Nora Bär
"La gran gloria y la gran amenaza de la ciencia residen en que todo lo que en principio es posible se puede hacer si existe empeño suficiente para hacerlo. Los científicos pueden regodearse en la gloria, pero a mediados del siglo veinte la reacción más típica del común de las gentes consiste en temblar ante la amenaza." ( La amenaza y la gloria , Gedisa, 1993)
La frase del premio Nobel británico sir Peter Medawar, el primero en presentar pruebas experimentales del mecanismo de "tolerancia inmunológica" que hace posibles los trasplantes, adquiere una especial resonancia en estos días en que el Boletín de los Científicos Nucleares acaba de anunciar -durante una inusual conferencia de prensa simultánea en la Asociación Norteamericana para el Avance de la Ciencia, en Washington, y la Royal Society, en Londres- que adelanta dos minutos hacia la medianoche las manecillas del "reloj del juicio final". La decisión obedece al fracaso de las acciones para evitar la proliferación de armas atómicas, pero también a "la crisis del clima" y los riesgos que plantea la bioingeniería.
El reloj, creado en 1947 por científicos de la Universidad de Chicago preocupados por los peligros de las armas nucleares con la intención de educar a sus colegas y a los ciudadanos norteamericanos sobre las implicancias políticas de la ciencia, es una representación simbólica del fin de la civilización. Sólo muestra el último cuarto de hora anterior a la medianoche. En estos sesenta años había sido levemente adelantado o retrasado 17 veces; la última, después del 11 de septiembre.
Con este anuncio, el cambio climático queda mediáticamente consagrado como otro de los fantasmas que podrían poner a las sociedades humanas al borde de la disolución.
Uno de los integrantes del Boletín es sir Martin Rees, presidente de la Royal Society y decano del Trinity College, de Cambridge. Suele afirmar que el cambio climático y las tecnologías emergentes en las ciencias de la vida tienen la capacidad de "destruir la civilización tal como la conocemos".
En cierto sentido, Rees es algo así como un "profeta" de la destrucción... En Nuestro último siglo ( Our final century , Random House, 2003), compila un verdadero catálogo de posibles calamidades que van desde la emergencia de virus aéreos modificados por ingeniería genética capaces de borrar poblaciones enteras de la faz de la Tierra, nuevas técnicas que podrían cambiarnos la personalidad, amenazantes nanomáquinas autorreplicantes y computadoras superinteligentes, pero también incontrolables. Es más, el astrofísico británico calcula que tenemos sólo un 50% de probabilidades de sobrevivir hasta 2100 sin un contratiempo serio.
En estos días en que científicos y políticos están reunidos para tratar de entender y mitigar los efectos de la acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera que está provocando el cambio climático sólo resta esperar que los seres humanos seamos capaces de demostrar que Rees estaba equivocado...
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Salud y economía, víctimas del cambio climático
Dado que existen ya estudios confiables que muestran cómo deteriora el efecto invernadero, se imponen políticas internacionales de prevención.
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Anna Veiga*
La Comisión Europea ha publicado recientemente un informe sobre política energética en el que se incluyen las consecuencias económicas que puede tener el cambio climático. En este informe se vaticina una catástrofe económica si no se establecen medidas para adaptarse o mitigar los efectos del cambio climático.
Pero el cambio climático no sólo tiene consecuencias a nivel económico. Se conoce desde tiempos inmemoriales la asociación que existe entre el clima y la salud. El interés de los investigadores en salud en estudiar cuál es el impacto del cambio climático sobre ella ha ido en aumento.
Se han descrito diversos mecanismos mediante los cuales el cambio climático puede afectar a la salud. Es evidente para todos que temperaturas y lluvias extremas tales como olas de calor, inundaciones y sequías producen efectos directos sobre la mortalidad y también efectos a largo plazo. Por otra parte, el cambio climático también ejerce su acción sobre la biodiversidad y el ecosistema en general, con la consecuente repercusión sobre la salud.
Está bien documentado que la mortalidad aumenta de forma notable durante los períodos de elevadas temperaturas, relacionándose este fenómeno con problemas cardiovasculares, cerebro vasculares y respiratorios, especialmente en personas de edad avanzada. En zonas urbanas, las olas de calor se suelen relacionar con un aumento de la polución ambiental que puede además agravar la situación de las personas a riesgo. Algo similar ocurre durante las inundaciones, las sequías y las tormentas. Se producen efectos inmediatos a nivel físico, como también impactos sobre la salud mental. El incremento posterior a estos fenómenos de enfermedades infecciosas es especialmente grave en los países en desarrollo, en los cuales se produce también un aumento del nivel de malnutrición de la población afectada.
La Organización Mundial de la Salud ha estudiado recientemente cuál es la carga sobre la salud que el cambio climático puede comportar. Los resultados publicados muestran que puede haber algunos pocos efectos beneficiosos, especialmente en zonas de clima templado, asociadas a una disminución de la mortalidad relacionada con las bajas temperaturas, pero que éstos van a ser superados por el aumento de enfermedades infecciosas y de desnutrición en los países en desarrollo. La vulnerabilidad de la población de los países pobres a los efectos del clima es muy superior a la observada en los países desarrollados.
Las políticas de adaptación socioeconómica son imprescindibles por lo tanto para mitigar los efectos del cambio climático sobre la salud.
Las actuales fuentes de energía, con el consumo de combustibles fósiles, son las responsables de la contaminación del aire y de los gases de efecto invernadero. Una reducción en los niveles de uno y otro sería doblemente beneficiosa para la salud de la población. Conviene recordar que fuentes de energía renovable como la fotovoltaica, la solar y la eólica no presentan efectos adversos sobre la salud.
Copyright Clarín y La Vanguardia, 2007.
*Bióloga, directora del Banco de células madre del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona