Viceversa

Los genes tienen la culpa

"Pagar impuestos puede provocar placer".

Por Nora Bär

Hace un par de días, la Universidad de Oregon, en los Estados Unidos, dio a conocer una investigación cuyas conclusiones son, por lo menos, sorprendentes. Según el sugerente titulo del trabajo, que comenta The New York Times , "Pagar impuestos puede provocar placer".

Aunque cueste creerlo, al parecer esta temeraria afirmación surge del análisis de las imágenes cerebrales obtenidas por resonancia magnética de 19 estudiantes mujeres durante un experimento en el que eran invitadas a donar anónimamente a un banco de alimentos local algo del dinero que se les había asignado previamente y a pagar un impuesto que lo adjudicaba al mismo banco. En ambos casos, los registros mostraban evidencias de un aumento de actividad en los núcleos del cerebro asociados con placeres como comer un postre dulce o recibir dinero.

Teniendo en cuenta que estos circuitos cerebrales se activaban no sólo con lo que era bueno para las propias estudiantes, sino también con lo que era bueno para otras personas, se interpretó que este trabajo que publica Science abona las teorías que adjudican a nuestros cerebros una suerte de altruismo innato, biológico.

Pero no todos están de acuerdo. En un libro divertido y revelador, Mean genes ( Genes malignos , Penguin Books, 2001), el economista de la Escuela de Negocios de Harvard Terry Burnham y el biólogo de la Universidad de California en Los Angeles Jay Phelan argumentan que nuestros cerebros están (casi) dominados por un conjunto de genes "malos" que intentan hacer prevalecer nuestros instintos más viscerales y egoístas.

Para Burnham y Phelan, esto explicaría por qué continuamente tenemos que estar batallando para controlar nuestro comportamiento. "Para bien o para mal, nuestro cerebro no es un sirviente sumiso", escriben. Y más adelante agregan: "La mayoría de nuestros problemas de autocontrol derivan de nuestros impulsos de hacer cosas que son malas para nosotros y para aquellos a quienes amamos".

Los científicos afirman que basta con darse una vuelta por las librerías para convencerse de que nuestras tendencias innatas no son tan "benévolas" como nos gusta pensar y que, por el contrario, tenemos que entablar una lucha sorda para dominarlas: la literatura de autoayuda está plagada de obras que intentan darnos pistas para doblegar esos instintos, pero no abundan los libros que se planteen enseñarnos a malgastar el dinero frívolamente, a ser más acaparadores o más infieles con nuestra pareja. La explicación de todo esto, según Burnham y Phelan, puede rastrearse en la historia evolutiva que moldeó nuestro legado genético.

Sin embargo, resulta difícil decidirse por una u otra de estas hipótesis. Como en "Cambalache", después de echar una mirada a nuestro alrededor comprobamos que tanto abunda el ignorante, el chorro, el malandrín y el estafador como el sabio capaz de desprenderse de lo suyo para ayudar al prójimo. Eso, aceptando que la influencia de los genes es dominante, una hipótesis discutible.

Por otra parte, no sé qué ocurrirá en el hemisferio norte, pero aquí abajo resulta fácil advertir que a los genes de la mayoría de los argentinos no parece darles mucho placer pagar los impuestos... Y esto ¿será genético o adquirido?

Por Nora Bär
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