que se encuentran realizando resucitación cardiorrespiratoria, porque deben estar arrodilladas sobre el tórax de la víctima y realizando 30 compresiones, con dos respiraciones, a 100 contracciones por minuto.
Según los investigadores, el rescatista debe recibir oxígeno puro por vía nasal para que no le aumenten la presión, los latidos y la falta de aire, que hacen que el nivel de oxígeno en la víctima baje al 10% y presente riesgos neurológicos.