El control y tratamiento de muchos trastornos respiratorios crónicos han favorecido un cambio en el estilo de vida de las personas que padecen enfermedades respiratorias, lo que significa nuevos usuarios del sector aéreo
· SEPAR recomienda una valoración clínica previa al viaje en avión a las personas que padecen EPOC moderado o grave, asma persistente grave, fibrosis quística, tuberculosis pulmonar, que necesitan oxigenoterapia o corren el riesgo de padecer síndrome de la clase turista.
· De igual modo, SEPAR recuerda la recomendación de no volar en las 24 horas siguientes a la práctica del buceo, y aumentar este período en el caso de haber realizado inmersiones que hayan requerido paradas de descompresión.
A lo largo de los últimos años se ha experimentado un incremento progresivo del número de personas que utilizan aviones para sus desplazamientos. El auge de las compañías aéreas de bajo coste y la cada vez más ambiciosa oferta en el mercado fomenta dicho incremento, que se prevé que sea del 4,4% anual hasta el año 2015. Además, los avances en el control y tratamiento de muchos trastornos respiratorios crónicos han favorecido un cambio en el estilo de vida de las personas que padecen enfermedades respiratorias, lo que significa nuevos usuarios de los vuelos aéreos.
Los cambios leves en el ambiente interno de un avión pueden ser imperceptibles para los pasajeros sanos. Sin embargo, estos cambios pueden repercutir de forma importante en los pacientes con enfermedades respiratorias crónicas, e incluso puede suponer un riesgo para su salud. Por este motivo, SEPAR aconseja una evaluación clínica previa a un viaje en avión a las personas que padecen EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica) moderada o grave, asma persistente grave, fibrosis quística, tuberculosis pulmonar, personas que tienen riesgo de padecer una enfermedad tromboembólica venosa, más conocida como “síndrome de la clase turista”, y las que necesitan un soporte ventilatorio, pues algunas compañías aéreas no aceptan el transporte de oxígeno. En el caso de las compañías que sí admiten pacientes con oxigenoterapia, SEPAR recomienda que se informen con antelación sobre las características y la duración del vuelo, así como de los procedimientos requeridos por la línea aérea. Es muy importante tener en cuenta el tiempo muerto en el caso de enlaces aéreos para calcular las horas de oxígeno disponibles según las fuentes. Viajar con oxígeno es posible, pero requiere una preparación minuciosa.
Asimismo, cabe tener en cuenta que el buceo y volar en avión no son compatibles: tras el buceo con botella se acumula nitrógeno en los pulmones, que durante el ascenso en avión puede dar síntomas de descompresión de forma grave, por eso se recomienda no volar en las 24 horas siguientes a la práctica del buceo, y aumentar este período en el caso de haber realizado inmersiones que hayan requerido paradas de descompresión.
Como medida higiénica de prevención general, la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) aconseja a los pasajeros hacer algo tan fácil como lavarse las manos de forma frecuente. Este hábito reduce el riesgo de transmisión de enfermedades infectocontagiosas y debería convertirse en una rutina habitual durante los viajes y siempre antes de las comidas. Además, los neumólogos aconsejan cubrirse la nariz y la boca siempre que se estornude o tosa para proteger a los demás.
Otra recomendación general que SEPAR desea trasladar a los que en estas fechas van a viajar en avión, tiene que ver con la inmovilidad prolongada durante un determinado período de tiempo en un avión. Dicha inmovilidad contribuye a la acumulación de sangre en las piernas, lo que puede originar hinchazón, tirantez y molestias en las extremidades inferiores. A su vez, la inmovilidad puede favorecer el desarrollo de trombosis venosa profunda (TVP).
En general, los aviones comerciales vuelan en torno a los 11.000 – 12.000 metros sobre el nivel del mar, en la capa más interna del planeta, la troposfera. Si la presión interna del habitáculo dependiese directamente de la presión atmosférica externa, el ambiente sería incompatible con la vida. Por este motivo los aviones deben ser presurizados, es decir, deben incrementar su presión barométrica con respecto al exterior. En caso de despresurización brusca, se hace necesario el uso de máscaras de oxígeno para sobrevivir y por eso su uso es obligatorio en los vuelos comerciales. Si no se utilizara dicha máscara, a 10.600 metros de altura una persona pierde la consciencia a los 30-45 segundos. Por otro lado, a medida que se asciende en la atmósfera, la presión barométrica disminuye y puede originar molestias en algunos órganos como el oído, los senos paranasales (prolongaciones de la cavidad nasal hacia los huesos vecinos del cráneo), los dientes y el sistema gastrointestinal.
Aparte de los problemas derivados de los cambios en la presión barométrica, la humedad es otro aspecto que afecta a los pasajeros. La temperatura disminuye aproximadamente 2 ºC por cada 300 m de altitud, por lo que el aire del interior de los aviones debe ser calentado. Además, este es un aire con niveles bajos de humedad (5%) y puede generar sequedad cutánea, molestias oculares, orales y nasales.
Aunque no son muy frecuentes, viajar en avión plantea algunos potenciales riesgos respiratorios. Los datos de 120 compañías aéreas integradas en la International Air Transport Association (IATA) muestran que entre 1977 y 1984 se produjeron 577 defunciones en vuelo: las complicaciones respiratorias supusieron la tercera causa de muerte reconocida, precedidas por las de origen cardíaco y neoplásico.