La hora del poeta

Bob Dylan ganó el premio Príncipe de Asturias

Candidato desde hace años al Nobel de Literatura, sorprendió ahora con este prestigioso premio español.

Dueño de una obra monumental, el jurado justificó su decisión por considerar que Dylan es "el faro de una generación que tuvo el sueño de cambiar el mundo". Aquí, su misteriosa vida, su compleja personalidad artística y sus mejores discos.

Mariano del Mazo

Dylan, muchos lo tratan como un dios. ¿Qué opina?

-Sólo mido 1, 75.

El hombre que en su Minnesota natal se pasaba horas pegado a la radio escuchando a grupos de gospel, a Hank Williams y a Robert Johnson y que apenas ambicionaba continuar el surco abierto por la leyenda folk Woody Guthrie y ser, finalmente, un contador de historias antiguas, tristes y en lo posible anónimas, ayer fue galardonado con el Príncipe de Asturias de las Artes. Algo así como "el Nobel español", el premio otorga prestigio, 50.000 euros y una estatuilla diseñada por Joan Miró.

Es un reconocimiento que se suma a un período extraordinario del áspero cantautor que incluye sucesivas candidaturas al Nobel, el estupendo documental No Direction Home dirigido por Martin Scorsese, la publicación de su demorado libro de memorias Crónicas 1 (memorias caprichosas, sesgadas, admirablemente escritas), la reedición de su obra, la edición de los indispensables Bootleg Series y el lanzamiento en 2006 de su hasta ahora último disco, el notable Modern Times, en el que el veterano músico (en mayo cumplió 66) cierra una trilogía que inició con Time Out of Mind (1997) y Love and Theft (2001).

Los fundamentos de la Fundación Oviedo, a cargo del premio español, fueron precisos. "Es el faro de una generación que tuvo el sueño de cambiar el mundo. Dylan es, además, austero en las formas y profundo en los mensajes". Robert Allen Zimmerman (su verdadero nombre, el Dylan es un tributo al poeta Dylan Thomas) compitió en las instancias finales del Príncipe de Asturias de las Artes con dos músicos y dos arquitectos: la pianista clásica portuguesa Maria Joao Pires, el autor de musicales Andrew Lloyd Webber (El fantasma de la Opera, Evita y tantos más), Frank Gerhy (canadiense, hizo el Museo Guggenheim de Bilbao) y el español Rafael Moneo (responsable de la Catedral de Los Angeles, entre otros proyectos y diseños). Aquí habrá que consignar que en otros años se llevaron este galardón personalidades como Arthur Miller, Paul Auster, Woody Allen y Pedro Almodóvar, entre otros.

La trayectoria de Dylan es una de las más curiosas, desconcertantes y brillantes de la música popular. Cimentada en el misterio, el músico siempre tuvo claro qué quería y conservó sus convicciones (que algunos interpretaban pura terquedad y narcisismo) contra toda crítica y moda. Como cuenta en Crónicas 1, desde su viaje iniciático a Nueva York Zimmerman empezó a construir a Dylan en un mix donde se mezclaba su pasión por el folk de la Norteamérica profunda, la lectura voraz de poetas malditos franceses como Baudelaire y Rimbaud, un afán rutero que estaba en sintonía con la filosofía y la literatura beatniks y una afilada antena social y política. El chico provinciano criado en una familia de clase media baja judía estaba entrando al mundo desde los cafés y sucuchos del Greenwich Village.

En unos de esos bares humosos, en los que en horarios insólitos, humillantes, Dylan rasgaba su guitarra a cambio de comida y tragos, lo descubrió el célebre cazador de talentos de la CBS, John Hammond, y se lo llevó al estudio. Ya en sus primeras grabaciones configura las bases del futuro mítico, con canciones imbatibles como Blowin' in the Wind y Masters of War. Se impone el trovador de mensaje; el mundo folk celebra su ascenso y la izquierda universitaria se conmueve con la pro fundidad, acidez e ironía de sus letras. Con un sustento rural, la voz nasal de Dylan penetra las conciencias urbanas. No faltaría mucho para que ese torbellino de ideas simples y complejas a la vez, con un económico acompañamiento de guitarra sometido a la letra, se entramara con la beatlemanía.

Su encuentro con Los Beatles fue clave en el desarrollo de la música pop y la iconografía de los años '60. Fue Dylan quien inició a los de Liverpool en la marihuana y también el que alentó a Lennon & McCartney a que trataran las letras como algo más que un relleno de la melodía. A través de él, Los Beatles pasaron de canciones como She loves you a la nostalgia existencial de In my Life, por citar dos ejemplos y extremos.

Es en esta época, mediados de los 60. cuando Dylan se convirtió a su pesar en un emblema demasiado solemne. Se corre. Dice que no es un cantor de protesta. Desplanta a su compañera Joan Baez. Y en el Festival Folk de Newport, algo así como el templo de la música acústica, electrifica su propuesta y es abucheado.

En estas actitudes se apoya su personalidad artística. Ser un blanco móvil e incómodo. Ser obstinado hasta la provocación. Dylan adscribe a la política del desconcierto. No hace falta avanzar en su biografía. Ni enumerar sus obras maestras, el accidente de moto y su ostracismo, la conversión al cristianismo, sus divorcios e hijos, su perfil snob e iconoclasta, la pérdida de la brújula musical en los 80, la recuperación de un cáncer, etcétera, etcétera.

En esos primeros años de su carrera se cristalizó la leyenda. Los últimos, fue la confirmación, la vigencia inédita a través de la trilogía extraordinaria que se comentaba al comienzo de la nota.

Ayer, una nueva medalla brilla en su solapa. El Príncipe de Asturias no viene a descubrir nada: Dylan ya estaba consagrado. Sí sorprende la claridad de uno de los fundamentos del premio: "Austero en las formas y profundo en los mensajes". Ese es Dylan. O, mejor, como dijo Lou Reed, de cara al futuro: "Es un pozo sin fondo. Todavía tiene mucho que decir".


Los hijos de Bob
Diego Lerer
dlerer@clarin.com

En el recital de Vetiver (ver página 6), el martes, el cantante Andy Cabic lucía igualito al Dylan de 1964, con gorrito con visera incluida, rulos saliendo por los costados y una barbita de pelos desparejos. Su banda, de hecho, sonaba bastante similar al Dylan de la época de The Band (fines de los 60, principios de los 70). Hablar de la influencia de Dylan, de los nuevos Dylan que han salido en cinco décadas sería interminable. Pero bien podría sumarse este pequeño fenómeno del Nuevo Folk (o freak folk o alt.country o "americana", como usted prefiera) a la saga de hijos de Bob. Pase esta noche por La Trastienda y vea a José González. Y después me cuenta si Bob sigue siendo o no influyente en la música de hoy.

El hombre inasible e inmodificable

Cuarenta y cinco años pasaron desde que Bob Dylan es figura central, ícono y referente de la cultura mundial. Cantante de timbre inconfundible, dignísimo músico, letrista de inspiradísimo vuelo, tuvo un sinfín de seguidores que, salvo excepciones, jamás pudieron acercarse a su notable poética, a su fraseo, a sus cadencias. Da la impresión, sin embargo, de que para que Bob salga del ghetto que la cultura le reserva a los cantantes populares hizo falta que el hombre escribiera una biografía, o parte de ella (la impresionista e impresionante Crónicas) y que cumpliera una edad que le da la estatura de elder statesman (hombre mayor, sabio y experimentado) para que los estufados miembros de las distintas academias que pululan por el mundo se dignen a reconocerlo. Aunque, se sabe, todavía lo ignoran a la hora de los Nobel.

Antes de la "literatura", Dylan escribió sobre bufones y ladrones, "tragadores" de espadas y pasaportes pintados de marrón; sobre doce océanos muertos y seis autopistas torcidas, sobre vientos idiotas que soplan cada vez que movés la boca y sobre mujeres de ojos tristes con boca de mercurio y ojos como humo. ¿Hay acaso un comienzo de canción mejor que el de I Shall Be Released? ¿Hay personajes mucho más ricos que la chica perdida de Like a Rolling Stone, el confundido Mister Jones de Ballad of a Thin Man o esa mujer que usa un anillo egipcio que brilla cuando está por hablar?

Su libro es maravilloso y excéntrico y caprichoso y creativo y todas esas cosas que se escriben sobre Dylan porque nadie sabe muy bien cómo explicarlo. En breve se conocerá la película de Todd Haynes sobre Bob en la que siete personas lo interpretan. ¿Su título? I'm Not There (No estoy allí)


Leyenda universal
Por Andrés Calamaro

Lo felicito a Bob Dylan por este prestigioso premio español, reservado a figuras excepcionales de la cultura.

Dylan nos conmueve con su ejemplo, su elegancia y su grandeza musical y poética, desde hace 45 años largos, y siempre desde las trincheras del folk y del rock.

Dueño de un carisma blindado, un fraseo encantador y una leyenda misteriosa y universal, Dylan vive de gira y, más que nunca, publica y edita discos (o como se llamen) y libros aleccionadores, emocionantes y entretenidos. El documental de Scorsese y la reedición en dvd de Don't Look Back, devuelven la imagen nítida del joven Bob que revolucionó la música y la cultura en los '60, marcando distancias con una personalidad abrumadora y un brillo sin épocas.

Polémico Dylan, transitó la dirección de cine y las religiones, siempre criticado, incluso ferozmente, actualmente consagrado en el limbo del respeto universal,Zimmerman abuelo cowboy, sigue girando como si nada, bien agarrado del timón que guía su propio barco en una vuelta al mundo que lo devuelva, finalmente, a una eternidad de donde vino y de donde jamás se fue.