Un cigarrillo tras otro, tazas y tazas de café, galletitas, bocaditos, algún sándwich... Las mujeres que trabajan muchas horas tienen mayor probabilidad de caer en hábitos nocivos durante la jornada laboral que los hombres. A esa conclusión llegó un equipo de investigadores británicos: dicen que a igualdad de condiciones, son ellas quienes peor la pasan.
El estudio asegura que hombres y mujeres responden en forma bastante diferente ante la responsabilidad de un trabajo excesivo, en el marco de una división de tareas en la que, además, las mujeres deben seguir ocupándose de la organización de la casa. "Las mujeres que trabajan mucho comen más grasas y azúca res, hacen menos ejercicios, toman más café y, si fuman, fuman más que sus colegas hombres", explica Daryl O'Connor, de la Universidad de Leeds.
En cambio, asegura que para los hombres, "trabajar mucho no tiene impacto negativo en los ejercicios que realiza, en el consumo de cigarrillos o cafeína".
Sin embargo, hay un punto que es positivo para hombres y mujeres: en el estudio se llegó a la conclusión de que trabajar mucho ayuda a no beber en exceso: "Existe un beneficio para los dos sexos: se reduce el consumo de alcohol", dice O'Connor.
Estos descubrimientos forman parte de un estudio más amplio que hicieron psicólogos de la Universidad de Leeds sobre los efectos del estrés en la comida.
"El estrés interrumpe los hábitos normales de alimentación —dice O'Connor—. El estrés hace que la gente opte por comer alimentos más grasosos y dulces en vez de elegir comidas más saludables. Además, las personas que están bajo síntomas de estrés comen menos de lo normal en sus comidas principales, lo que hace que ingieran menos vegetales".
Los investigadores aseguran que aquellas personas que durante el día pasaron por una situación de estrés —enfrentar una reunión con un jefe, hacer una presentación laboral, discutir con un colega u olvidarse de algo importante—, comieron en forma mucho más desordenada que lo usual. Por el contrario, esas mismas personas comieron pocos vegetales, nada de frutas y menos cantidad en las comidas principales como el almuerzo o la cena.
Dentro de los diferentes tipos de causantes del estrés, es más el mental que el físico el que conduce a la gente a "picotear".
Los investigadores categorizaron posibles molestias diarias en cuatro tipos: cuando el ego se ve amenazado (dar una charla); un problema interpersonal (una discusión); relacionado al trabajo (una reunión con superiores); y físico (un fuerte dolor de cabeza).
La conclusión fue que mientras en los primeros tres casos la gente tiende a comer más, en la última situación se "picotea" menos.
En el estudio se aclara que bajo estrés, ciertos tipos de personas suelen comer más que otras. "A esas personas las llamamos comedores emocionales. Son quienes presentan mayores niveles de vulnerabilidad y tienden a volcarse a la comida como un escape a la timidez. En otras palabras, cuando se sienten ansiosos, emocionalmente frágiles o con la autoestima baja, tratan de evitar esas sensaciones negativas desviando la atención hacia la comida", explica O'Connor.
Y concluye: "Nuestros resultados muestran que los nervios y la tensión provocan cambios dañinos en la dieta y conduce a comportamientos alimenticios poco sanos. Por eso es tan importante mantener una dieta equilibrada, con poca grasa y con al menos cinco porciones de fruta diaria. Esa es la mejor manera de reducir los riesgos de contraer enfermedades cardiovasculares".
Tiempos modernos
Sergio Danishewsky
Desde aquí se les pide un mínimo de comprensión. Se sabe que ganaron terreno en el trabajo y que tienen al menos la misma aptitud que el hombre para desarrollarse en ese ámbito. Se acepta como natural que progresen, que ocupen cargos ejecutivos, incluso que nos den órdenes. Está muy bien que nos exijan (mayor) protagonismo en las compras, el lavado de platos, la atención al hijo enfermo en mitad de la noche. Nos costó años aprender lo de la igualdad. Pero que no nos culpen de sus pecados. No inventamos la devoción por los dulces ni la crueldad de ciertos espejos. Bastante tenemos con los nuestros.
Comer, una tentación irresistible
Eleonora Leone (30), Gabriela Borzone (27) y Adela Saenz Cavia (38) trabajan en la consultora Burson-Marsteller. Las chicas hablan y al escucharlas no hay dudas: la oficina es sinónimo de comer todo el día, y no lo más saludable precisamente. Mucha golosina, mucha cosa dulce, mucho mate y café...
"Llego al trabajo y lo primero que hago, en forma casi automática, es tomarme un café. Y después sigo todo el día. Incluso cuando mi organismo ya me dice basta, yo no paro, sigo tomando café. El otro gran problema son las galletitas y las facturas, no hay manera de no tentarse. Realmente es difícil mantener una conducta, yo trato de no comer a deshoras, pero se complica", admite Eleonora.
Para Gabriela, el tema es que todos los días alguien lleva algo para comer. "Siempre hay galletitas, caramelos. Y si no hay, salimos a comprar. También tomo mate, tres litros por día".
Adela cuenta que come todo el día: "Si no me alimento no rindo". Pero confiesa que no come bien. En realidad asegura que bastante mal. "Termino comiendo en el escritorio, o en el taxi. Me la paso picoteando cosas dulces, golosinas, galletitas, todas porquerías, y mate, claro, todo el día, me encanta".
Las chicas explican que al mediodía no hay tiempo de salir a comer, así que suelen pedir comida a bares de la zona. El menú más común: tartas. Todas opinan que aunque se estresen, los hombres parecen ser más controlados con las comidas y las infusiones. "No los vemos comiendo todo el tiempo ni tomando tanto café o mate como nosotras. Nada que ver".
"La solución no es volver al pasado"
Mabel Bianco. Fund. para el Estudio e Investigac. de la Mujer
Ahora las mujeres trabajan cada día más horas fuera del hogar, y eso, sumado al tiempo de los traslados, es un doble esfuerzo: llegan a casa y allí espera la segunda jornada laboral, la de los quehaceres domésticos y la atención de los hijos y otros familiares. Así, al cansancio del trabajo se agregan las tareas del hogar. Esta situación resiente en las mujeres las horas de sueño, descanso, recreación y oportunidades educativas. También constituye una sobrecarga psicológica muy grande.
Y obviamente, se resiente la alimentación y no sólo porque por el estrés se come más, sino porque estar muchas horas fuera de casa significa comer mal. Pocas de estas mujeres pueden disponer de una hora para salir a almorzar. Comen en el trabajo lo que puedan llevarse de sus casas, que no requiera preparación, que sea de fácil traslado y que en poca cantidad satisfaga más. Pero suelen predominar los dulces, los hidratos de carbono y las grasas.
La saciedad dura poco, y se come más seguido. Es inimaginable pensar en comer verduras y frutas, ya sea por falta de posibilidades como de recursos económicos.
Por eso, tanto en países ricos como pobres, las mujeres son las más afectadas por trabajar muchas horas fuera de la casa. Los hombres, si bien padecen estrés, en general salen del trabajo y muchos pueden ir a hacer gimnasia, porque cuando llegan a la casa, está la comida preparada y los quehaceres domésticos hechos.
Por el contrario, la mayoría de las mujeres cuando salen del trabajo deben irse lo más rápido posible a sus casas para hacer esas tareas.
Son las diferencias de género, que si bien existen en todo el mundo, aquí son más marcadas. Por eso envidiamos a nuestras abuelas. Pero la solución no es volver al pasado, sino lograr una sociedad más igualitaria en la que las tareas de la vida cotidiana sean compartidas.
Los factores socioculturales son decisivos
Los peligros de combinar el estrés y la tarea doméstica
Los especialistas coinciden en que el estrés lleva a conductas nocivas, y que afecta más a la mujer no sólo por una cuestión física sino también sociocultural.
"El estrés lleva a 'picotear', a elegir colaciones altas en grasas e hidratos de carbono, consumir menos hortalizas y frutas, fumar más y hacer menos ejercicio. En fin, una combinación realmente nociva —dice María Inés Somoza, jefa de Nutrición de la Fundación Favaloro—. Es interesante la diferencia entre sexos que hace el estudio, aunque creo que hombres y mujeres bajo estrés comen mal. Coincido con que hay comedores emocionales, que toman la comida como escape, por ansiedad o baja autoestima. Las mujeres están más exigidas: eso genera malestar, angustia, ansiedad y lo calman comiendo".
Para Ana Jufe, médica nutricionista y asesora del hospital de Clínicas, "el estrés genera niveles de ansiedad que pueden descargarse picoteando, fumando o ingiriendo cafeína. Al picotear (la comida 'recompensa' en el sistema nervioso central libera sustancias placenteras) lo habitual es recurrir a alimentos de alta 'palatabilidad' (sabrosos). El nutriente de más palatabilidad es la grasa y el azúcar, con la contra que tiene menor saciedad. Puede haber diferencia hormonal y genética entre hombres y mujeres, pero socioculturalmente a la mujer el trabajo le genera más estrés, que se suma a los hijos y a la organización del hogar".
Marcela Leal, directora de la Carrera de Licenciatura en Nutrición de la Universidad Maimónides, dice que el trabajo implica "un entorno obesogénico donde se destaca la presión del grupo, que contagia conductas ¿Tenemos voluntad para rechazar un alimento que nos invitan sabiendo que no de bemos consumirlo? El estrés rompe los hábitos de alimentación, y en el trabajo hay más posibilidad de transgredir normas porque no siempre hay opciones saludables".