V Simposio Internacional de Neonatología

"Lo que cambió es saber qué necesita el bebe prematuro"

Hoy la sobrevida es superior al 95% en centros de alta complejidad.

Ramón Larcade nació antes de tiempo, a la semana 33 del embarazo y con sólo 1,620 kilos de peso. Por aquel entonces -hace ya de eso 32 años-, las posibilidades de sobrevida para los niños prematuros eran inmensamente más bajas que las actuales. En esos días en que la asistencia respiratoria neonatal era una rareza, las probabilidades de vida para bebes aún más prematuros que él, de menos de 1000 gramos, eran anecdóticas en la Argentina.

"Hoy, la tasa de sobrevida para los chicos que nacen con entre 500 y 1000 gramos de peso es del 72% en mi servicio de neonatología, y en los chicos que nacen con un peso de entre 1000 y 1500 gramos la sobrevida es superior al 95% aquí, al igual que en otras maternidades de muy alta complejidad, incluso en maternidades públicas como la Sardá", dijo a LA NACION el doctor Néstor Vain, jefe de neonatología de los sanatorios de la Trinidad, de Palermo y San Isidro.

Este es el panorama médico que recibió a Vicente, hijo de Ramón, que también llegó antes de tiempo; en su caso, a las 32 semanas y con 840 gramos de peso. Entre el nacimiento de Ramón y el de Vicente, muchas cosas cambiaron en la atención de los prematuros, avances que fueron analizados en el V Simposio Internacional de Neonatología, organizado por los servicios de neonatología de la Trinidad y por la Fundación para la Salud Materno-Infantil (Fundasamin), que concluyó ayer.

"Lo primero que cambió es el conocimiento de lo que el prematuro necesita -dijo Vain-. Se han desarrollado mejores monitores fetales, respiradores e incubadoras, pero lo que más ha cambiado es la comprensión de las necesidades y de la fisiología del bebe prematuro, lo que permite ajustar el oxígeno que se le administra, el manejo de su temperatura o las medidas para evitar infecciones."

Lo que también ha cambiado es el lugar de la familia en el cuidado del prematuro durante su internación en neonatología, pero también después de ella. Ramón recordó que, una vez en su casa, tras ser dado de alta, sólo sus padres podían tener contacto con él. "El resto de la familia me miraba a través de la ventana de la habitación -contó-. Hoy, por el contrario, se sabe que el mejor estímulo para el prematuro es su familia."

"En los años 70, los padres eran considerados unos visitantes en neonatología; les dejábamos ver a sus hijos desde afuera y a lo mejor los dejábamos entrar tres minutos, pero jamás permitíamos que tocaran al prematuro -recordó Vain-. En la medida en que aprendimos que los padres son los que más se lavan las manos antes de entrar a neonatología y que entendimos que ya desde la internación es necesario que la familia comience a establecer un vínculo con ese bebe, las cosas cambiaron."

Hoy, los padres ya no son rechazados en las salas de neonatología, aunque deben observar las medidas de cuidado que requiere la situación particular de cada recién nacido.

"Los mismos médicos plantean la necesidad de que los padres estemos muy cerca del bebe -contó Diego Dellatorre, papá de Mora, hoy de 11 años, y de Juana, de 9, ambas nacidas prematuras-. Es que uno necesita sentir que lo está cuidando, suplantar de alguna manera ese calor que da el útero con el contacto físico."

"A una le cuesta mucho reubicarse como madre cuando su hija está internada en neonatología, porque se siente muy ajena al bebe, siente que no puede hacer nada -agregó Isabel Dumas, mamá de Mora y de Juana, que nacieron con 710 y 840 gramos de peso, respectivamente-. De todos modos, una necesita estar ahí, al lado de su bebe. Poder ponerla encima del pecho, eso es algo que da mucha paz."

"A veces, como papá, necesitás de los médicos no tanto un informe con pronósticos y números, sino una mano en el hombro, un hombro para llorar o una charla de café para poder desahogarte y contar tu angustia", aseguró Ramón, a quien la experiencia del nacimiento de su hijo lo llevó a encarar de modo distinto su profesión: la neonatología.

"Me cambió la forma de encarar a los padres -agregó-. A veces, los médicos no tenemos idea de lo que pasa en la cabeza de esa familia que tiene a su hijo internado. Si pudiéramos sentarnos a hablar con la familia, hallaríamos muchas respuestas."

Por Sebastián A. Ríos
De la Redacción de LA NACION