Las máquinas han permitido la vida del bebé, pero para la mamá sólo han demorado la hora de la muerte.
La mexicana que está postrada en estado vegetativo dará a luz por cuarta vez a mediados de octubre, dos meses después que los médicos declararon que su cerebro había dejado de funcionar.
Hoy yace silenciosa e inmóvil en un lecho en el Centro Médico Banner del Buen Samaritano en Phoenix.
Su cuerpo y el de su bebé dependen de una tecnología avanzada para mantener a Verónica suspendida entre la vida y la muerte a fin de que el organismo semiviviente nutra a su primera hija mujer, sobreviviente de una batalla perdida ante el cáncer de mama.
La bebé ya ha sobrevivido un acoso inevitable de quimioterapia y morfina y notablemente sobrevive su vigésima séptima semana.
En su hogar de Arizona, Aaron Celis habla del momento en que recibirá una vida más en su familia, y momentos más tarde se lamenta lloroso por la despedida inexorable de quien conoció durante 21 años.
"El último deseo que me legó mi esposa fue 'Cuida del bebé'", recordó. "Fue una decisión muy difícil de tomar, pero le hice una promesa a mi mujer, y voy a cumplirla".
Aunque a Verónica nunca le agradó su propio nombre, en honor a ella la bebé será bautizada Verónica Destiny.
Se calcula que nacerá a mediados de octubre a las 32 semanas de gestación, que es normalmente de unas seis semanas más.
Las autoridades del hospital dijeron a The Sun que prefieren comentar este caso después que nazca el bebé, pero Aaron dijo que los médicos son optimistas sobre las posibilidades de su supervivencia.
Hasta el nacimiento de su hijita, maneja hasta Phoenix todos los fines de semana para estar al lado de su esposa. Deja a sus tres hijos en casa. Los niños sólo saben que ella sigue postrada en un hospital mientras lleva en su seno a la hermanita a la que dedican sus oraciones.
La historia de Aaron y Verónica Celis va más allá del momento en que los médicos la declararon en estado vegetativo.
Los dos se conocieron de adolescentes en San Luis Río Colorado, Sonora. Verónica tenía 15 años y trabajaba en una fábrica que producía botellas de plástico. Aaron, de 17 años de edad, era un supervisor de la compañía para tareas de mantenimiento de las máquinas. Sonríe al recordar cuando la vio por primera vez trabajando en una línea de producción. Poco después la invitó a saborear unas tortillas en el vecindario.
"Realmente, era la muchacha más hermosa del mundo", recordó. "Me impactó enseguida".
La pareja, que ha estado casada durante 21 años, se mudó a Yuma en 1985.
"Mi esposa es una de esas personas que siempre me empujó para mejorar", afirmó Aaron. "Es una mujer muy firme, pero de todos modos femenina, gentil y delicada".
La familia fue ampliándose con los hijos: Jaime de 19 años, Kevin de 13 y Andrew de 10. Pero siempre soñaron con una hija.
"Incluso hablamos de adoptar una", dijo. "Estábamos desesperados".
Recuerda cuando le diagnosticaron cáncer a Verónica.
"Estaba contrariada, pero siempre confió más en Dios que yo", explicó el marido. "Me pedía que no me abatiera: 'Vamos a estar bien. Tienes que ser más firme'".
Verónica se sometió a tratamiento y el cáncer pareció replegarse.
Pero hace pocos meses, Verónica empezó a inquietarlo.
"Pocas semanas después que descubrimos el cáncer, ella dijo que 'Si me muero, cuida del bebé'. Me asustó mucho".
En junio se confirmó que Verónica tenía cáncer nuevamente... y además que estaba embarazada.
Para Aaron, lo peor fue cuando su esposa se llenaba la boca hablando del bebé. No podía esperar a comprarle ropa.
Los médicos le sugirieron abortar, teniendo en cuenta la declinación de su salud. Al principio el matrimonio admitió que quizás tener el bebé no sería lo más prudente. Pero de pronto, Verónica cambió de idea.
"Un día después ella dijo 'No. Dios me ha dado esto y El sabe por qué'", agregó Aaron.
Para el 10 de julio, Verónica estaba hospitalizada en Yuma y tres semanas después fue transferida a Phoenix.
El cáncer le había alcanzado los huesos y todos sabían que se acercaba la hora. Aaron describió el día más terrible de su esposa: las vísperas de caer en coma. Su cuerpo se estremecía de dolor y su mente afiebrada de alucinaciones hizo que los médicos se vieran obligados a atarle las manos a la cama.
"Fue terrible ver a mi esposa sufrir de tal modo", dijo Aaron, sin poder contener las lágrimas; "les rogaba que la desataran, pidiéndoles algo imposible".
Eso fue un viernes. El sábado perdió el conocimiento.
El cerebro de Verónica dejó de funcionar el 7 de agosto.
Para Aaron, perder a su esposa será apenas algo más duro que la decisión de mantenerla. Aaron quiere tener su bebé, pero el proceso no ha sido fácil.
"A veces me siento como un monstruo por tomar la decisión de mantenerla viva de ese modo", dijo.
Los viajes semanales también han sido arduos. No solamente no ha enterrado todavía a su mujer, sino que el cuerpo de la agonizante puede hacer creer a los visitantes que todavía está viva.
"Cada semana se hace más difícil. Cada semana algo cambia en su cuerpo", dijo.
Explicó que algunos días, Verónica aparece hinchada. A la visita siguiente parece mucho más delgada. Además, recientemente el organismo se infectó con un virus que no puede combatir y Aaron debe usar ropa protectora durante sus visitas.
Pero no abandonará su vigilia.
"Allí me siento en paz. Allí puedo llorar y dormir. Me siento mejor", explicó. "Pero aunque le hablo, oro con ella y le sostengo la mano, sé que no está allí. Sé que su alma está en algún sitio mejor y que ya no sufre".
Pero aunque parezca imposible, Aaron no descarta un milagro.
"No voy a perder la fe hasta el día en que la entierre", dijo. "Todavía espero que se despierte el día en que la desconecten".
Información del The Sun de Yuma