AGENCIAS / ESTOCOLMO
El Instituto Karolinska de Estocolmo ha sido un año más el encargado de dar a conocer al nuevo premio Nobel de Medicina y Fisiología, que este año ha recaído en los descubridores de los telómeros.
Los ganadores son la australoamericana Elizabeth H. Blackburn, y los estadounidenses Carol W. Greider y Jack W. Szostak, por sus descubrimientos sobre los telómeros y la enzima telomerasa. Los telómeros son una estructura que protege el extremo de los cromosomas humanos y los protege del proceso de envejecimiento.
A medida que las células se van dividiendo, los telómeros se van acortando, algo que, por ejemplo, las células cancerosas contrarresatan produciendo una enzima denominada telomerasa, que les permite seguir sobreviviendo.
Una de las premiadas, Elisabeth Blackburn, 60 años,es profesora de Bioquímica de la Universidad de California, en San Francisco (EEUU). Fue elegida por la revista 'Time' dentro de sus listados anuales de las 100 personas más influyentes del mundo. En 2006 ganó el Premio Albert Lasker de Investigación Médica Básica junto a otro de los premiados, Szostak, y ya en 2007 sonó como una de las candidatas a llevarse el Nobel.
Carol W. Greider (1961), de la Escuela de Medicina de la Universidad de Johns Hopkins (Baltimore, EEUU), ha trabajado estrechamente con Elizabeth H. Blackburn, una de sus maestras. Se licenció en la Universidad de California (Berkeley), donde comenzó sus trabajos de investigación en 1984. El día de Navidad de ese mismo año, Greider identificó una nueva enzima, la telomerasa, que era responsable del mantenimiento cromosómico.
Por su parte, el único de los varones en la terna de premiados es considerado uno de los líderes en el campo de los estudios genéticos desde su laboratorio en el Instituto Howard Hughes de EEUU.
Quinielas
Como suele ocurrir, en esta ocasión tampoco había un favorito claro en las múltiples quinielas previas. Aunque uno de los nombres que sonaba con más fuerza era el del japonés Shinya Yamanaka, descubridor de la reprogramación celular, que permite obtener células similares a las embrionarias a partir de unidades adultas ya diferenciadas (como un cabello o una célula de la piel, por ejemplo).
El año pasado, los laureados fueron tres científicos seleccionados por su contribución en el descubrimiento de dos virus: el del VIH y el del papiloma humano.
El Karolinska tuvo en cuenta hace ahora un año los trabajos de los franceses Luc Montagnier y Françoise Barré-Sinoussi por el descubrimiento "del virus de la inmunodeficiencia humana" (VIH), así como al alemán Harald zur Hausen, cuya elección fue algo más polémica por tratarse del descubridor del papilomavirus, cuyas vacunas han generado amplios beneficios a varias compañías farmacéuticas.
Antes que ellos, en la ilustre lista del Nobel de Medicina figuran Mario Capecchi, Oliver Smithies y Sir Martin Evans, por sus trabajos con ratones de laboratorio; Andrew Fire y Craig Mello, descubridores del ARN de interferencia; o Barry Marshall y Robin Warren, los 'padres' de la principal bacteria intestinal, el Helicobacter.
Una semana intensa
El de Medicina ha sido un año más el encargado de abrir cinco días intensos de premios Nobel en la capital sueca. Después de éste, seguirán en los próximos días los galardones de Física y Química; mientras que el jueves la Academia dará a conocer su decisión sobre el Premio Nobel de Literatura, que el año pasado recayó en el autor francés Jean Marie Le Clézio (de 69 años).
Finalmente, el viernes se conocerá el Premio Nobel de la Paz, que tras la concesión el año pasado del galardón al ex presidente finlandés Martti Ahtisaari (72 años) por su labor de mediación en conflictos, crisis y guerras, las apuestas este año parecen estar completamente abiertas. "Todavía nos quedan dos sesiones antes de la decisión", ha reconocido este fin de semana el director del Instituo noruego del Nobel, Geir Lundestad, en declaraciones a la agencia de noticias NTB.
Por último, el lunes 12 de octubre se conocerá al elegido para el Nobel de Economía, un galardón que comenzó a concederse en 1968.
Los premios Nobel están dotados cada uno con diez millones de coronas (980.000 euros). La ceremonia oficial de entrega de premios será, como cada año, el 10 de diciembre en Estocolmo. La única excepción es el Premio Nobel de la Paz, que se entrega el mismo día en el ayuntamiento de
Oslo (Noruega).
VALORACIONES DEL NOBEL
Un premio a la curiosidad y el empeño
La científica María Blasco recuerda su paso por el laboratorio de una de las premiadas
MARÍA VALERIO
María Blasco se ha enterado por la prensa del premio Nobel de Medicina de este año. Y eso que lleva un par de años nominando a dos de las premiadas, a quienes conoce personalmente de su paso por el laboratorio Cold Spring Harbor de Nueva York (EEUU). Fue allí donde ella dio sus primeros pasos científicos como estudiante postdoctoral y donde se inició en el estudio de la telomerasa.
"Era un premio muy esperado, y ya habían sonado como finalistas en los últimos tres o cuatro años", sentencia con alegría. "Liz Blackburn y su estudiante, Caroline Greider, fueron pioneras en el estudio de la telomerasa, una enzima clave para mantener jóvenes a las células; pero también fundamental en el envejecimiento y el cáncer".
La propia Blasco fue alumna de Greider en su laboratorio neoyorquino al terminar su tesis, y reconoce que le debe a ella su dedicación a la ciencia y concretamente su estudio sobre la relación que hay entre telomerasa, envejecimiento y cáncer. "Carol es una gran deportista; mientras que Liz toca el piano y le gusta salir a navegar por la bahía de San Francisco", recuerda ahora María Blasco, casi 15 años después de su 'postdoc' en Nueva York; al tiempo que confiesa una gran afinidad de carácter con Blackburn; "aunque mi jefa era Caroline".
"Ambas apoyan mucho a los jóvenes científicos. Yo les estoy muy agradecida", destaca quien es una de sus pupilas más aventajadas, directora precisamente del grupo de telómeros y telomerasa en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO).
La propia Greider, que ha confesado a la radio sueca que recibió la llamada del Instituto Karolinska mientras estaba lavando la ropa, ha valorado el premio como un "reconocimiento a la investigación impulsada por la curiosidad". La alumna también ha confesado que nada más enterarse envió un mensaje de felicitación por correo electrónico a su maestra.
La enzima de la juventud
Como explica Blasco por teléfono a elmundo.es, la telomerasa no es mala por sí misma, pero igual que se encarga de mantener jóvenes a las células sanas, también lo hace con las tumorales. De hecho, añade, los estudios que les han valido el Nobel a sus dos colegas y al británico Jack Szostak, ya que están teniendo aplicaciones clínicas concretas en estas áreas.
Por ejemplo, se sabe que la telomerasa aumenta de manera aberrante en las células tumorales para que puedan dividirse de manera inmortal, por lo que se están diseñando sustancias capaces de reducir estos niveles. Por otro lado, y en el caso de enfermedades asociadas a un envejecimiento prematuro, también se están buscando soluciones para activarla de manera artificial y 'rejuvenecer' los telómeros. "La telomerasa es un mecanismo básico para los organismos, no hay vida sin telomerasa", concluye.
"Tanto Elizabeth Blackburn como Carol Greider son pioneras en este mundo de la investigación en telomerasa", reconoce por su parte Anna Genescà, del departamento de Biología Celular, de Fisiología y de Inmunología de la Universidad Autónoma de Barcelona. Esta doctora en Biología, junto con Laura Tusell, lidera un grupo de investigación en este tema en la Ciudad Condal. "En España hay muchos especialistas que trabajan en cáncer pero somos pocos los que nos dedicamos al estudio de la disfunción telomérica".
Reconocimiento a los pioneros
Jack Szostak recibe las felicitaciones (Foto: Justin Ide)
Genescà alaba que el premio Nobel se haya destinado a este tipo de investigación que analiza "los procesos básicos que están en el inicio de la transformación de la célula normal a la célula tumoral. Estos estudios son muy limpios, es decir, no están ensuciados por otros factores que contribuyen al cáncer y que podrían alterar las conclusiones de otra investigación".
Desde Barcelona, esta experta intenta conocer la relación entre las disfunciones teloméricas y las anomalías cromosómicas (estructurales o numéricas) de la célula. "Estas anomalías son las que causan cáncer". También investiga si la erosión telomérica (la que se origina por el propio envejecimiento) influye en la radiosensibilidad de las células. "Una misma dosis de radiación de una mamografía, por ejemplo, no produce el mismo daño en células jóvenes que en viejas, por lo que una mujer mayor puede sufrir más daños con la misma radiación que otra más joven. Estamos intentando saber más de esta relación", señala.
Blasco destaca que el premio a estas dos mujeres y a su colega británico supone además un reconocimiento a sus estudios pioneros, cuando empezaron a investigar en un campo aún yermo. "Al principio ni siquiera estaban aislados los genes de la telomerasa, todo podía pasar, pero ellas insistieron. El suyo es un ejemplo de empeño, una tarea investigadora ejemplar".
Desde el descubrimiento de los telómeros en la década de los treinta hasta el hallazgo de la telomerasa en 1984 este campo había quedado un poco 'huérfano' de investigadores y fue este trío quien retomó con fuerza los trabajos hasta dar con la enzima de la juventud celular: Blackburn en un organismo unicelular como la tetrahymena, y Szostak en la levadura.
El Mundo, España
Nobel para un estudio sobre la degradación celular que abre una nueva vía contra el cáncer
Los peligros de la eterna juventud
Tres científicos recibieron el Nobel de Medicina por sus investigaciones sobre la división de las células y su ciclo de vida. También descubrieron que una enzima que las protege del envejecimiento está relacionada con células cancerosas.
Por Pedro Lipcovich
Elizabeth Blackburn, Carol Greider y Jack Szostak recibieron el Nobel de Medicina por sus estudios desarrollados en Estados Unidos.En cada célula del organismo hay un reloj que lleva escrita la hora de nuestra muerte, y es mejor que sea así. Esta fórmula puede resumir las investigaciones por las cuales, ayer, Elizabeth Blackburn, Carol Greider y Jack Szostak recibieron el Premio Nobel de Medicina. Los tres, en Estados Unidos, estudiaron la función de unas formaciones llamadas “telómeros”, que están en las puntas de los cromosomas y hacen posible la división celular: sucede que, cada vez que una célula se divide, el telómero se acorta; llegado cierto número de divisiones, el telómero se ha vuelto demasiado chico, la célula ya no puede dividirse y muere; el resultado es que el organismo, en su conjunto, envejece y ha de morir. Es mejor que sea así porque la forma de evitarlo, paradójicamente, resultaría mortal: hay una enzima llamada “telomerasa” –también descubierta por estos científicos– que impide el acortamiento del telómero, lo cual permite que las células se dividan indefinidamente, sin morir; pero esta enzima se encuentra en las células cancerosas y es lo que las faculta para proliferar sin límites. Precisamente, la mayor apuesta clínica vinculada con estos descubrimientos es encontrar una droga que combata los tumores anulando los efectos de la telomerasa, es decir, haciéndolos mortales otra vez.
En los extremos de los cromosomas –esos cordones, compuestos por ADN, en los que está contenida la información genética–, se hallan los telómeros, que han sido comparados con las protecciones que los cordones de las zapatillas tienen en las puntas para que no se deshilachen. Los telómeros habían sido visualizados en la década de 1930 pero, dado que todavía no se conocía el ADN, mal podía establecerse su función. En 1980, Elizabeth Blackburn, estudiando los cromosomas de un organismo unicelular, determinó que a los telómeros correspondía una determinada secuencia de ADN. En 1982, en conjunto con Jack Szostak, lograron precisar la función de estas formaciones.
Para que una célula se reproduzca, primero tienen que hacerlo sus cromosomas: los telómeros hacen posible que, al dividirse, la transcripción del ADN se efectúe sin errores; en este sentido, contribuyen a que no se produzcan enfermedades hereditarias. El telómero cede un poquito de su propio ADN para que el cromosoma pueda reproducirse, pero esto implica que, con cada división, el telómero queda un poco más corto; al sucederse las divisiones celulares, llega el momento en que el telómero ha quedado demasiado corto, la célula ya no puede reproducirse más y, cuando esto sucede, envejece y muere.
Daniel Gómez –titular del Laboratorio de Oncología Molecular de la Universidad Nacional de Quilmes– lo grafica así: “Supongamos que se toma una célula de la mucosa bucal de un recién nacido y se la cultiva: se reproducirá unas 70 veces. Si se hace lo mismo con la de una persona de 30 o 40 años, la célula se reproducirá unas 35 o 40 veces y no más. Si la persona tiene 75 años, la célula en cultivo se dividirá sólo unas diez veces. Quiere decir que en la célula hay un reloj biológico que le indica cuántas veces duplicarse. Ese reloj corresponde al telómero; cuando termina su programa biológico de reproducción, entra en otro programa biológico, de senescencia o envejecimiento, y después en un programa de ‘apoptosis’, de muerte celular programada”.
Los descubrimientos no terminaron ahí. El día de Navidad de 1984, Blackburn trabajaba en su laboratorio junto con una joven de 23 años, Carol Greider, que efectuaba con ella su tesis de doctorado: esa tarde, ambas lograron discernir una enzima –que después fue llamada “telomerasa”– capaz de restituirle al telómero el pedacito que pierde en cada duplicación. Esto implica lograr que la célula se reproduzca indefinidamente, es decir, que no entre nunca en envejecimiento y muerte. Pero apostar a la telomerasa en busca de algún elixir de la vida eterna podría ser –por lo que se sabe hasta ahora– algo así como un pacto con el diablo.
Daniel Alonso –codirector del mismo laboratorio de la Universidad de Quilmes– advirtió que “la telomerasa está presente en el 85 por ciento de las formas de cáncer: es lo que permite que el tumor avance indefinidamente, que sus células no mueran nunca” (ver recuadro). Pero, entonces, ¿no tiene ninguna función positiva esa enzima? Sí, pero no tanto para el individuo como para la especie: “La telomerasa se expresa mucho en las células que, en los testículos y los ovarios, han de constituirse en óvulos y en espermatozoides: es lo que, tras la fecundación, permitirá tantas divisiones como sean necesarias en la vida embrionaria”, agregó Alonso.
La laureada Elizabeth Blackburn, de 60 años, nació en Tasmania, Australia; actualmente es profesora en la Universidad de California en San Francisco, y ciudadana de Estados Unidos. Tiene un hijo de 22 años, y su esposo también es científico. En investigaciones más recientes, Blackburn examinó la hipótesis de que, en las mujeres sujetas a estrés crónico, los telómeros se acorten más rápido que en las demás, “lo cual podría explicar por qué el estrés crónico es dañino para la salud”, comentó ayer.
Jack W. Szostak, de 56 años, nació en Gran Bretaña y se educó en Canadá. Actualmente enseña en la Universidad de Harvard y tiene ciudadanía estadounidense. “Sólo queríamos aclarar algunas cuestiones –comentó ayer–: ninguno de nosotros sospechaba que nuestras respuestas iban a resultar revolucionarias.” Tiene dos hijos, de 12 y 9 años.
Carol W. Greider, de 48 años, nació en Estados Unidos y actualmente investiga en la Universidad Johns Hopkins. “Nuestro premio muestra la importancia de los descubrimientos motivados por pura curiosidad”, comentó ayer. Tiene dos hijos, de 13 y 9.