Por: Carlos Galván
El día que nació su nena, Roxana Riveros aún no tenía decidido qué nombre le pondría. Tras la cesárea, y aún en el quirófano, los médicos le preguntaron si ya lo había elegido. Ahí Roxana se iluminó: "Milagros", dijo. Se entiende: su hija nació con apenas 23 semanas de gestación y sólo 600 gramos de peso. Hoy tiene 4 años, hace una vida normal y va a salita de 4 en un jardín de infantes (ver No iba...).
Pero la de esta nena no es ninguna marca histórica para la medicina argentina. Casos como el de Milagros son cada vez más frecuentes. Es más: en el país ya se logra mantener con vida bebés aún más pequeños, de apenas 22 semanas de gestación y de entre 400 y 500 gramos de peso. Pudieron sobrevivir gracias a que nacieron en algún hospital público o sanatorio privado que cuente con servicios de alta complejidad en neonatología y médicos y enfermeras híper capacitados. Y a que sus madres cumplieron con todos los controles durante el embarazo.
Hoy ese puñado de maternidades exhiben indicadores que hace dos décadas se consideraban directamente imposibles. La semana pasada, por ejemplo, durante un simposio internacional de neonatología que se hizo en Buenos Aires, Néstor Vain, jefe de Neonatología y Pediatría del Sanatorio de la Trinidad de Palermo, reveló que en su servicio el índice de sobrevida de los bebés de entre 23 y 27 semanas de gestación y de entre 500 y 1.000 gramos de peso es del 72 por ciento. Entre los de entre 28 y 30 semanas y de entre 1.000 y 1.500 gramos, la sobrevida en ese sanatorio llega al 98 por ciento.
De acuerdo a Vain, en la ciudad de Buenos Aires la maternidad Sardá, el Sanatorio Otamendi y la Maternidad Suizo Argentina tienen indicadores similares.
"Algunos centros en la Argentina, diría que no más de 3 ó 4, tienen una performance similar a los de los estándares publicados en el exterior, pero esa no es la realidad nacional. La verdad es que en el sector público muchas mujeres llegan al parto sin haberse controlado nunca y los hospitales no cuentan con la complejidad necesaria para asistir a un recién nacido prematuro", sostuvo Gustavo Goldsmit, neonatólogo del Garrahan y secretario del Comité de Estudios Feto-Neonatales de la Sociedad Argentina de Pediatría.
Se considera que un bebé es prematuro cuando nace de 36 semanas o menos. Los más frágiles por lo general son los que nacen con menos de 1.500 gramos de peso.
"En la Argentina nacen 8.000 bebés prematuros de menos de 1,5 kilo de peso por año. El índice de sobrevida entre estos bebés es del 57 por ciento", detalló Vain, quien también se desempeña como profesor adjunto de la cátedra de Pediatría de la Facultad de Medicina de la UBA.
De acuerdo al especialista, si todas las maternidades del país contaran con servicios de alta complejidad "podrían sobrevivir 2.500 chicos más por año. Ni la diarrea ni la desnutrición matan tantos bebés por año en el país".
Vain fue uno de los directores del V Simposio Internacional de Neonatología que se desarrolló la semana pasada en el hotel Panamericano y del que participaron 1.100 médicos y 600 enfermeras. Las jornadas fueron organizadas por el Servicio de Neonatología de la Trinidad y la Fundación para la Salud Materno Infantil.
Una de las mayores preocupaciones de los padres y de los médicos son las secuelas que puedan quedarles a los chicos que logran sobrevivir.
La enorme mayoría de los que nacen con más de 25 semanas de gestación, explicó Vain, no tienen secuelas. "Algunos pueden tener problemas motrices o neurológicos", añadió.
Entre los menores de 25 semanas las secuelas sí son más frecuentes. Pueden tener enfermedades respiratorias, neurológicas y dificultades visuales.
A mayor poder adquisitivo de sus padres es más probable que estos chicos tengan menores secuelas. ¿La razón? Si tienen cobertura de una obra social o una prepaga su hijo, por ejemplo, recibirá tratamiento kinesiológico desde pequeño para atenuar cualquier problema motriz en sus brazos o piernas.
Cuando las secuelas que podrían quedarle al recién nacido son gravísimas, "muchas veces se los deja morir. Sólo con no tomar medidas extraordinarias esos chicos se mueren", contó Vain. ¿Quién toma la decisión en esos casos? "La decisión -explicó el experto- se comparte con los familiares, pero los últimos que deben decidir son los médicos, porque si no los padres se quedan con la culpa de haber 'matado' a sus hijos".
Primero la buena, después la mala
Oscar Finkelstein
La celebración de la vida que aparece, implícita y explícita, en estas páginas, es de esas insoslayables pocas buenas noticias que la realidad permite publicar. Al mismo tiempo, lamentable y paradójicamente, son datos útiles para recordar otras realidades, menos esperanzadoras aunque igualmente verdaderas. Una, que quienes tienen más probabilidades de sobrevida son sólo aquellos que nacen en el momento justo y en el lugar indicado; otra, más dolorosa, que -aunque menos-, la mortalidad infantil sigue atacando a los chicos de nuestro país, y no sólo a los prematuros.
Por ahora, un límite infranqueable
El canadiense Keith Barrington fue uno de los expertos en neonatología que estuvo la semana pasada en Buenos Aires. La siguiente es una síntesis de la charla que mantuvo con Clarín.
¿Cuán chiquitos pueden ser hoy los bebés prematuros que logran sobrevivir?
El límite real de viabilidad depende de cuándo los pulmones estén listos para oxigenarse. Esto recién ocurre entre las semanas 22 y 25, con lo que por ahora parece imposible que sobreviva un bebé de menos de 22 semanas de gestación.
¿Ese límite de 22 semanas es infranqueable?
Por ahora sí. No existe hoy en el mundo ningún instrumental médico que permita bajar aún más esa edad. Igual, mi enfoque no es bajar más, sino que sobrevivan en mejores condiciones.
¿Puede inventarse algo que haga que vivan bebés más chicos?
Sí, claro. Hace apenas 25 años atrás se registró el primer sobreviviente de 26 semanas. Y eso que entonces fue un milagro ocurre ahora con regularidad.
¿Por qué a las nenas prematuras les va mejor que a los varones?
Todavía no se sabe bien cuál es la razón.