Cómo sería el mundo sin anestesia? ¿Cómo se soportaría una intervención quirúrgica o la extracción de una muela? En la Argentina, la experiencia médica del universo sin dolor acaba de cumplir 160 años.
Imitando la experiencia del uso del éter como anestésico en el Massachusetts General Hospital de Boston, en Estados Unidos, el médico John McKenna aplicó, hace 160 años, la primera anestesia con éter. La primera intervención sin dolor, en 1847, fue en un hospital inglés de la Ciudad de Buenos Aires, hoy, el Hospital Británico porteño.
Desde ese hito médico, los nuevos fármacos, el desarrollo de los elementos de monitoreo y el mayor conocimiento de los procesos fisiopatológicos, disminuyeron los riesgos que estaban asociados a la administración de la anestesia.
La experiencia que se extrapoló fue de larga data. En 1842, en Georgia, Crawford Williamson Long había usado éter antes de extirparle un quiste del cuello a un chico. Otros avances, como es frecuente en la ciencia, fueron fruto de la casualidad: después de ver un espectáculo en el que se administraba éter para desinhibir al público, un odontólogo llamado Horace Wells notó que un voluntario, bajo su efecto se lastimó y no sentía dolor. En 1844, Wells empezó a usar éter como anestesia para extraer muelas. Dos años después, fue su ayudante quien, con la misma técnica, eliminó un tumor del cuello de su paciente sin que sintiera dolor.