¿El sueño del pibe?

Mercantilismo infantil

Los niños uruguayos son tratados como una mercadería y nadie repara en los traumas futuros que se generan.

Noticias médicas

/ Publicado el 31 de mayo de 2006

Las piernas tienen precio

Las carencias de una sociedad golpeada genera urgencias extremas. La necesidad de la gente determina que se cometan locuras tales como vender a un hijo. El mundo del baby fútbol está convulsionado por un aparato que se montó en torno al futuro de los niños de Uruguay. Existe una red de caza talentos que recorre las canchas de los diferentes barrios realizando promesas que, en la mayor parte de los casos, no se cumplen.

Padres, y sobre todo niños, son ilusionados con un futuro irreal. Se les ofrece y promete cosas que no son. Se les hace firmar un contrato sobre algo irreal porque está comprobado que el despegue de un niño se produce luego de los 13 años. El baby fútbol uruguayo está totalmente prostituido y los ejemplos de la decadencia en la cual se cayó, abundan.

Se conocen casos de padres que cambiaron a sus hijos por electrodomésticos a la espera de que se conviertan en estrellas de fútbol. Otros reciben mensualmente bolsas con alimentos a cambio de otorgarle la futura ficha de un niño a un empresario.

Cuentan que un padre separado, que tiene dos hijos de uno de sus matrimonios, le dijo a un entrenador que apuesta a que los botijas jueguen al fútbol. No le importa que estudien, en absoluto, el fútbol será la tarjeta de salvación de toda la familia.

Una tarde, un padre se apareció en un club de barrio con su pequeño hijo. El niño apenas alcanzaba los cinco años de edad. Lo llevó a entrenar pero al otro día se apareció por el campo deportivo del club para hablar con el entrenador encargado de su hijo. La inquietud lo dejó de cara al conductor: “¿Y, cómo lo viste al botija, tiene condiciones?”, preguntó el padre. El técnico le dijo que recién tenía cinco años, entonces el padre lo miró y le dijo con cara desafiante: “Entonces si no te sirve me lo llevo”.

Existen muchos casos de gente que le brinda trabajo a los padres de los niños, pero no trabajos estables, sino changas. El gran dilema pasa porque se realizan promesas que después no se cumplen y el empresario no adquiere ningún tipo de compromiso. Tratan a los niños como una especie de mercadería, si sirve recuperan su inversión, caso contrario van en procura de otro.

El tema es que nadie, absolutamente nadie, piensa en el niño/adolescente que termina con su ilusión destruida y, en muchos casos, con su futuro complicado porque dejaron de estudiar. Hay algunos contratistas que prometen que en tres años el niño juega en un cuadro de Primera división. Algunos padres llegan a firmar documentos de compromiso, pero el empresario desaparece.

Hace poco trascendió que el tutor de un chico de 13 años, que juega en la pre-séptima de Danubio, le dijo a un conocido que estaba analizando a qué contratista llevar a su hijo. Dicen que la persona en cuestión es un ex futbolista frustrado que llegó a jugar en Primera división.

Hay clubes que tienen buen dinero que tienen acuerdos con clubes de primera, entonces el primer paso ya está dado. Para colmo de males, ahora se empezó a apuntar al interior, un mercado que en muchos aspectos está virgen. Lamentablemente la enfermedad del mercantilismo infantil se expande a una velocidad de vértigo.