Distinguen a Al Gore con el Nobel de la Paz
El ex vicepresidente de EE.UU. fue premiado, junto con el Panel Intergubernamental de la ONU, por su labor de concientización sobre cambio climático
OSLO.- El ex vicepresidente de Estados Unidos Al Gore y el comité del clima de la ONU ganaron el viernes el Premio Nobel de la Paz 2007, por su labor, cada uno a su manera, en pos de generar conciencia sobre los riesgos del cambio climático.
El premio les fue concedido conjuntamente "por sus esfuerzos de obtención y difusión de informaciones sobre los cambios climáticos provocados por el hombre y por haber puesto las bases para tomar medidas necesarias a la lucha contra estos cambios", declaró en Oslo el presidente del Comité Nobel noruego, Ole Danbolt Mjoes.
"Estoy profundamente honrado de recibir el premio Nobel de la Paz. Este premio es mucho más significativo porque tengo el honor de compartirlo con el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, un grupo cuyos miembros han trabajado infatigable y desinteresadamente durante varios años", dijo Gore tras notificarse del galardón recibido.
"Enfrentamos una verdadera emergencia planetaria. La crisis climática no es un asunto político, es un desafío moral y espiritual de la humanidad. Es también nuestra mayor oportunidad para elevar la conciencia global a un mayor nivel", agregó Gore.
En la misma línea, el ganador del Nobel de la Paz aseguró que donará el premio para invertirlo en la problemática por la que fue distinguido. "Mi esposa y yo donaremos el 100% de lo ganado por el premio a la Alianza para la Protección Climática, una organización independiente sin fines de lucro que está dedicada a cambiar la opinión pública en Estados Unidos y el mundo sobre la urgencia de resolver la crisis climática", concluyó.
Ex vicepresidente de Bill Clinton y derrotado candidato demócrata en las elecciones del 2000, Al Gore, de 59 años, volvió al primer plano político en 2006 con su libro y documental "Una verdad incómoda" que alerta sobre los peligros del calentamiento del planeta.
Premiado con el Oscar al mejor documental de 2006, el filme, de 96 minutos, contribuyó a divulgar un tema complejo y a sensibilizar a la opinión pública sobre la amenaza climática. "Es probablemente el individuo que más ha hecho para que comprendamos mejor en todo el mundo las medidas que deben adoptarse", dijo Mjoes.
"El ex futuro presidente de Estados Unidos de América", como Al Gore se presenta a sí mismo con ironía, fue elegido este año por la revista Time como una de las cien personalidades más influyentes del mundo.
En Estados Unidos, algunos observadores ya especulan con la posibilidad de que el prestigioso reconocimiento internacional reavive la antigua ambición de Al Gore, cuando falta un año para los comicios presidenciales. "No nos interesa saber lo que el premiado hará a continuación", señaló por su parte Mjoes, interrogado sobre la posibilidad de un relanzamiento de la carrera política de Al Gore.
En tanto, al IPCC se le reconoció un trabajo meticuloso en el análisis y compliación de las investigaciones efectuadas por miles de científicos en todo el mundo. Sus informes, resultado de delicadas negociaciones entre las delegaciones de los diferentes Estados, sientan una base sólida de conocimientos para los responsables políticos.
En sus principales conclusiones, el IPCC predijo un alza de 1,8 a 4 grados centígrados de la temperatura media planetaria antes del año 2100, un calentamiento cuyo origen está "muy probablemente" ligado a la actividad humana. "La acción es necesaria ahora, antes de que el cambio climático no escape al control del hombre", explicó el presidente del Comité Nobel noruego.
La distinción de Al Gore y del IPCC entre los 181 candidatos en danza este año, lanza, además, un fuerte mensaje a la comunidad internacional a pocas semanas de la conferencia de Bali (Indonesia), del 3 al 14 de diciembre. Esta debe trazar el nuevo plan de compromisos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero más allá de 2012, tras la expiración de la primera fase del protocolo de Kioto. Un texto que Gore negoció para Estados Unidos pero que Bush no ha ratificado.
Los galardones se entregarán, como es tradición, en una ceremonia oficial, el 10 de diciembre, día del aniversario de la muerte de Alfred Nobel. Los premiados recibirán una medalla de oro, un diploma y un cheque de 10 millones de coronas suecas (cerca de 1,5 millones de dólares).
Los últimos ganadores:
2006. Muhammad Yunus y el Grameen Bank (Bangladesh)
2005. El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) y su director general, Mohammed El Baradei (Egipto)
2004. Wangari Maathai (Kenia)
2003. Shirin Ebadi (Irán)
2002. Jimmy Carter (Estados Unidos)
2001. Kofi Annan y la Organización de las Naciones Unidas
2000. Kim Dae Jung (Corea del Sur)
Página 12
DORIS LESSING, FLAMANTE GANADORA DEL PREMIO NOBEL
“No se lo pueden dar a un muerto, por eso me lo dieron”
La Academia Sueca señaló que Lessing es una autora capaz de retratar “la épica de la experiencia femenina”, y destacó el “escepticismo y fuerza visionaria con la que examinó una civilización dividida”. Pero, fiel a su fama, la autora de 87 años retrucó que “los hombres y las mujeres no son tan diferentes”.
Por Silvina Friera
Más allá de las observaciones irónicas, Doris Lessing admitió ante la prensa en su casa que “estoy muy contenta de haber ganado”.A la bisabuela de las letras británicas, como prefiere que la llamen, casi se le salen de la cara esos hermosos ojos verdes por la sorpresa y la emoción. Hay que tratar de imaginar la escena para entender el impacto. Una dama menuda y enérgica, de 87 años, con fama de beligerante, incluso de agresiva –mascaradas con las que esconde a la mujer encantadora, amante de los animales, enamorada de la cocina, la vida doméstica y guardiana recelosa de su intimidad–, regresa en taxi a su casa en West Hampstead, límite entre la ciudad y el campo en el noroeste de Londres, después de haber acompañado a su hijo al hospital. Quizá está apuradísima porque la espera Yum-Yum, su gata gorda y vieja que alguna vez fue “una bella y esbelta princesa”. De pronto observa un montón de cámaras y personas en la puerta y piensa que deben estar grabando un programa de TV. Un periodista se acerca y le dice que acaba de ganar el Premio Nobel de Literatura. “¡Oh, Dios!”, exclama Doris Lessing al bajarse del taxi, vestida con una vieja pollera y una chaqueta desteñida. “Me gané todos esos malditos premios que hay en Europa, que estoy muy contenta de haber ganado”.
Así se enteró la escritora británica de que era la undécima mujer en ganar el premio. El secretario permanente de la Academia Sueca, Horace Engdahl, había declarado que no había podido comunicarse con ella. “Tengo miedo de que esté dando un paseo y la gente la aborde para darle la noticia”, añadió. Para festejar, y a modo de anticipo de su cumpleaños 88 –el 22–, la autora de El cuaderno dorado, considerado la Biblia del feminismo británico, alzó un vaso de agua para hacer un brindis. “Es ginebra”, bromeó. La Academia Sueca señaló que Lessing es una autora capaz de retratar “la épica de la experiencia femenina”, al tiempo que destacó el “escepticismo y fuerza visionaria con la que examinó una civilización dividida”. La ganadora, rechazando la argumentación, confesó que no sabía a qué se referían. “Los hombres y las mujeres no son tan diferentes”, dijo Lessing, que en 2001 obtuvo el Príncipe de Asturias, “el Nobel español”. A Lessing, lo que más le gustó de haber ganado el Nobel es que Gabriel García Márquez la llamó para felicitarla. “Para mí es algo maravilloso, es un escritor magnífico al que admiro profundamente”, agregó.
Engdahl dijo que el trabajo de Le-ssing fue de gran importancia para otros escritores y para la literatura toda. “Ella fue objeto de discusión por algún tiempo, y ahora era el momento. Podríamos decir que es una de las decisiones más cuidadosamente considerada en la historia del premio”, sostuvo el secretario. En declaraciones posteriores, Lessing recordó que, en los ’60, los organizadores enviaron un representante para decirle que no les gustaba y que “nunca” ganaría el premio. “Así que ahora decidieron dármelo. ¿Y por qué les gusto más ahora que antes?”, se preguntó, y dijo que pensaba que quizás tuviera que ver con su edad. “No le pueden dar un Nobel a alguien muerto, así que probablemente pensaron que mejor me lo daban ahora”. Lessing, la única candidata sólida al Nobel que tenía Gran Bretaña, sabe disparar con munición gruesa: sobre Tony Blair dijo que es “un fantasioso chico de los ’60 que cree en la magia” y que “posiblemente no sea muy brillante”.
Hija de un oficial del ejército británico que perdió una pierna en la guerra y se enamoró de su enfermera, Doris May Taylor nació el 22 de octubre de 1919 en Kermanshah, en Persia (actual Bajtarán, en Irán). A los seis años la familia se trasladó a Rodhesia del Sur, actual Zimbabwe, en busca de mejores condiciones de vida. Su infancia en la granja fue reflejada en su novela Dentro de mí, de 1994. En una reciente entrevista se preguntó cuál sería el sentido de volver. “¡Todo el país se fue por la cloaca! Ya casi no me quedan amigos vivos y mis hijas se mudaron a Sudáfrica. Además, en Zimbabwe ya no encontraría el cielo de noches estrelladas que tanto extraño de mi niñez, lo tapó la polución. En Inglaterra tampoco es posible, pero cuando viajé a la Argentina hace años, en el Norte, lo encontré igualito. También me gustó ir al Hipódromo en Buenos Aires y ver a toda esa gente rica que tuvo niñeras inglesas, ¿se puede creer? Tengo amigos allí, me gustaría volver.”
A los 14 años dejó el colegio de monjas y se dedicó a todo tipo de trabajos, incluido el de periodista. Autodidacta, como tantas mujeres del sur de Africa que nunca terminaron la educación secundaria (entre ellas Olive Schreiner y Nadine Gordimer), Lessing se formó con los libros que llegaban de Londres. Sus primeras lecturas fueron Dickens, Scott, Stevenson, Kipling; luego descubrió a D. H. Lawrence, Sten-dhal, Tolstoi, Dostoievski. También absorbió los recuerdos amargos que su padre tenía de la guerra. “Todos estamos moldeados por la guerra, retorcidos por ella, pero lo olvidamos”, señaló la escritora. A los diecinueve años se casó con Frank Wisdom y tuvo dos hijos. Pocos años después, al sentirse atrapada en una persona que temía la destruiría, dejó la familia. Pronto se asoció al grupo de lectura del club comunista Left Book. En 1945 se casó con Gottfried Lessing, un judío alemán a quien conoció en una organización marxista en lucha contra el racismo en Ro-dhesia. Ese año ingresó al Partido Laborista de Rodhesia del Sur y en 1949, tras divorciarse, se trasladó a Londres, donde comenzó su carrera como escritora.
Su primera novela, Canta la hierba (1949), sobre una mujer sofocada por el racismo de un pueblo, tuvo una repercusión muy favorable de público y prensa. A raíz de sus recuerdos de infancia, su compromiso con la política y sus preocupaciones sociales, Lessing escribió sobre los conflictos entre culturas, las injusticias y la desigualdad racial. Así como también sobre los elementos contradictorios de la personalidad, y el conflicto entre la conciencia individual y el bien colectivo. Las historias y novelas que publicó en los ’50 y ’60, ambientadas en Africa, condenan el desposeimiento de los africanos negros por los colonos blancos y exponen la esterilidad de la cultura blanca en Sudáfrica. Entre 1952 y 1956 militó en el Partido Comunista, hasta que lo abandonó decepcionada por la evolución del estalinismo, y en ese tiempo participó en campañas antinucleares y contra el régimen racista de Sudáfrica, por lo que tuvo vetada su entrada entre 1956 y 1995. En 1956 fue declarada “persona no grata” en Rodhesia del Sur, y hasta 1982 no pudo regresar al país que la vio crecer. Lessing admite que se volvió intolerante con las ideologías. “Pertenezco a una generación de grandes sueños, de utopías de sociedades perfectas, y lo que ocurrió es que hubo mucha sangre. He observado a gente de mi generación que tenía grandes esperanzas y ahora la veo muy rezagada respecto de sus expectativas. Ya no creo en esos sueños perfectos y maravillosos”.
Entre 1952 y 1969 escribió la pentalogía con tintes autobiográficos Hijos de la violencia –versión modernizada de los folletines del siglo XIX, conocida como Martha Quest por el nombre de su protagonista–, que se desarrolla gran parte en Africa. Esta serie es, según la Academia Sueca, “innovadora en su forma de representar el pensamiento y condiciones de vida de la mujer emancipada”. Su obra más conocida es El cuaderno dorado –publicada en 1962 y por la que obtuvo el Premio Médicis de Francia a la mejor novela extranjera–, que convirtió a Lessing en icono del movimiento feminista para su gran sorpresa, “lo cual prueba que uno escribe algo y nunca sabe en qué va a terminar”. No es que ahora sea antifeminista: Lessing cree que las feministas tienen objetivos equivocados. “La revolución sexual de la década del ’60 está muy bien”, aseguró, pero “el feminismo de los años ’60 se disolvió en cháchara inútil”.
“Los escritores somos mercancía, como los libros que vendemos”, escribió. Y a la pregunta de si se consideraba también una mercancía, contestó: “Lo creo de verdad. Los editores nos usan para vender nuestros libros”. Lessing plantea que el escritor sufre una especie de doble personalidad. “Nos gusta estar en casa, con jeans y una camisa ancha, rodeados de libros y escribiendo. Pero nadie te salva de ponerte una sonrisa cuando hay que promocionar el libro. Entonces el escritor se convierte en una especie de reina madre”. Lessing es autora de Un hombre y dos mujeres (1963), En busca de un inglés (1965), Instrucciones para un viaje al infierno (1974), El último verano de Mrs. Brown (1974), La costumbre de amar (1983), Cuentos africanos (1984), Diario de una buena vecina (1987), La buena terrorista (1987), Si la vejez pudiera (1988, bajo el seudónimo Jane Somers) y El quinto hijo (1989), y los más recientes Las abuelas (2005) y El sueño más dulce (2006). En el prólogo de esta novela, que iba a ser el tercer volumen de su autobiografía, la escritora confiesa que espera “haber sido capaz de recrear el espíritu de la década de los sesenta, una época que, vista retrospectivamente y comparada con lo que vino después, parece sorprendentemente inocente”. Y agrega: “Hubo en ella poco de la maldad de los setenta o de la fría codicia de los ochenta”.
Escribió además varios trabajos sobre gatos, obras teatrales, y en 1997 colaboró con el estadounidense Phillip Glass en el libreto operístico The marriages between zones three, four and five. En 2001 participó en el Proyecto Biblia de la editorial germana Fischer, donde una serie de comentaristas, entre ellos la autora británica de libros policíacos P. D. James y el músico Nick Cave, ofrecieron una singular visión de la Biblia. El año pasado, en el Hay Festival, en Segovia, habló de su última novela, The cleft (“La hendidura”), obra de ciencia ficción que trata de imaginar lo que ocurre en un mundo sólo de mujeres en el que de pronto aparecen los hombres. Lessing señaló que los hombres son introducidos para “animar” al mundo perezoso de las mujeres. “En mi opinión es para lo que sirven. El cromosoma Y vale para animarlo todo.” Cuando le preguntaron si creía que los hombres hacen las guerras, la escritora respondió: “No noto que las mujeres, cuando llegan a primeras ministras, sean particularmente pacíficas. Nos gusta pensar que son maternales y amables y que no van a ir a la guerra, pero no es cierto, ¿no es así?”, ironizó. “Nosotros tuvimos una primera ministra, la señora Thatcher, que condujo con gran éxito una guerra contra Argentina. Es una idea absurdamente sentimental pensar que las mujeres pueden hacer más por la paz que los hombres. No hay pruebas históricas. Siempre hubo mujeres muy guerreras y racistas”.
El País
Premio Nobel de Literatura
"Éste es el premio más 'glamouroso"
La Academia premia a Doris Lessing por "su épica narrativa de la experiencia femenina". "No sé a lo que se refieren con eso", declara la escritora, "encantada" pero "no sorprendida" con el galardón
BRENDA OTERO - Londres
"Me acabo de enterar ahora mismo", dijo Doris Lessing ayer por la tarde, recién conseguido el Premio Nobel de Literatura, que la Academia Sueca le concedió "por su épica narrativa de la experiencia femenina, que con escepticismo, pasión y poder visionario, ha sometido a examen a una civilización desunida". "Había llevado a mi hijo al hospital y no me enteré hasta que vi a los fotógrafos. Al principio pensé que estaban grabando algún culebrón en la calle". Vestida con falda vaquera y chaleco guateado y con un vaso de agua en la mano, la escritora británica salió a recibir a la prensa y a las personas que se acercaron a la puerta de su casa en West Hampstead, al noroeste de Londres. "Estoy encantada. Pero no sorprendida. Llevo escuchándolo unos cuarenta años y no te puedes sorprender año tras año", dijo. Su nombre ha entrado en las quinielas como potencial ganadora en innumerables ocasiones. Y ahora, a los 87, se ha convertido en la ganadora del Premio Nobel de Literatura de más edad. Con buen humor y una vitalidad extraordinaria, tuvo tiempo de regañar a la prensa. "¿Cómo lo voy a estar celebrando con champán? No me ha dado ni tiempo a comprarlo. Ustedes, en lugar de venir aquí y hacer tantas preguntas, deberían haber traído una botella. En algún momento tendré que ponerme a brindar", contestó cuando se le preguntó cómo lo estaba celebrando. Lessing reveló que "un mensajero" relacionado con los Nobel le avisó de que nunca ganaría el premio. "Me dijo que no les gustaba y que nunca lo conseguiría. Deben haber cambiado de opinión". "Yo creo que me lo han dado porque ya estoy muy mayor". "He ganado muchos premios, en toda Europa". "Éste es el galardón más glamouroso, todo el mundo lo conoce, pero no quiere decir que sea el mejor".
La Academia Sueca la describió como una autora que retrata "la épica de la experiencia femenina". "No sé a lo que se refieren con eso, los hombres y las mujeres no son tan diferentes", dijo ceñuda.
La autora, nacida en Persia (actual Irán) en 1919 y criada en Rodesia (actual Zimbabue), abandonó el colegio con 14 años. Con 31, dejó atrás dos hijos y dos ex maridos y aterrizó en Londres con un hijo y la firme voluntad de convertirse en escritora. Durante sus más de cincuenta años de trayectoria profesional ha mantenido su compromiso político y su defensa de las libertades. Criticó abiertamente los regímenes segregacionistas de Rodesia y Suráfrica y fue miembro del Partido Comunista británico, que abandonó desencantada. Su libro El cuaderno dorado fue clave en el movimiento feminista durante la década de los sesenta, pero recientemente ha realizado declaraciones en contra del feminismo radical que libra una batalla frontal con los hombres. Lessing afirma que sigue escribiendo.
Por ahora, lo que más ilusión le ha hecho a Doris Lessing en medio de la vorágine que implica haber ganado el Nobel ha sido la llamada de teléfono de Gabriel García Márquez para darle la enhorabuena. "Para mí es algo maravilloso, porque se trata de un escritor magnífico al que admiro profundamente", declaró con una enorme sonrisa. Acto seguido entró en su casa para seguir recibiendo llamadas. Se despidió haciendo un brindis con su vaso de agua. "Es ginebra", bromeó.
Lessing ha vivido en la misma calle de casas de ladrillo durante 25 años. Y siempre ha tomado parte activa en la vida del barrio. En ocasiones se sienta a escribir en uno de los cafés de la zona, donde ambientó uno de sus cuentos de Historias de Londres. Ha colaborado con la biblioteca y es cliente de West End Lane Books, la librería del barrio. "Es una mujer con mucho carisma. Ahora la veo menos porque creo que tiene la espalda mal, pero venía a leer a la librería, que se llenaba hasta los topes. Y también formaba parte de un club literario: hasta comentó con los otros miembros fragmentos de El cuaderno dorado", contaba Jane May, empleada de la librería. En West End Lane Books también encarga la escritora sus lecturas y aunque en el establecimiento son reticentes a desvelar los títulos de sus lecturas para mantener la intimidad de su cliente, sí confirman que Lessing "lee mucho y variado y está a la última. Lee obras de nuevos escritores europeos y gran cantidad de libros de no ficción".
Premio Nobel de Literatura
El zumbido de su cerebro trabajando
ROSA MONTERO
Es difícil describir el impacto que produjo El cuaderno dorado de Doris Lessing en las escritoras o aspirantes a escritoras de la época. La obra salió en 1962, pero en España la leímos en la transición y cayó en nuestras mentes como una bomba, rompiendo paredes, haciéndonos más libres y, como suele suceder con los materiales altamente explosivos, causando también considerables estragos. Era una novela que hablaba de problemas reales de mujeres reales; de Anna Wulf, escritora y madre en solitario de una niña, y de su lucha para salir adelante, para trabajar, para encontrar su lugar en un mundo que acababa de dinamitar (de nuevo un símil pirotécnico: eran tiempos fulminantes) los roles sexuales tradicionales. Y trataba de estos temas, por entonces novedosos, con vigor intelectual y con una gran complejidad formal. Fue un libro rompedor, y de ahí los estragos, porque una legión de escritoras se dedicó a imitar su estilo cacofónico, híbrido y fragmentario, tan original como brillante. Incluso se estereotipó, durante cierto tiempo, una supuesta voz literaria de mujer que pasaba obligatoriamente por escribir así, con esa técnica como de retales. Ni qué decir tiene que los resultados fueron por lo general calamitosos.
Ésta es la parte negativa de su influencia. Pero la positiva fue enorme, y consistió precisamente en lo contrario. Doris Lessing demostró que se podía escribir sobre temas que antes habían sido considerados como de mujeres con altura intelectual y con calidad literaria. Y que a través de esos temas se podía retratar el mundo con tanta hondura y amplitud como a través de cualquier otro.
Leo que la Academia Sueca le ha dado el galardón como transmisora "de la experiencia épica femenina", y me parece una explicación errónea e injusta. Creo que para Lessing la llamada "experiencia femenina" podía ser tan épica o tan mísera como la masculina, y exactamente equiparable a la hora de intentar entender la vida. El peso del prejuicio hace que todavía muchos crean que, cuando una mujer escribe una novela protagonizada por una mujer, está hablando de mujeres, mientras que cuando un hombre escribe una novela protagonizada por un hombre, está hablando del género humano. El cuaderno dorado nos enseñó que la "experiencia femenina" no era ni más ni menos que una experiencia profundamente humana.
No he vuelto a leer la novela desde entonces, y es posible que la obra haya envejecido. Creo que hoy preferiría otras cosas suyas, como la serie de ciencia-ficción de Canopus en Argos, o sus dos hermosos libros autobiográficos. Su escritura es tensa, sólida, intelectual; más que una narradora apasionante, es una pensadora apasionada, y es el brillo y el calor de su cerebro lo que más me fascina. Su obra, en cualquier caso, abrió innumerables puertas a las escritoras que vinieron después (y también a muchos escritores).
La entrevisté en su casa de Londres hace nueve años: llegué casi emocionada, consciente de mi deuda. Encontré a una anciana pulcra, magnética, huraña y austera. Vivía en una vieja casita con jardín cuyo piso bajo, cubierto de periódicos y trastos arrumbados, estaba impracticable. La escritora habitaba en el piso de arriba, un espacio modesto y ordenado pero raído, con muebles, libros y alfombras que parecían haber ido envejeciendo con ella. Y allí, como una refugiada de la creciente decadencia de las cosas, Lessing seguía luchando por ser, por saber, por aprender. Casi se podía escuchar el zumbido de su cerebro trabajando. Una mujer extraordinaria.