Por Francesco Alberoni
En una época los padres tenían muchos hijos. Hoy tienen uno, como máximo dos, y sobre ellos concentran su afecto. A la noche, la madre se levanta para ver si su pequeño respira. Por la igualdad de los sexos, el padre debe hacer lo mismo. Con el nacimiento de un hijo, el apasionado amor erótico de los esposos deja lugar a la adoración del recién nacido. Agreguemos que el psicoanálisis les explica el peligro que significan los traumas infantiles. Es necesario evitarlos a toda costa. Si el niño llora tiene un trauma, si está descontento tiene un trauma. Si le va mal en la escuela tiene un trauma.
Los maestros son considerados potenciales causantes de traumas y por lo tanto los padres hacen causa común con sus hijos en contra de ellos. En una época se daba por descontado el amor de los hijos hacia sus padres. Hoy ya no. Hoy abundan los padres que temen no ser amados por sus hijos y que buscan comprar su afecto con elogios, regalos, concediendo inmediatamente todo lo que piden.
A veces los padres parecen estar en abierta competencia entre sí para hacerse amar más, para establecer una relación privilegiada con cada hijo. Y no excluyo el hecho de que se ha activado un nuevo y peligroso mecanismo psicológico. Antes, el matrimonio duraba toda la vida, y nadie corría el riesgo de que el otro cónyuge se llevara a los hijos. Ahora ya no. Aunque estén enamorados, los esposos temen que, algún día, su amor puede terminarse, que puedan llegar a separarse y encontrarse ante un juez.
Entonces, cada uno, aunque sea inconscientemente, empieza a prevenirse: para conjurar el peligro de perder el amor de los hijos, procura hacerse amar de manera indeleble. Como en muchas familias el matrimonio ya no es para siempre, cada progenitor procura establecer una relación para siempre con los hijos. Surge una maraña de temores que, aunque no se admitan, existen. En la adolescencia, los jóvenes quieren hacer su antojo, rechazan los consejos, no soportan que los guíen. Pero aún no están acostumbrados a enfrentar las dificultades, a luchar, a soportar las frustraciones, la derrota, el dolor, la soledad. Son frágiles, y por lo tanto presa fácil de la seducción de la droga. Frente a una dificultad, se puede fumar un "porrito", beber, y sobre todo, con un poco de cocaína, sentirse un dios que nunca se equivoca.
Señores padres: lo que he expuesto es sólo una hipótesis. Sin embargo, piénsenlo con serenidad y asuman el compromiso recíproco de no competir más por el amor de los hijos. Y empiecen a acostumbrarlos a enfrentar las dificultades. Todos estarán mejor.
El autor es escritor y periodista italiano
Corriere della Sera/ La Nación
Traducción: Mirta Rosenberg