Un mal que se expande

Bulimia y anorexia: casos resonantes reabren el interés

Un trastorno que pone en riesgo la vida: cuáles son los signos que permiten sospecharlo.

La anorexia, en la antesala del quirófano

Cada vez son más frecuentes las consultas de personas con desórdenes alimentarios que solicitan una cirugía estética

La anorexia y la bulimia, esos dos trastornos alimentarios que se han vuelto motivo de conversación obligado a raíz de la muerte de dos famosas modelos brasileñas, salen a la luz cada vez con más frecuencia en el consultorio del cirujano plástico, adonde quienes los padecen acuden en busca de un recurso más para alcanzar una siempre escurridiza e inasible idea de perfección corporal.

"Cada vez es más frecuente en los consultorios las demandas de cirugías plásticas por parte de jóvenes y no tan jóvenes que cursan otras enfermedades o trastornos psicológicos como depresión, síndrome dismorfofóbico, adicciones y, aún más frecuentemente, anorexia y bulimia", dijo a LA NACION el doctor Jorge Pedro, miembro titular de la Sociedad de Cirugía Plástica de Buenos Aires.

El problema es que, advirtió este especialista en cirugía plástica, la anorexia y la bulimia pueden dar lugar a complicaciones durante y con posterioridad a la intervención. "Operar a una anoréxica o bulímica que no está en tratamiento es una bomba de tiempo -aseguró el doctor Pedro-. Si están malnutridas o atraviesan una crisis depresiva, llegan con las defensas bajas [lo que predispone a infecciones] y pueden tener diversos problemas en el posoperatorio, como por ejemplo alteraciones en la cicatrización."

La creciente consulta de mujeres con estos trastornos de alimentación -que se caracterizan por una distorsión de la imagen corporal, que lleva a buscar el descenso de peso, aun cuando la persona se encuentra por debajo de un peso saludable- llevó a este cirujano a incluir en el consentimiento informado que las pacientes deben firmar antes de operarse la pregunta: "¿Ha padecido o padece anorexia y bulimia?".

En su primera entrevista, Paula, hoy de 33 años, contestó que sí. "Comencé con la anorexia a los 14 años, y llegué a pesar 39 kilos [con una altura de 1,64 metros], y muchas veces pensé en someterme a una cirugía para sacarme costillas y verme aún más delgada", contó esta abogada santafecina a LA NACION.

Hoy, Paula dice estar estable, lejos de la enfermedad, lo que no significa estar curada. "Sigo en tratamiento porque la anorexia no se cura nunca -aseguró-, pero pude superar el fantasma de la comida."

Recientemente, Paula se sometió a una cirugía plástica, pero no para seguir desfigurando su cuerpo en busca de una delgadez incompatible con la salud, como planeaba años atrás. "Me puse lolas para verme más agradable, más femenina -dijo-. Todo lo contrario a lo que buscaba en la anorexia, por lo que quería ser una tabla, ser amorfa."

Lo que sale a la luz

Para el doctor Pedro, el aumento de las consultas por cirugías plásticas realizadas por pacientes bulímicas y anoréxicas es un fenómeno que va de la mano de la cada vez mayor accesibilidad de esta especialidad. "Las cirugías estéticas han dejado hace años de ser sólo para una elite -dijo-. Hoy, las prepagas cubren las consultas y las cirugías se realizan en el ámbito público, con lo que es mucho más fácil acceder al consultorio del cirujano plástico."

Este boom de las cirugías plásticas, sostiene Pedro, está detrás del creciente número de personas que llegan a la consulta escondiendo trastornos de la alimentación o de la imagen corporal, como las dismorfofobias, en virtud de las cuales las personas están obsesionadas con algún rasgo físico que consideran insoportable.

"Estas pacientes que se ven gordas aun estando por debajo de un índice de masa corporal saludable y solicitan una lipoaspiración, o que teniendo un cuerpo que reúne todos los parámetros de estética y armonía quieren cambiarlo, hacen que el cirujano plástico deba extremar su ojo clínico para eventualmente descubrir alguno de estos trastornos", señaló Pedro.

Trastornos como la anorexia y la bulimia pueden incluso sospecharse a través de los resultados de algunos de los estudios de laboratorio que se piden antes de someter a una persona a una cirugía estética o de cualquier tipo. "En los análisis de sangre de personas con trastornos alimentarios se pueden encontrar niveles muy bajos de potasio (que pueden ser mortales, por llevar al paro cardíaco) o de proteínas, que revelan la presencia de un estado de desnutrición", dijo Pedro.

Por Sebastián A. Ríos

Cirugías plásticas y fiestas de quince

Especialistas observan un incremento de las consultas en menores de 18 años

"Hoy, la consulta por cirugías estéticas comienza a los 15 o 16 años de edad", comentó a LA NACION el doctor Patricio Jacovella, subdirector de la Carrera de Especialista en Cirugía Plástica de la Universidad de Buenos Aires (UBA), que incluso recuerda haber visto llegar a su consultorio a una niña de 13 años para pedir un aumento de mamas.

"Le dije que no correspondía una operación de ese tipo a esa edad, y que además en la consulta deberían estar presentes sus padres porque ella era menor de edad", dijo el doctor Jacovella, para quien estas precoces intenciones de cirugías estéticas suelen verse asociadas mayormente con la edad también cada vez más precoz a la que las adolescentes se dedican al modelaje.

Pero fuera de la pasarela, la demanda por cirugías estéticas también se manifiesta hoy por debajo de la mayoría de edad. "Se ha dado más de una vez el pedido de cirugía de busto como regalo de quince -aseguró Jacovella-. La tendencia es alarmante y hay que saber decir que no, algo que no todos los cirujanos plásticos hacen."

"No es lógico realizar una operación de implante mamario antes de los 17 años, cuando todavía no se ha completado el desarrollo", explicó el doctor Manuel Sarrabayrouse, jefe del Servicio de Cirugía Estética del Hospital Italiano.

El lugar del padre

¿En qué lugar se paran los padres de estas chicas que consultan? "Cuando los padres vienen a la primera consulta junto a sus hijas, habitualmente es porque están de acuerdo -respondió el doctor Jacovella-. Cuando a la primera consulta viene sola la adolescente es porque sus padres no están de acuerdo, y para operarse antes de los 21 años es necesario que éstos expresen su consentimiento por escrito."

Según el doctor Sarrabayrouse, "las consultas al cirujano plástico de pacientes menores de 15 años suelen darse por otros temas, como las deformaciones nasales o las llamadas orejas en asa, y los que consultan no sólo son chicas sino también chicos".

"Tanto las orejas en asa como las narices grandes producen grandes trastornos que hacen que uno deba tomar en cuenta los aspectos psicológicos que se pueden resolver con una cirugía", completó el doctor Jacovella.

En casos en que la consulta por cirugías que corrijan narices u orejas desmesuradas corren por cuenta de menores, recomendó Jacovella, "es importante realizar una radiografía de muñeca para determinar si el hueso ha dejado de crecer. Si todavía está en crecimiento, es importante advertirles al paciente y a sus padres que la nariz o las orejas pueden seguir creciendo aún después de la cirugía".

¿Y la toxina botulínica?

En cuanto a tratamientos menos invasivos (no quirúrgicos), como el uso de toxina botulínica o de sustancias para rellenos faciales, éstos suelen ser motivo de demanda más allá de los 25 años, según dijo la doctora Laura Szafirstein, especialista en dermatología estética y miembro de la Sociedad Argentina de Dermatología (SAD).

"Aunque a veces se ven consultas de este tipo por parte de chicas adolescentes, éstas son esporádicas y en general están relacionadas con algún trastorno de la imagen corporal", concluyó la doctora Szafirstein.

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Clarín:

Bulimia y Anorexia: crecen los casos y aparecen cada vez más temprano

Los expertos afirman que nunca hubo tantas adolescentes con trastornos alimentarios como ahora. Los casos son más graves y afectan a nenas desde los 8 y 9 años de todas las clases sociales.
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Georgina Elustondo

El problema reviste una gravedad inédita en el país, una gravedad que mantiene alertas y "muy preocupados" a los médicos y psicólogos que luchan contra con estos males: los casos de bulimia, anorexia y otros trastornos alimentarios no específicos se multiplican en la Argentina, avanzando sobre chicas de edades cada vez más bajas, sumando un creciente porcentaje de varones y escondiendo patologías psiquiátricas de una severidad sin antecedentes.

"Todo mal, sí", coinciden los expertos. Más casos, más graves, en chicas más chicas y en sectores sociales cada vez más diversos. El panorama es desolador, y aunque no hay cifras oficiales sobre el tema porque nadie las ha reunido y el diagnóstico es difícil de encasillar, algunos datos bastan para ilustrar la tendencia: en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, por ejemplo, reciben unas 2.000 consultas por año y tienen una "población estable" de entre 5 y 6 pacientes internadas por anorexia, "chicas con desnutrición grave, que perdieron el 50% de su peso", dice la doctora Ana Bonsignore, jefa del Servicio de Internación de Adolescentes.

También en el Hospital de Niños de La Plata diagnostican cada año una docena de chicas de menos de 15 años con anorexias que demandan tratamiento urgente, y ya han internado a más de 25 niñas con desnutrición extrema por estos males. "A veces hay que recuperar el cuerpo para que el psicólogo pueda trabajar", apunta la doctora Marcela Dalieri, del área de Nutrición. "Trabajamos en red. A partir de los 15 años son derivadas a nuestro servicio o al Hospital Larrain de Berisso. Recibimos muchas universitarias, de entre 18 y 20 años, la mayoría del interior. Las consultas crecen en el verano; es como que las chicas se sacan la ropa y la familia se da cuenta de que tiene un esqueleto en casa", dice la doctora Adriana Crivelli, del Hospital San Martín de La Plata.

"Nosotros estamos viendo más pacientes y de mayor gravedad. Los trastornos alimentarios existen desde siempre, pero hay cuestiones socioculturales que avivan estos males. No es sólo la moda —que no es determinante pero aporta lo suyo—, sino la crisis de las instituciones, de la familia, la soledad. La mesa dejó de ser un lugar de encuentro, se habla poco, y para colmo la anorexia se convirtió en un modelo valorado socialmente", dice José Luis Martínez, coordinador del área de Trastornos Alimentarios del Hospital Fernández.

La anorexia y la bulimia son patologías psiquiátricas graves y potencialmente mortales en las que el alimento se vuelve el síntoma, el "arma", la palabra misma. Lo que aparece en el caso de la anorexia es un rechazo a la comida, en general por temor a engordar. La bulimia, en cambio, es un trastorno compulsivo caracterizado por atracones recurrentes que terminan por culpa, por vergüenza, en "comportamientos compensatorios" como provocarse el vómito, usar laxantes o realizar ejercicio excesivo. En ambos casos suele haber una fuerte distorsión de la imagen corporal y terror a engordar y a enfrentar el "peso" de un cuerpo adulto.

"Para que haya un trastorno alimentario debe haber una predisposición de fábrica psicológica y genética, pero el hecho de que una mujer renuncie a comer y retrograde todo aquello que asocia al crecer (la menstruación, las curvas, el peso) está muy ligado también a lo cultural. La mayor prevalencia de estas enfermedades tiene que ver con que la bulimia y la anorexia son el rostro que la cultura le presta hoy a algunas patologías", dice la especialista Mónica Katz, fundadora del equipo de trastornos alimentarios del hospital Durán. ¿Qué esconde ese rostro? "Soledad, carencias, falta de delimitación generacional, madres e hijas usando la misma ropa, poca diferenciación de roles, crisis de autoridad", enumera.

"La anorexia y la bulimia son trastornos que tienen que ver con la falta de palabra. La sociedad actual pone todo en el cuerpo. En el caso de las mujeres, aparecen como síntoma estos trastornos o el embarazo adolescente. Y en los varones, la violencia, las adicciones. Es preocupante y riesgoso que el cuerpo ocupe el espacio privilegiado de la expresión, de la conexión con el otro", subraya la doctora Edith Szlazer, al frente del centro especializado BACE.

En todas las instituciones, los casos de bulimia superan ampliamente los de anorexia. "Es que la anorexia es más difícil de sostener como enfermedad, porque en algún momento falla el sistema. Con la bulimia pueden pasar años sin que nadie se entere", explica Bonsignore. Años, sí, pero con mucho riesgo: los vómitos recurrentes pueden afectar las vías respiratorias, generar desgarros en el aparato digestivo, provocar arritmias, etc.

"El problema más serio es que cambió el perfil del paciente. La anorexia se injerta hoy sobre patologías psiquiátricas más graves. Ya no se trata de la clásica chica que quiere estar flaca: detrás de estos cuadros estamos viendo patologías asociadas al crack social de los últimos años. Muchas chicas al borde de la psicosis, mucha patología del vacío, depresiones severas, mucha autoagresión", advierte Bonsignore.

Otro dato novedoso es la expansión de estos males por todo el tejido social. "Tuvimos hasta una adolescente mapuche internada por anorexia —dice Bonsignore—. El peso de la crisis y de ciertos modelos y mandatos sociales se siente en todos lados".


Jardín de infantes, gordos y flacos

Los especialistas coinciden en que reciben pacientes de edades cada vez más bajas, desde 9 y 10 años. Los trastornos alimentarios pueden comenzar más temprano (a los 2, 3 años), pero hay diferentes opiniones respecto a si a esa edad ya puede hablarse de anorexia y bulimia. "En la infancia no podemos hablar de esas patologías. Hay otros problemas que tratar, pero hasta los 8, 9 años no podemos hablar de anorexia porque no hay todavía contaminación cultural. La belleza, el miedo al cuerpo adulto, no están en juego", asegura Katz.

La doctora Mabel Bello, de ALUBA, cree que sí. "Hay casos desde los 3 años. En el jardín ya empieza la discriminación entre gordo y flaco y hay mamás que persiguen a los chicos para que no coman comida que engorda, estimulando conflictos con ese tema", opina.

¿Varones? ¿Mujeres? El porcentaje de hombres crece, pero no llega todavía ni al 10%.

La "Ley de talles" se aplicó sólo un mes

La alarma respecto de las consecuencias que acarrea entre las mujeres la promoción de cuerpos irreales por parte de la industria de la moda ha inspirado algunas medidas, pero los pasos en esa dirección todavía son lentos y no están exentos de contramarchas.

En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, entró en vigencia hace casi un año la ley de talles, que obliga a los comercios de indumentaria femenina a exhibir y ofrecer talles grandes a los clientes, pero apenas se aplicó un mes. Los empresarios presentaron recursos de amparo y si bien la Justicia aún no se expidió, el Gobierno frenó las inspecciones.

Por otro lado, en Capital Federal, la diputada Silvia Majdalani, actual presidenta de la comisión de Defensa de Defensa de los Consumidores, presentó este mes un proyecto para aumentar el talle inferior de los maniquíes que exhiban ropa de adultos en locales de venta de ropa femenina. Una iniciativa similar ya rige en España, donde buscan que los maniquíes de los escaparates se empiecen a adaptar a los modelos estéticos reales.

Consejos para los padres


# Atención a las dietas: "Hoy, hacer dieta es entre las chicas un rito de iniciación ineludible. La preocupación por estar flaca está instalada: si no entrás en la ropa que se usa no existís. Y para los adolescentes pertenecer es muy importante", dice Katz. "Ojo con las dietas de hambre, muy bajas en calorías. Los hijos no nos escuchan, nos miran. Y es peligroso que vean a la mamá obsesionada con el cuerpo, comiendo a las corridas, almorzando sólo un yogur".

# Cuidado con Internet: Hay páginas que alientan estos trastornos. Son sitios conocidos como proana y pro-mia, que difunden trucos muy riesgosos para la salud.

Dónde y cómo informarse

Hay distintos tratamientos para atacar los trastornos alimenticios. Los hospitales de Capital y Provincia tienen equipos especializados y el abordaje es interdisciplinario. La mayoría de los expertos trabaja con terapias individuales y sin recurrir a medicación salvo que sea muy necesario. También hay centros, como ALUBA, que ofrecen terapia grupal: "Un trastorno alimentario es un protesta muda. Cuando el paciente puede poner en palabras lo que le pasa empieza a salir del problema", informan allí. En el sitio www.bace.com.ar se puede encontrar un test de autoevaluación y un test para padres que ayuda a evacuar dudas.

Homo Videns
Diana Baccaro
dbaccaro@clarin.com

El filósofo italiano Giovanni Sartori sostiene que el homo sapiens está siendo destronado por una nueva especie, que bautizó homo videns: el individuo captado por la televisión. Y en esa cultura de la imagen, donde brillan los cuerpos tallados a fuerza de lechuga y tomate, se corre el riesgo de educar a chicos que miran pero no piensan. El sistema de salud actual tampoco mira con atención los problemas que ocasiona la anorexia: su tratamiento, por ejemplo, aún no figura en los planes médicos obligatorios. Un punto de partida para pensar el problema con seriedad.

Pasarelas, en alerta

En los últimos días, la muerte de dos modelos brasileñas por causas vinculadas a la anorexia desató una fuerte polémica en torno a los ideales de belleza promocionados por la industria de la moda. Los empresarios de ese país resolvieron que no podrán desfilar sin presentar antes un certificado de buena salud.

"Nuestra vida giraba entre la comida y el peso"

Una es de Avellaneda y estudia diseño de indumentaria. La otra es de Padua y, aunque le "cueste hacerse cargo", es abogada. Tienen 29 años y, acorraladas por una enfermedad que estaba a punto de arrancarles la vida, se conocieron hace cinco en el marco de un tratamiento que las obligó a confesiones y sinceramientos dolorosos, y que poco a poco las enfrentó a su verdad. "Estábamos hechas pelota", repasan hoy, entregadas a una charla que alterna risas y lagrimones que asoman pero se quedan, controlados, asomados a las pestañas. "Jamás quisimos ser modelos ni compramos el ideal de chica flaca. La patología alimentaria pasa por otro lado", insisten en remarcar.

"Desde muy chica tuve rollo con la comida. Que me servían mucho, que no me gustaba, que me dolía la panza... Me llevaron a muchos médicos, pero pasaron años hasta que me diagnosticaron bulimia y anorexia", arranca Noel Bálsamo mientras Lorena Galluzo la sigue con atención. "A los 23 llegué a pesar 33 kilos, y decía que tenía panza... Yo mentía todo el tiempo. Es muy doloroso: perdés peso, perdés amigos, perdés novios, perdés salidas. Me había estancado en la adolescencia, en la infancia, no quería crecer. Todavía me cuesta", dice. "Todo parece girar en torno a la comida y el peso, pero en realidad estás llena de miedo, de inseguridad", sigue Lorena. "Yo llegué a revolver la basura para esconder mi cena. Pesaba 34 kilos, me quería morir. Pero cuando podés empezar a aceptarte, a hablar, a buscar adentro tuyo, entendés que hay salida, que podés ser feliz como los demás. En eso estamos".

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Diario Perfil

Trastornos “preanorexicos”

Crecen las patologías vinculadas a la alimentación

Uno de cada diez adolescentes de entre 10 y 18 años presenta algún tipo de patología alimentaria. Esta semana trascendió el caso de anorexia extrema de María Ximena Nievas, que con 21 años y 1,65 metro llegó a pesar 28 kilos, y reabrió el debate acerca de una problemática que parece no tener freno entre los jóvenes. Los expertos advierten que la anorexia y la bulimia son los principales emergentes pero que crecen otros vinculados a la monotonía alimentaria, una enfermedad con variantes que se caracteriza por la elección de una mínima cantidad de productos.
Por ROMINA RYAN

Pesarse varias veces al día, padecer calambres durante eternas noches de insomnio, perder la menstruación, ver crecer el vello en el cuerpo, suspender la vida sexual y social, desmenuzar la comida con las manos hasta que desaparezca, cocinar para que “engorden” los otros, moverse porque sí, para quemar rápido las calorías de una mínima manzana. Así es la vida de un anoréxico. La otra cara de la moneda es el bulímico, que busca desesperadamente la soledad para comer más, todo lo posible, hasta que alguien llegue o pueda vomitar o tomar laxantes. Estas dos patologías cobraron difusión por casos graves como el de María Ximena Nievas, de 21 años, internada de urgencia en San Luis con sólo 28 kilos y que ahora se encuentra bajo tratamiento en la Asociación de Lucha contra Desórdenes Alimentarios (ALDA), en San Rafael, Mendoza. Sin embargo, los expertos en este tipo de enfermedades advierten que existen otras que permanecen solapadas socialmente pero que acarrean graves problemas de salud para quienes las padecen. Una de ellas es la ortorexia, que consiste en la obsesión por la comida sana y obliga a seguir una dieta que excluye la carne, las grasas, los alimentos cultivados con pesticidas o herbicidas y las sustancias artificiales. Bajo el aparente interés de alimentarse saludablemente, sus víctimas se vuelven tan estrictas que llegan a castigarse con dietas y ayunos aún más rígidos, lo que luego se traduce en anemia y carencias vitamínicas. La contracara es la que protagonizan aquellos que consumen una dieta con una mínima cantidad de alimentos considerados chatarra, como hamburguesas, pizzas y papas fritas, y no están dispuestos a probar ningún nuevo plato, derivando en problemas con el colesterol y los triglicéridos, y que se aíslan socialmente.

En el caso de los menores, el fenómeno más preocupante es el llamado síndrome de la especialización de la comida, donde chicos de entre uno y tres años sólo ingieren combinaciones antojadizas de alimentos y rechazan o vomitan otras opciones. Su vínculo con el entorno se limita generalmente a no más de dos personas, que pueden ser los padres o abuelos, y no aceptan relacionarse con otros. Por último, la vigorexia tiene a los varones entre sus principales víctimas. También basado en el culto al cuerpo, la obsesión los lleva a someterse a patrones de ejercicio excesivos, optar por dietas con muchas proteínas e hidratos de carbono y exentas en grasas. Cuando llegan a los anabolizantes se vuelven cada vez más dependientes, con los consecuentes riesgos de cáncer de próstata, disfunción eréctil, lesiones vasculares e infartos. A la hora de enfrentar un tratamiento, la estrategia a seguir por los profesionales es la misma que con la anorexia o bulimia nerviosa.

La forma de vida de las sociedades occidentales parece ser el centro del problema. Mabel Bello, fundadora y directora de La Asociación de Lucha contra la Bulimia y Anorexia (ALUBA), consideró que las patologías alimentarias se presentan como síntomas de una cultura en la que se habla todo el tiempo de la delgadez y las calorías, donde prima la inestabilidad de los lazos afectivos, la competencia feroz y lo efímero. “Los patrones muestran a personas que tienen miedo a crecer, a vivir. No logran conectarse con los otros, tienen más un instinto de huida que de ataque ante las responsabilidades de la adultez. Los adolescentes sufren el fracaso de la adaptación a los cambios en el cuerpo exigidos por la sociedad y aparece la fantasía de que si al menos soy flaco, no voy a tener que luchar para vivir”. El contexto se presenta difícil, pero la cura es posible, sobre todo si existe el acompañamiento familiar y terapéutico. Así lo demuestran los centenares de pacientes que recuperaron una vida normal, lejos de las adicciones y los rituales perversos.

Las nuevas enfermedades
Por ROMINA RYAN

Ortorexia. Consumen sólo comida orgánica, sin conservantes, sin grasas, y las carnes no son aceptadas. A veces ingieren sólo frutas o alimentos crudos. La forma de preparación y los utensillíos que utilizan también son parte del ritual obsesivo.

Síndrome del comedor selectivo. Eligen unos pocos platos, incluso los considerados “chatarra” y no prueban nada que esté fuera de su lista. Tampoco llevan adelante una vida social normal para no tener que comer cosas que no seleccionan.

Síndrome de la especialización. Se presenta en chicos de entre uno y tres años. Exigen combinaciones caprichosas de alimentos para aceptar su ingesta y rechazan o vomitan otras opciones. Suelen negarse a vínculos de más de dos personas.

Vigorexia. Se ven débiles y carentes de cualquier atractivo físico, por eso comienzan a consumir dietas desequilibradas, ricas en proteínas para favorecer la hipermusculación. En muchos casos terminan ingiriendo anabolizantes y hormonas.


Un problema sin fronteras
Por ROMINA RYAN

Jenny tiene 23 años y desde hace 40 días está en tratamiento en la Unidad de Salud Mental del Hospital de Clínicas de La Paz, Bolivia. Llegó por sus propios medios pesando 23 kilos, casi la mitad de su peso normal, desnutrida y sin piezas dentarias. Seis años atrás era una adolescente normal, hasta que la anorexia comenzó a robarle su identidad y su voluntad. Se sentía sola desde hacía mucho tiempo y sus estados depresivos fueron volviéndose cada vez más recurrentes. “Me di cuenta de que estoy enferma, muy flaca, por eso decidí venir. Me di cuenta de que es necesario comer para poder vivir, ahora quiero curarme y volver a mi peso y a mi vida normal”, dijo Jenny al diario boliviano La Prensa. También fueron noticia dos muertes fatales de anorexia ocurridos en San Pablo: la modelo brasileña Ana Carolina Reston, que falleció pesando 40 kilos y con una infección generalizada, y la estudiante de moda Carla Sobrado Casalle, que murió de un paro cardíaco con sólo 55 kilos y 1,74 metro de
altura.