Ay, no, soy un monstruo!” Eso fue lo primero que dijo Sofía cuando sus papás le explicaron que era superdotada. “Tenía seis años y sentí por primera vez que el mundo se me venía abajo.”
Hoy, Sofía Terré tiene 8 años y es uno de los tantos chicos dotados –o, según los términos más usados, talentosos, con altas capacidades o baby gifted, como los llaman en Estados Unidos– que en la Argentina intentan adaptarse a un sistema educativo que no los tiene en cuenta.
“Tu hijo es un Einstein, ¿qué problema puede tener? Esta frase circula en el imaginario popular, y no se concibe la idea de que estos chicos tengan problemas –afirma Héctor Roldán, coordinador general de Creaidea, un proyecto de asistencia a los niños dotados y talentosos–. Les cuesta adaptarse, se aíslan, suelen tener bajo rendimiento en la escuela, se aburren y no encuentran motivación.”
La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que una persona es dotada cuando alcanza un cociente intelectual (CI) de 130 puntos (aunque varía en algunos puntos según criterios específicos). El CI es una estimación general de la capacidad de los individuos de pensar y razonar e indica cómo nos posicionamos frente al resto de los individuos dentro de un nivel de edad determinado. El nivel medio de inteligencia se sitúa entre 95 y 110. En la Argentina, la población infantil con talento y altamente dotada es del 5 por ciento. La definición mundialmente aceptada dice que los niños dotados y talentosos son aquellos que, identificados por profesionales calificados, por virtud de habilidades destacadas son capaces de un alto rendimiento.
“Son niños que requieren programas educacionales diferenciados y servicios más allá de aquellos provistos normalmente por el programa regular, de manera que se hagan cargo de su contribución a sí mismos y a la sociedad”, agrega Roldán.
Hablan, juegan y hacen los deberes mientras los adultos los observan pensando que algo no coincide: su edad cronológica con su edad intelectual. En la Argentina, tampoco coincide el grado de atención que se les presta desde la legislación con el que efectivamente necesitan. En el artículo 93 de la Ley Nacional Federal de Educación se reconoce formalmente la existencia de estos niños, y se invita a las autoridades educativas a organizar programas para la detección temprana y el seguimiento de los alumnos con talentos especiales.
“La realidad es que no siempre reciben el apoyo en las escuelas para desarrollar sus capacidades, y si no las desarrollan las pierden –asegura la licenciada María Bernarda Pirovano, coordinadora del Centro para el Estudio de Enfermedades Genéticas, Metabólicas y Discapacidades de la Universidad de Belgrano –. Al no encontrar quienes los apoyen, los chicos comienzan a boicotearse, no quieren destacarse y buscan desesperadamente parecerse a los demás. Estamos hablando de una cuestión emocional que los afecta física y psíquicamente. Otra realidad es que es frecuente que estos chicos sean confundidos con quienes sufren déficit de atención (ADD) por la hiperactividad, cuando en realidad son nenes con excesivos montos de energía.”
Hipersensibles
Franco lee de corrido el libro que tiene entre sus manos en una grabación casera que hizo Sandra Bongiovanni, su mamá, cuando él tenía apenas 2 años. También se escucha la voz de ella, que le pide que siga leyendo. Franco lee cada página sin detenerse: lo hace claro pero con el tono de un nene de su edad, al que las erres le patinan, pero reconoce cada letra, sin importar si están escritas en imprenta o cursiva.
No sólo hay que hablar de un desarrollo intelectual más avanzado que en otros chicos de su edad; también los dotados son hipersensibles, creativos, curiosos, ansiosos, intuitivos, y muchas veces presentan una desincronización entre los niveles intelectual y psicomotor.
Sin duda, el defase mayor es aun más evidente entre la inteligencia y la madurez afectiva. Es que un niño con altas capacidades afronta la realidad con la inteligencia potencial de un adulto, pero la percibe y la sufre como un chico de su edad real. Por ello es frecuente escuchar que durante el día los pequeños intentan develar los misterios del universo, y por la noche les temen a las brujas y a la oscuridad.
“Es un nene de cinco años –dice Sandra, refiriéndose a Franco–. Mirá el cuarto: es una mezcla.” Allí se ve un tablero de ajedrez, un microscopio, el juego de química, un mapa de la República Argentina, un dibujo del sistema solar y Barney, el enorme dinosaurio de peluche que, colgado en la pared, le sonríe a la Pantera Rosa.
“Suele presentárselo como una persona frágil, solitaria y oculta tras los libros –analiza Héctor Roldán–, pero este concepto sólo visualiza una de las maneras en que se puede manifestar la dotación en un chico. Hay que tener en cuenta que también suelen ocultarse y disimulan sus diferencias, como una reacción natural, una estrategia de supervivencia. Por lo general, tienen un gran poder de abstracción, una alta sensibilidad hacia el entorno, una intuición muy acentuada y una elevada autoconciencia.”
Reconocerlos es el mayor desafío que padres y docentes deben encarar, porque la detección es, en definitiva, la única manera posible de asistir al chico de acuerdo con sus necesidades (ver aparte).
“Siempre se destacó, desde jardín –dice Mónica Menéndez de Ezequiel–. Pero como era mi primer hijo me parecía todo normal, no tenía con qué comparar. Cuando ingresó en primer grado Eze ya sabía leer y escribir, y fue cuando comenzó a aburrirse, a presentar problemas de atención. La maestra de primero me dijo que no sabía qué hacer con él. La de segundo creía que tenía ADD, que no podía fijar su atención en nada porque estaba todo el tiempo moviéndose por el aula, conversaba mucho y molestaba a los demás. Hablé con el pediatra, le hicimos estudios neurológicos y tests psicológicos. En casa ya no sabíamos qué hacer, hasta que leí en el diario una nota acerca de chicos talentosos en la que describían ciertas características que se ajustaban a Eze, así que decidí hacer la prueba y acercarme a uno de los lugares a testearlo. Mi marido no estaba muy seguro, hasta que el resultado dio que tenía una inteligencia superior.”
Confusiones frecuentes
En torno a estos niños existe cierta fantasía, la más frecuente y errónea es confundirlos con genios. Según Howard Gardner (neuropsicólogo norteamericano e investigador de la Universidad de Harvard), “un individuo sólo merece que se lo llame genio cuando su trabajo creativo en un campo ejerce un efecto sustancial en la definición y delineación de ese campo. Cuanto más universal es la contribución, cuanto más se la conoce a través de las distintas culturas y eras, más grandioso es el genio”. Tal como destaca la licenciada Mariela Vergara Panzeri en su artículo Los niños con alta capacidad y el rol de la sociedad, “un genio es inevitablemente un individuo adulto formado. En consecuencia, nunca podríamos utilizar la palabra genio refiriéndonos a un niño”.
Otro de los mitos destaca el ser altamente dotado como una bendición. Una mamá que prefiere mantener su nombre y el de su hijo en el anonimato habla desde la impotencia de no saber bien qué hacer: “Mi nene vive con malhumor, sufre cambios bruscos en el humor, enojo, y sólo tiene cuatro años. Si no logra lo que quiere se aparta, pero no se trata de un capricho, sino que todo lo ve como un desafío, y si no lo logra es un fracaso. Mi hijo lo pasa mal en el jardín, y eso me lleva a buscarle alternativas para poder cumplir con sus expectativas. Cada vez que sale del jardín me dice: Son todos pequeños. Juega sólo con dos nenes; otros lo rechazan. La maestra me dice que tiene problemas para relacionarse. El gordo ya sabe leer y escribir, y sus compañeritos recién están aprendiendo a reconocer las letras. No sé bien qué hacer. Mi hijo no es feliz”.
Cerebritos
Cuando se ingresa la palabra “superdotado” en cualquier buscador de Internet se encuentra una larga lista de informes y experiencias en el mundo. Las más frecuentes están relacionadas con las tareas puestas en práctica en escuelas, como la agrupación, que implica la creación de escuelas especiales o reunión en grupos según sus intereses; el enriquecimiento, estrategia que consiste en realizar ajustes curriculares individualizados y, por último, la aceleración, que permite al estudiante comenzar antes la escolaridad o saltear algún grado.
“Se habla de educación igualitaria como derecho de todos los niños –subraya María Bernarda Pirovano–, pero cuando decimos igualitaria nos referimos usualmente a aquellos niños provenientes de sectores económicos y socialmente carecientes o con alguna dificultad físico-mental. No se piensa, salvo en pocas ocasiones, en fomentar programas especializados, con lo cual los privamos de una educación adecuada en sus necesidades. En nuestro país, sólo Jujuy tiene un programa provincial que atiende la problemática de los niños dotados.”
Cerebrito. Eso le dicen sus compañeros a Ezequiel. “Sus pares lo reconocen –deduce Mónica Menéndez–, pero la escuela no. Cómo puedo yo, como mamá, pedirle a Eze que cambie la actitud negativa que tiene. Dejaron de interesarles algunas tareas y está bajando su rendimiento. No encuentra motivación, y sólo tiene 10 años. En casa intentamos cubrirle sus necesidades con actividades extraescolares: le tengo que recargar su horario con cursos y talleres, porque lo necesita. Con el informe que dice que mi hijo es dotado lo que recibo de las escuelas es: Yo entiendo que su hijo es muy inteligente, pero en nuestro colegio no es un tema prioritario porque tenemos 35 alumnos que merecen la misma atención y no podemos hacer atención personalizada. Comprendemos la situación, pero no podemos a hacer nada”.
El pasado 27 de octubre se realizó en la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires la Primera Jornada Informativa sobre Niños y Jóvenes Talentosos y Dotados. Allí se destacó que la dotación y los talentos especiales constituyen un fenómeno social tan corriente como lo son los casos de discapacidad. Su tratamiento –dice el informe– no exige ni escuelas ni docentes de elite, sino una adecuada especialización educativa y profesional y una atención comunitaria que ni siquiera requiere inversiones económicas, ya que puede apoyarse en instituciones gratuitas preexistentes.
Alejandra Terré, mamá de Sofía (una niña con talento especial) y de Ezequiel (un niño con un retraso madurativo leve; ver aparte) sostiene desde su experiencia que “de la misma manera que se atiende a los niños con ciertas dificultades debería atenderse a aquellos que necesitan estímulos para no perder su capacidad”.
Pirovano va más allá al considerar que la sociedad aún no descubrió a los superdotados: “La sociedad ve el problema cuando éste es lastimero, sensiblero, pero cuando aparece como una bendición te rechaza. Equidad no es darles a todos el mismo número de zapatillas, sino el número que cada uno necesita”.
Por Fabiana Scherer fscherer@lanacion.com.ar
Para saber más:
www.aceptado.org
www.creaidea.com.ar
www.cedalp.com
www.mensa.com.ar
feto@fibertel.com.ar (Fund. Evol. del Talento y la Creatividad)
Cómo reconocerlos
# Alta sensibilidad
# Excesivos montos de energía
# Gran curiosidad. Los por qué son interminables.
# Generalmente leen a muy temprana edad y con poca –o ninguna– ayuda.
# A veces utilizan metáforas para expresarse
# Pueden manejar temas que requieren abstracción
# La mayoría de los temas despiertan su interés
# Aprenden muy rápido
# Disfrutan armar rompecabezas
# Suelen tener ideas originales
# Toman objetos comunes y les dan usos insólitos
# No soportan la injusticia, realizan planteos sobre el tema
# Son sensibles extremos
# Suelen tener una elevada intuición
# Les disgusta doblegarse a la autoridad
Mitos
# Los talentosos y dotados son los que mejores calificaciones sacan.
# No necesitan ayuda: se las arreglan bien solos.
# El desarrollo social y emocional del niño superdotado se encuentra siempre en el mismo nivel que su desarrollo intelectual.
# Los niños superdotados son producto de padres que se han preocupado en sobreestimularlos.
# En el futuro, serán adultos exitosos.
Franco, 5 años
“Quiero inventar formulas”
“Aprendió a leer prácticamente solo –cuenta Sandra Bongiovanni–. A los dos años ya leía. Poco después empezó a jugar con las formas. Comenzaba con el círculo, seguía con el cuadrado y juntos terminábamos con el paralelepípedo. Recuerdo una vez en la playa: el gordo con un palito dibujaba las formas en la arena. La gente se acercaba y le pedía que hiciera una, otra. A qué no sabés el hexágono, le decían. El, tranquilo, iba y lo dibujaba.”
Franco tiene cinco años y escucha atento a su mamá, que es licenciada en Química y trabaja en la Comisión de Energía Atómica. “Tenía tres años cuando mi amiga, también química, le explicó al nene la estructura del átomo y le preguntó si la entendía. Fran le dijo: Sí, es como Saturno y sus anillos; los electrones dan vuelta igual. Fue entonces cuando empecé a averiguar de qué manera podía aprovechar su potencial, sin descuidar la parte emocional.”
El camino por recorrer no fue fácil. “Con todo el que hablás te dice: Seguro que hay colegios, institutos especiales. Pero no aparecía nada. Busqué información, me empapé en el tema y decidí testearlo. El resultado fue superdotación infantil.”
En 2004 comenzó la búsqueda de colegios para el ciclo lectivo de 2005. “Arrancó en un maternal, en una salita de 4 teniendo 3 –cuenta–. Ya el primer día sorprendió a la maestra leyendo todos los carteles que estaban repartidos en la sala. No resultó nada fácil encontrar un colegio con vistas al primario. Fui a una consultora que me orientó hacia algunas escuelas. Con papelito en mano llegué a ellas y directamente me dijeron que no. La respuesta más frecuente era: Esta no es la institución para él. No vamos a poder darle lo que necesita. Lo único que pedía y pido es que lo miren como plantita y que le den el agua que más o menos necesita.”
En una hoja de cuaderno Franco resuelve sumas de tres cifras y desafía al fotógrafo con un partido de ajedrez. “No me seduce demasiado la idea de adelantarlo. Pero haré todo lo posible para que él se sienta feliz.” Con varias actividades extracurriculares, Franco disfruta de sus clases de música, fútbol, natación y los talleres que realiza con otros chicos dotados. “Quiero tocar el piano –dice –, viajar e inventar fórmulas.”
“Mi idea es ofrecerle un abanico; no busco que haga 20 actividades intelectuales todas las tardes”, afirma su mamá. Sandra reconoce que cuando le confirmaron la capacidad intelectual superior de Franco una sensación agradable le recorrió el cuerpo. “Me entregaron la evaluación y me dijeron: Tenés un CD virgen.”
Lucas, 11 años
“Me gusta la soledad”
Lucas quiere ser genetista. En la escuela, cuando cursaba tercer grado, lo adelantaron un año. “Necesitábamos hacerlo”, dice Mónica Müller, su mamá. En diciembre de 2006, sus padres quisieron adelantarlo más, pero en la escuela no le dieron a Lucas esa oportunidad. “Al principio nos pusimos muy tristes porque no era lo que esperábamos –detalla Mónica–. En marzo comenzará el primer año del secundario y, según la carta de la Dirección Provincial de Educación de Gestión Privada (Dipregep), se van a estimular sus talentos con las adaptaciones curriculares en el área que lo requiera con su grupo de pares en el año correspondiente.”
Lucas es uno de los chicos dotados con los que se han aplicado diferentes estrategias, además de la aceleración. Estaba en salita de cinco cuando le realizaron el primer diagnóstico: dotado. Por aquel entonces, Lucas tenía cinco y ya leía, sumaba, restaba y dividía. El caso se presentó en la escuela a la que concurría y a una especial. Lucas figuraba en la lista como “especial talentoso”.
“Desde ese momento, su educación pasó a ser un proyecto compartido entre ambas escuelas –cuenta Mónica–. Durante los dos primeros años iba a la común, pero recibía la adaptación curricular de la especial. En primer grado hacía actividades de tercer grado.” Cuando se lo adelantó, se eliminó la adaptación curricular y se sumó una maestra integradora para controlar su evolución.
“La integración consiste –explica Gabriela Connel, directora de la Escuela Especial 501 de Guernica, provincia de Buenos Aires– en brindarles a los chicos con defase, ya sea para arriba o para abajo (se trabaja con chicos con discapacidad) un acercamiento, una adaptación curricular para que puedan seguir cursando en la escuela común. También se hace un cuidado social y afectivo.”
Nació prematuro y hasta los dos meses y medio estuvo en terapia intensiva. “Corrió serio riesgo de vida –confiesa Mónica con la mirada posada en Lucas–. Lo que añorábamos con mi marido era que fuera normal; sólo eso.” Lucas se recuperó y al año empezó a caminar; a los dos, reconocía las letras y contaba; a los cuatro armaba rompecabezas de 60 piezas. Y a los cinco calculaba la raíz cuadrada y tenía grandes conocimientos de geografía en general.”
A Lucas no le molesta compartir curso y tareas con chicos más grandes. “Los amigos igual son amigos, sean compañeros de clase o no. Mi grupo está afuera –asegura–. Son vecinos, algunos que conocí jugando al fútbol, otros en ajedrez.” Aunque todavía no colgó en su cuarto el cartel de No molestar, con voz suave y de una inmensa timidez confiesa que por lo general le gusta estar solo. “Tranquilo. Puedo estar con los chicos, pero llega un momento en el que quiero estar solo. Me gusta la soledad.”
Sofía, 8 años
“Lo mismo, pero con una dificultad mayor”
Alejandro y Alejandra Terré tienen tres hijos: Facundo (18), Ezequiel (15) y Sofía (8). Los tres son adoptados y los tres presentan realidades bien distintas. Pero en esta nota Alejandra tiene ganas de hablar de Sofía, su nena, que fue diagnosticada con un “rendimiento cognitivo muy superior a la media”. La realidad de Sofía es muy diferente de la de Ezequiel, que fue diagnosticado con un “retraso madurativo leve”.
“Eze cuenta con apoyo oficial para su educación especial, por lo que creímos que Sofía debía estar amparada por la misma resolución –cuenta mamá Alejandra–. Pero no.” A diferencia de su hermana, Ezequiel obtuvo con los años una evolución real y un pronóstico más que favorable; en cambio, Sofía está manifestando dificultades en su rendimiento académico. “El año pasado me saqué un insuficiente –confiesa la nena–. Quería hacerlo mal, pero se me fue la mano.”
–¿Por qué lo querías hacer mal?
–Quería saber qué se siente ser normal.
Inquieta y dueña de un vocabulario riquísimo, Sofía agradece cada vez que llegan a sus manos regalos tales como enciclopedias y diccionarios. “Cuando cumplió 7 y le regalaron un diccionario de sinónimos tocó el cielo con las manos”, recuerda su papá. A Sofi le divierte jugar con las palabras, darle uso, manipularlas a su antojo; no por nada tiene un diccionario debajo de su almohada al que consulta todas las noches. Y quizá por ello, por su incapacidad de medir ese estímulo impaciente por decirlo todo, una maestra calificó su lenguaje como extravagante. “Recuerdo que ese día llegó a casa angustiada y preguntó: Mamá, ¿mi forma de hablar es extravagante? Aún me pregunto si extravagante es igual a rico.”
Suelen decirle que no se adelante en dar las respuestas o en realizar la tarea, pero ella no puede evitarlo. Cuando cumplió un año ya contaba de manera ascendente y descendente, y a los cuatro años afirmaba que en su casa practicaban el culto a la diosa Cali (la aterradora diosa de la justicia y la muerte en la cultura india). “A veces me dicen que tengo que ir a la par de mis compañeros, y no puedo, me aburro –asegura Sofía–. Pero tampoco quiero saltearme de grado, porque yo a mis compañeros los quiero: somos como dos imanes.”
–¿Qué esperás?
–Básicamente, hacer lo mismo, pero con una dificultad mayor. Si ellos dividen por una cifra, yo puedo hacerlo por dos.
Sus días se complementan con actividades extracurriculares que incluyen dibujo, taekwon-do, la Escuela Argentina de Inventores y el encuentro semanal con otros chicos dotados. “Ahí –dice del grupo de pares– me siento cómoda. Son de mi misma «raza». Por unas horas no soy diferente ni tengo que explicar nada.”
Necesidades diferentes
Por Miguel Angel Croci
La inteligencia es la herramienta que nos permite comprender e interactuar en el mundo que nos rodea. Es la forma en que procesamos, razonamos y relacionamos. Si bien hoy hablamos de inteligencias múltiples, tenemos cierta predilección por la inteligencia lógico-matemática, posiblemente la más estudiada y medida a través de un indicador: el cociente intelectual. Ahora bien, así como no hay dos personas iguales, lo propio sucede en esta materia: algunos individuos reciben el don maravilloso y singular de una inteligencia superior.
En muchos países, este dato de la realidad humana es muy tenido en cuenta. La identificación de los niños y adultos dotados, sistemas educativos que contemplan esta característica, actividades alternativas a la educación formal adecuadas para el talento fuera de lo común y un mundo laboral y empresarial que aprovecha estas capacidades distintivas, evidencian una comprensión de esta problemática de personas generalmente sensibles, cuyas necesidades no atendidas pueden concluir en hiperactividad, depresión u otros trastornos psicológicos. En la Argentina hemos aprobado una nueva Ley de Educación Nacional que contempla, aunque tangencialmente, los intereses de los niños superdotados. No obstante, de la letra a la acción hay bastante por recorrer. Si los padres y maestros comprendemos adecuadamente las inquietudes de estos niños, fomentamos sin presiones sus ansias de conocimiento y acompañamos su desarrollo emocional, contribuiremos a formar adultos plenos e intelectualmente mejores.
Entiéndase bien, no se trata de promover escuelas para genios, sino de entender y atender a niños con necesidades diferentes.
Presidente de Mensa Argentina - Sociedad de Alto CI.
Casos extraordinarios
A comienzos de 2003, The New York Times publicó una nota sobre Alia Sabur (foto 2), la chica superdotada que con sólo 13 años culminó la universidad, además de destacarse como una eximia concertista. En aquella nota se hablaba de las ofertas que había recibido para realizar un doctorado en Princeton o en el MIT, y para tocar en la Sinfónica de Filadelfia.
Fue también en Estados Unidos donde la noticia del suicidio de Brandenn Bremmer (foto 3), de 14 años, sacudió a la comunidad. Brandenn tenía un CI de 178. A los seis años ingresó en la secundaria y a los diez la terminó. En la Universidad de Nebraska se graduó como el alumno más joven en la historia de esa institución.
Tenía un talento especial para la música: tocaba el piano desde los 3 años. El 15 de marzo de 2005 se mató de un tiro en la cabeza. Según los especialistas que revisaron el caso, Brandenn no supo integrarse a un mundo que exige normalidad y conformismo.
Daniela González (foto 1) es argentina. A los 2 años escribió Alf (por el simpático extraterrestre de la serie televisiva), a los 9 terminó la primaria; a los 13, el secundario, y a los 19 recibió la licenciatura en Química por la Universidad de Morón. Ahora estudia Medicina y Farmacia. La chica, que creció en Merlo, ingresó en primer grado totalmente alfabetizada. A los 6 años se dictaminó que Daniela tenía una edad intelectual de 11 años y nueve meses.
El 7 de abril de 2000, Daniela González fue tapa de LA NACION; por aquel entonces, su familia tenía problemas económicos para financiar su carrera y la empresaria Amalia Lacroze de Fortabat decidió apoyar económicamente sus estudios.
“Cada ser humano tiene una combinación única de inteligencia. Este es el desafío educativo fundamental. Podemos ignorar estas diferencias y suponer que todas nuestras mentes son iguales –explica el neuropsicólogo norteamericano Howard Gardner en su libro Inteligencias múltiples–. O podemos tomar las diferencias entre ellas.”