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Bisturí tour: viajar rejuvenece

Cada vez más extranjeros hacen turismo estético en nuestro país. Contratan paquetes que combinan excursiones con la cirugía que siempre soñaron.

Texto Alba Piotto. Fotos Alejandra López y Ruben Digilio

Te imaginás un viaje donde vas, te haces una cirugía estética y vuelves?" Sara pensaba en voz alta otra vez. Maricarmen, la amiga de siempre, no respondió y siguieron hablando de cosas cotidianas. Conocía esos arranques, y los intentos en varios quirófanos, de los que Sara Martin –una catalana de 36 años, tres hijos adolescentes– había escapado cuando el anestesista venía por ella. Muchas veces quiso operarse la nariz y agrandar sus pechos. Pero el miedo fue más fuerte. Pasó un año. Sara al teléfono: "Maricarmen, me voy a Argentina". "Pues, yo me voy contigo", fue la respuesta. Un mes después, una estrena nariz y lolas; la otra, Maricarmen Macia Pons, también de Cataluña, separada, de 45, se sacó un poco de panza. Y en una tarde a puro sol, anduvieron por el Planetario y el Rosedal de Palermo.

Poco importaban el yeso y las vendas en la nariz de Sara; ni que la musculosa dejara ver los puntos del tajo por donde entraron las bolsitas de silicona en sus pechos. Menos, que se notara la faja que cubría la panza de Maricarmen, disimulada debajo de la blusa. "Doloridas y todo, hemos salido a caminar, anduvimos por todo Buenos Aires", confirma Sara, pura efervescencia. Su compinche agrega: "Aunque si lo piensas, realmente es de locos. Yo quería hacerme algo pero nunca pensé que vendría acá.

Y todo me salió a mitad de precio incluido el áereo y el hospedaje. Eso te anima". Y de paso, chicanea: "Estas tetas son bien españolas. Las de ella son argentinas." Pero Sara está feliz con su nuevo talle de corpiño. Tanto, que apenas salida del quirófano le envió a su pareja una foto de los pechos vía teléfono celular. Respuesta: "Cariño, ¡trae eso a casa inmediatamente!"

Los deseos empezaron a concretarse en Internet. Bastó poner en un buscador "cirugía plástica" y apareció un gran número de  empresas y médicos, ofertando sus servicios a precios irrisorios, casi, para el bolsillo del Primer Mundo. Una vista rápida augura que hay todo tipo de anzuelos. Algunos sólo anuncian: "Cirugía estética + turismo" (seguida de un número telefónico) como si se tratara de un combo "choripan + gaseosa". Otros prometen: "Sin internación. Con anestesia local". Y, la mayoría,  va por más: "Consulte nuestros paquetes turísticos". Sí, al comienzo puede ser una búsqueda a ciegas. Sara y Maricarmen, desde la lejana Lérida, se decidieron por Plenitas, una empresa de servicios médicos, con sede en Belgrano, que ofrece trasplantes capilares, estéticas y plásticas de todo tipo, cirugías bariáticas, tratamientos odontológicos, fertilización asistida. Los paquetes son "all inclusive", con la posibilidad de contratar servicios turísticos extras. Así, hay quienes eligen más de una opción: un lifting más fertilidad. O una pareja que combine trasplante capilar para él y una lipoescultura para ella.

"Tenemos un promedio de 2 a 3 cirugías por pacientes", informa Cinthia Gawianski, directora operativa de Plenitas. El mercado al que apuntan es netamente foráneo.

BARATO Y BUENO

En promedio, los pacientes pueden gastar entre 5.000 y 6.000 dólares. Una risa si se piensa en que en Estados Unidos, las cirugías estéticas tienen costos altísimos. "Nuestro target es para la gente que busca una cirugía a bajo costo y alta calidad médica. Sería para una clase media baja americana. Por eso ofrecemos que el total de gastos sean, al menos, la mitad de lo que propone el mercado", detalla Gawianski.

A la cabeza de las consultas están los estadounidenses; seguidos de ingleses y españoles. Y entre los vecinos, los chilenos hacen punta. Pero no faltan algunas procedencias más exóticas como Nigeria. Todos, además, aprovechan para hacer turismo. Entre cirugías y controles, viene bien un city tour por Buenos Aires o una escapada al Tigre. Y ya con el alta encima, se van a las Cataratas del Iguazú o a la Patagonia, el destino más buscado.

Rayetta Thomas tiene 62 años, es jubilada y vive en Colorado, Estados Unidos. Vino con su hija Kelly Osborn, de 45, una ama de casa, con dos hijos y residencia en Sacramento, California. La idea original era que sólo Rayetta se hiciera un lifting facial. Pero a los pocos días, Kelly se entusiasmó y se entregó a una mini dermolipectomía de abdomen (se sacó un poquito
de panza, digamos).

"Es simple: viniendo a la Argentina tenía la cirugía y un viaje turístico por menos de lo que en Estados Unidos hubiera gastado sólo en la cirugía", calcula Rayetta. Y agrega: "De hecho, tenemos amigos esperando que regresemos para ver los resultados y animarse a venir". En el post-operaratorio, madre e hija anduvieron de shopping, fueron al cine, pasearon por San Telmo, La Boca, Puerto Madero, Recoleta. ¿Si sabían algo del país antes de venir? "Nada. Sólo lo que vimos en la película Evita", sonríe Rayetta, a horas del retorno a casa.

Asombra la confianza con la que se entregan al quirófano aún cuando la desinformación sobre el país es total. Cuentan que una estadounidense bajó en Ezeiza muy decidida al bisturí, pero con 50 litros de agua mineral, convencida de que acá no había agua potable. Y no falta quien, ya en Buenos Aires, se entera que ¡Argentina no es la capital de Brasil!


LOS HOMBRES TAMBIEN

Ese no es el caso de Larry Hurst, 46 años, de Vancouver, Canadá. Dice que algo sabía de la "historia fuerte" del país y –la obviedad de siempre, ¡ufa!– la belleza de las mujeres latinas. Larry hizo vuelo directo al quirófano para un retoque  (párpados y lifting medio). ¿Motivos? "Quiero casarme y aspiro a que mi futura esposa sea la más linda. Para eso, tengo que verme mejor", dice sin ponerse colorado. Hombre a la pesca.

Dando vueltas por San Telmo, Larry no pasa inadvertido. Filmadora en mano, camisa floreada negra y blanca, anteojos de sol que le tapan los moretones de la cirugía. "Vivo en una sociedad muy prejuiciosa a nivel estético. Y en el círculo donde me muevo, la gente bella busca estar con gente bella", argumenta. Su trabajo se desarrolla en los sets de cine, ¿tendrá que ver? "Bueno... en Vancouver todos se creen estrellas de cine. Y yo no quiero bajar mi standard: siempre estuve con mujeres hermosas y quiero seguir estándolo." En fin... Lo cierto es que después de que le saquen los puntos, piensa viajar a Rosario y pasar unos días en la montaña.

Hombres. Un rubro interesante. Buscan lucir más jóvenes y agradables. Se sacan papada o se hacen los mismos retoquecitos que se haría su esposa. Algunos, incluso, se animan a una ginecomastia (sacarse esos pechos que cuelgan tan femeninos). Aunque la mayoría viene a ponerse pelo en la calva. Hace 20 años no era común que ellos formaran parte del mercado de la cirugía  estética. Hoy, dicen los cirujanos, están casi en pie de igualdad con las mujeres.

Eso sí, no quieren que se les note que pasaron por el quirófano. ¿Algo obvio? No siempre. Hay mujeres –sobre todo las que pasaron el medio siglo– que piden que el lifting sea notorio para que sus amigas se den cuenta. Y en muchos casos, los hombres son empujados a refrescar su figura, en especial si trabajan en empresas donde la imagen lo es todo. O casi.

SUPER PROMO

"Hola soy Fulana de Tal, vivo en España y pensaba viajar dos semanas a la Argentina. Quiero aprovechar el viaje para operarme la nariz, hacerme una lipoescultura, levantarme el busto, subir la cola. Además, iré con una amiga que quiere retocarse la nariz y el busto. ¿Cuándo podemos ir? Espero su respuesta." Así de telegráfico suelen llegar los emails a las empresas o a los cirujanos plásticos con página web abierta al mundo. Sin otra información tal como ¿edad? ¿es la primera cirugía? ¿alguna contraindicación? ¿conoce al médico que lo va a operar?

Viva intentó saber cuál era la postura de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora, sobre los pro y los contra de esta movida. El requerimiento no fue respondido. De todas maneras, en su página web (www.sacper.org.ar) hacen algunas recomendaciones como "ninguna cirugía puede ser perfecta", "puede cambiar formas pero no su vida"; estas cirugías "conllevan cierto riesgo" y, advierten, no están indicadas para drogadictos, alcohólicos o personas con cambios bruscos de humor.

Carlos Juri toma distancia de tanto entusiasmo de mercado. "Ante todo, se debe entender que esto es una práctica médica y  debe prevalecer la relación médico-paciente. Algunos envían mails averiguando precios como si fuera un producto a la venta. ¡Y se trata de salud!", remarca en su Centro Médico de Cirugía Plástica. "Para mí es importante saber por qué esa persona quiere operarse, qué lo afecta, si es factible la operación. Nadie puede quitarle nada a su vida, ni 10 ni 20 años..."

En la misma sintonía reflexiona Cristina Mitjans, dermatóloga, dueña de la Clínica Micrograf, dedicada al trasplante de pelo: "Esta tendencia se explica porque les sale todo re barato. Pero me llama la atención que vengan a operarse sin conocer a los médicos. Ni siquiera el país. A muchos les arman un tour y vienen." Acostumbrada a atender ricos y famosos locales, Mitjans también recibe pacientes del exterior en busca de los cabellos perdidos. Un implante de pelo en Estados Unidos, como mínimo, cuesta unos 8.000 dólares. Acá, con mucho menos dinero, no sólo se los hacen, sino que además pasean por lugares turísticos y les queda un vuelto. "Nosotros no ofrecemos alojamiento ni tours. Eso corre por cuenta de los pacientes. Si no, se termina montando un negocio y nosotros somos médicos", limita.

Francesca Palmeri tiene 58 años, nació en Sicilia, emigró de niña a la Argentina, pero desde hace tiempo vive en Estados Unidos. En 2005, visitando parientes argentinos, decidió hacerse implantes dentales. Y este año vino por más: se sacó las bolsas que tenía en los párpados y debajo de los ojos. Hubo un día en que su imagen en el espejo fue determinante. "Sentí como si se me hubieran venido todos los años encima. Me dije: 'Oops, estoy vieja'", cuenta en Puerto Madero. También ella se sumergió en un buscador de Internet decidida a encontrar un profesional que le borrara los colgajos que la afeaban. Eligió Xetica Argentina, una empresa conformada por cinco cirujanos plásticos que alquilan los servicios de clínicas importantes.

Francesca llegó el 23 de enero y se irá el 6 de marzo con cara nueva y con algún tratamiento para sus piernas: aprovechó para consultar a un flebólogo. Su marido, Santo, se entusiasmó con volver a peinar las chapas que se volaron. "Pero esto lo vamos a mantener en secreto porque no estaba planeado. Así que cuando lleguemos, les diremos a nuestros amigos que es el aire de la Argentina el que le hizo crecer el pelo", bromean. El viaje de Francesca y Santo, incluyó unos días en Mar del Plata y una pasadita por el carnaval de Gualeguaychú.

"¿Cómo me veo ahora? Bueno, creo que la cara la tengo distinta y eso que sólo me arreglé los párpados y las bolsas", dice. Técnicamente, Francesca se hizo una blefaroplastía superior e inferior. "Esto es impensado en Estados Unidos. Allá una sola aplicación de botox cuesta mucho más de lo que yo gasté acá con las vacaciones y la operación", compara. Según Carlos Traseira, director comercial de Xetica, el beauty trip incluye servicios de aeropuerto y alojamiento en hoteles de 4 o 5 estrellas.

En todos los casos, se firma un consentimiento como en cualquier otra cirugía. Pero no es un contrato de resultados. Con lo cual, no hay quejas si la nariz no quedó como uno imaginó. Y en cierto modo es como hacer un viaje iniciático. Significa ausentarse 15 o 20 días y regresar a la actividad normal, más delgado o rejuvenecido. "La informática es una herramienta importante porque se adelantan por mail las consultas, se mandan fotos digitales, los exámenes prequirúrgicos. Así, cuando llega el paciente, va directo al quirófano", dice Julio Ferreira, dueño de la Clínica Especalista en Salud y Estética y presidente de la International Academy of Cosmetic Surgery.

Es evidente que el mercado de  la cirugía plástica es amplio y rentable. Y esa tiranía de estirar los años que se vienen encima permite lo impensado. Hasta buscar la belleza del otro lado del océano.