Ésta constituye una de las más importantes y contundentes sentencias del pensamiento naturalista actual.
El núcleo central del neodarwinismo se refiere a que todo proceso evolutivo se divide en dos etapas básicas: una primera fase de surgimiento de variación ciega, es decir, en cualquier dirección y una segunda de retención selectiva de parte de la variación, debida fundamentalmente al papel de la selección natural.
Desde esta perspectiva, muchas características de los organismos, ya sea en el plano fisiológico, anatómico, metabólico e incluso conductual, pueden resultarles útiles a los portadores y en ese sentido ser calificadas como adaptativas. Hay que mencionar que los caracteres pueden tener un valor adaptativo, pero nunca independientemente del entorno donde se desarrolla el organismo. No hay rasgos adaptativos en sí mismos. Como fenómeno de la naturaleza y como concepto analítico la adaptación es siempre contextual.
De este modo, una reflexión evolutiva sobre el dolor deberá centrar su atención en el valor o potencial adaptativo del mismo. Sin embargo, es preciso aclarar que pensar evolutivamente no implica sólo pensar adaptacionistamente, sino pensar en la unidad y la diversidad como dos características básicas de la vida que se dan mutuamente sentido a partir del concepto de evolución. El objetivo del presente texto es reflexionar brevemente y desde una perspectiva
evolucionista acerca de las diferentes facetas de la experiencia del dolor.
Los niveles de análisis son necesariamente diversos, pues la vivencia del dolor se manifiesta como fenómeno fisiológico, como experiencia colectiva y como rasgo característico de la especie, y cualquiera de estos niveles puede analizarse desde el pensamiento evolutivo moderno. De este modo, toda nuestra dotación biológica involucrada en la experiencia del dolor puede entenderse
como el resultado de un proceso de evolución, desde la aparición de organismos evolutivamente primitivos, hasta nuestra propia aparición como especie biológica. Centremos nuestra atención
en el surgimiento del sistema nervioso.
Autores como Peter Singer optan por este rubicón cuando de derechos de los animales se
habla: la experiencia del dolor y en particular la existencia de sistema nervioso central como el factor que lo posibilita constituye para este autor la frontera para otorgar un trato ético preferencial
a determinados organismos en la escala filogenética.