Dichos de un físico, filósofo y cuestionador indómito

"La Argentina se ha caracterizado por idolatrar a los charlatanes"

Lo afirma Mario Bunge, que pasó por Buenos Aires, después de siete años

Bunge, ayer a la noche, en la Feria del Libro
Foto: Hernán Zenteno

El físico y filósofo Mario Bunge piensa que el año que viene habrá llegado el momento de jubilarse. Tendrá nada menos que... ¡noventa años!

Mientras tanto, trabaja siete horas diarias (sábados y domingos incluidos), no sólo dando clases de lógica y metafísica en la Universidad McGill, sino también escribiendo libros y artículos. Aunque lleva más de cuatro décadas en Canadá, confiesa que no pasa una semana sin que juegue con la idea de volver a Buenos Aires. Después de todo, es la ciudad en la que, afirma, tiene más amigos... y más enemigos. "Con mi mujer Martita, siempre decimos que los lunes, miércoles y viernes decidimos volver, y los martes, jueves y sábados, quedarnos -bromea-. El mayor obstáculo es que nos faltarían las bibliotecas. Voy sin falta una vez por semana para consultar libros, pero especialmente revistas." Respetado y discutido por igual, Bunge parte hoy hacia su casa en Montreal después de una semana en la que fue distinguido por la UBA y homenajeado en el Club del Progreso. También participó en la Feria del Libro.

-Doctor Bunge, usted escribió un tratado de filosofía en ocho tomos [ Treatise on Basic Philosophy ] sin haber tomado una sola clase de esa materia. ¿Cómo se hace?

-Los profesores de la universidad son muy malos. Hay que evitarlos. De todas maneras, la transmisión del conocimiento filosófico es distinta de la de la química o la biología, que requieren laboratorios. En filosofía bastan los libros y las revistas, pero además es necesario el diálogo. Por eso, en el año 42, en la Universidad Obrera que yo había fundado, formé un pequeño seminario de filosofía con dos estudiantes. Discutimos el problema de la causalidad. Poco después armé un centro de discusiones filosóficas. Eramos un matemático, un médico, un biólogo, un químico, un estudiante de filosofía y yo. Nos suscribimos a seis revistas extranjeras, porque las investigaciones recientes figuran en revistas, no en libros.

-La filosofía da respuesta a cuestiones trascendentes. ¿Por qué está tan alejada del ciudadano común, incluso más que la ciencia?

-Hay varios motivos. Uno es que es difícil y la gente no tiene tiempo para tratar problemas difíciles. La otra es que a medida que la gente se educa, se va especializando, y al especializarse se aleja de las preguntas más generales. Además, la filosofía está bastante desacreditada, y con toda razón, porque en los últimos años los posmodernos han estado produciendo obras ininteligibles. Husserl, Heidegger, Derrida, Sartre y otros... Enhebran palabras para dar la impresión de que están enunciando pensamientos muy profundos.

- Todos los que usted nombró son muy prestigiosos en el país.

-Sí, la Argentina desde 1930 se ha caracterizado por idolatrar a los peores charlatanes. Eso no pasaba antes, cuando lo que tenía más prestigio era la ciencia.

-¿El modelo del conocimiento científico puede aplicarse a todas las materias? ¿Incluso a la filosofía?

-Sí.

-Pero la filosofía no admite una demostración experimental...

-Yo creo que hay que procurar hacer filosofía científica en este sentido: cuando uno hace una afirmación acerca de la realidad o de su conocimiento, tiene el deber de justificarla, de citar ejemplos científicos o por lo menos de mostrar que la tesis de uno no es incompatible con la ciencia actual. Por ejemplo, cuando Heidegger habla sobre el tiempo, en primer lugar lo que dice es ininteligible; en segundo lugar, no tiene la menor idea de la noción del tiempo que introdujo Einstein. No puede tenerla porque es un ignorante. No se puede hacer filosofía de la ignorancia. Es una contradicción.

-Los filósofos tal vez no sepan de ciencia, pero muchos científicos tampoco saben de epistemología. ¿Eso invalida las investigaciones?

-En algunos casos, sí. El que no ha leído filosofía, posiblemente usa ideas filosóficas incorrectas, porque no han sido examinadas. Eso pasó con los fundadores de la física cuántica, que no tenían preparación filosófica y entonces absorbieron inconscientemente la filosofía positivista y neopositivista, que es subjetivista, que dice por ejemplo que las cosas en sí no existen, que hay solamente apariencias. Es el punto de vista de Kant y de Comte. A propósito de eso, hace pocos años, menos de diez, por casualidad encontré un artículo de un viejo profesor mío, Teófilo Isnardi. Ese artículo es una crítica muy profunda y muy acertada de la física cuántica. Y la publicó en una revista que casi ningún físico debe de haber leído. Yo debo de haber sido el primer lector, en el año 97, de un artículo publicado en 1927. ¡Setenta años después! Isnardi era muy inteligente. Tal vez no había aprendido mucha filosofía, pero tenía una filosofía espontánea.

-¿Qué opina de los que piensan que ya se contestaron todas las grandes preguntas, que estamos ante el fin de la ciencia?

-¡Ah! Sí, ese macaneador de [John] Horgan. Hablar del fin de la ciencia es como hablar del fin de la curiosidad y eso puede ser que ocurra bajo una dictadura férrea, que prohíba la investigación, o dogmática, que diga que lo único que hay que leer es el Corán o la Biblia. Es ridículo. Constantemente se formulan nuevas preguntas, porque cada respuesta genera a su vez la posibilidad de plantear preguntas nuevas antes impensables. Por eso el avance de la ciencia ha sido exponencial.

- ¿Por qué, si la ciencia es absolutamente racional, en la génesis de todo experimento hay una intuición, una "corazonada"?

-La idea de Kant de que la ciencia es puramente racional es completamente falsa. Y por un motivo sencillo: el órgano del conocimiento, que es la corteza cerebral, está muy relacionada con el sistema límbico, que es el órgano de las emociones. Nadie va a empezar una investigación seria o interesante si no está apasionado. Se necesita pasión por la verdad. Ahora se sabe que, aunque la razón y la emoción son distintas, están relacionadas entre sí.

Por Nora Bär
De la Redacción de LA NACION