John Johnson Jr.
Corría el año 1915 y la guerra y las privaciones habían llegado a Alemania. Mientras tanto, en Berlín, un hombre solitario luchaba con las ecuaciones para una nueva teoría de la gravedad. Albert Einstein, de 36 años por entonces, le escribía a un amigo en su alemán nativo: "Estoy muy excedido de trabajo".
En las cartas contenidas en una colección recién publicada de su correspondencia personal, se lee, por ejemplo, que sus colegas científicos se comportaban en forma abominable, ya sea tratando de perjudicar su teoría o compitiendo con él para terminar de descifrar antes la teoría.
Paralelamente, Einstein extrañaba a sus dos hijos pequeños, que vivían en Suiza junto a su madre, de la que se había separado un año antes. Einstein tenía un romance por entonces con su prima, Elsa Lowenthal, con quien tiempo después se casaría, y tenía apremios de dinero.
En 1915, mientras la civilización occidental se encontraba al borde del abismo, Albert Einstein estaba en el umbral de un logro científico que cambiaría para siempre tanto a él como al mundo. Su teoría general de la relatividad, que describe de qué forma los cuerpos grandes distorsionan el tiempo y el espacio, revolucionaría las ideas sobre el mundo físico y le aseguraría vivir el resto de su vida como una persona sumamente célebre al punto tal que tanto los presidentes como las estrellas de Hollywood quedaban sin habla ante su mera presencia.
La joya de esta colección, publicada por Caltech y la Universidad de Princeton, es el hallazgo de cartas personales que estuvieron guardadas durante casi un siglo y arrojan una nueva luz sobre el hombre y su trabajo en ese momento de transformaciones.
La hijastra de Einstein, Margot, donó 130 cartas escritas en alemán, recibidas o enviadas por el físico a sus amigos y familiares más cercanos. Margot, que falleció en julio de 1986, estipuló que estas cartas fueran divulgadas 20 años después de su muerte.
Las cartas permiten descubrir al mayor pensador del siglo XX durante el apogeo de sus facultades, pero no ya como un genio triunfante sino como un trabajador que luchaba por llegar a fin de mes mientras el mundo que lo rodeaba amenazaba con caer en el caos.
Esta imagen de un hombre que podía ser tan inseguro como exitoso y tan rencoroso como generoso, se contradice con las dos imágenes más populares de Al bert Einstein. Una es la del afable símbolo pacifista cuyo atemorizante rostro sonríe desde los pasillos de miles de universidades. La otra es la del genio distraído demasiado ocupado con sus pensamientos como para combinar sus medias.
Para Walter Isaacson, ex director general de la revista Time y autor de una próxima biografía sobre el físico, era en 1915 "pavorosamente humano". Nunca más volvería a ser tan pobre y vulnerable como en el otoño, primavera y verano de ese año.
Einstein era un padre y marido distante aunque exigente. La cartas lo muestran profundamente comprometido con su familia, en exceso por momentos, a pesar de su ausencia.
"Todas estas misivas muestran las profundas dificultades que encuentra toda familia a lo largo del tiempo. Dificultades relacionadas con la separación y el divorcio" apunta Diana Kormos Buchwald, editora general de todos estos documentos de Einstein. Para Buchwald, las cartas de Einstein a sus hijos, Hans Albert y Eduard, son especialmente conmovedoras. Einstein solía firmar sus cartas con la abreviatura "Adu".
En un momento dado, mientras trabajaba contra reloj para terminar una serie de conferencias que pronunciaría en la Academia Prusiana de Ciencias de Berlín, envió una reveladora carta a su hijo Hans Albert. "Intentaré estar contigo un mes entero todos los años de modo de que tengas un padre que esté cerca tuyo y pueda amarte. Puedes aprender de mí muchas cosas buenas que nadie más puede ofrecerte (...) En los últimos días concluí uno de los mejores trabajos que hice en mi vida. Cuando seas grande, te contaré sobre él".
Traducción: Silvia S. Simonetti