Estudio de Cesni en chicos de entre 9 y 13 años de buen nivel económico.

Muchas golosinas, poca actividad física.

El 53% ingiere más calorías que las recomendadas; una gran parte, proveniente de dulces.

Los encuestados dijeron que pasan alrededor de cuatro horas diarias frente a la TV o a la computadora El trabajo se realizó en escuelas de Buenos Aires y Rosario

En el caso de los adolescentes, provenir de un hogar acomodado no garantiza una alimentación ni niveles de actividad física saludables.

Lo confirma un estudio de Cesni en chicos de entre 9 y 13 años que concurren a escuelas de Buenos Aires y Rosario, de nivel económico medio y alto: el 53% de los encuestados consumía más calorías e ingería menos calcio y vitamina C que las cantidades sugeridas en tablas internacionales y locales y comía casi tres veces más golosinas (calorías "vacías", porque casi no aportan nutrientes) que lo recomendado.

El escenario se completa con una tendencia manifiesta al sedentarismo: los chicos consultados dijeron que pasan un promedio de cuatro horas diarias frente a las pantallas de la TV y la computadora, y otras ocho o nueve sentados en la escuela o haciendo tareas escolares.

"La alimentación de los chicos es bastante buena en los primeros tres años, pero después se va echando a perder a medida que se vuelven más independientes", afirmó ayer durante la presentación del nuevo estudio el director técnico de Cesni, doctor Alejandro O´Donnell. Y agregó: "Los chicos tienen un papel cada vez más importante en la elección y selección de los alimentos. Hay algunos estudios que aseguran que ellos definen el 30% de lo que se come en una casa".

El trabajo se propuso analizar los hábitos alimentarios y patrones de actividad física de más de 550 chicos. De la muestra total, el 83% tenía un peso normal; un 12%, sobrepeso, y un 4%, obesidad.

"Estos números fueron bastante similares a los que arrojó un informe previo sobre obesidad infantil que realizamos sobre una muestra de 1800 chicos", explicó el licenciado Sergio Britos, director asociado.

Además de comprobar que más de la mitad de los integrantes de la muestra (el 53%) estaba ingiriendo más calorías que las necesarias para mantener un nivel moderado de actividad física, los investigadores descubrieron que el calcio y la vitamina C eran los dos nutrientes más deficitarios (comían pocos lácteos y frutas). Por otro lado, en el grupo de chicos que consumían más calorías, alrededor de un 33% de la muestra ingería más de 3000 calorías diarias.

Desayuno, pero sin leche

Contra lo que podría esperarse, en estos chicos no se observó una alta frecuencia de cuatro hábitos alimentarios poco saludables, como el delivery, la comida rápida, los panchos en la vía pública y las frituras. También se registró poco consumo de hamburguesas comerciales.

La mayoría de los chicos tomaba desayuno y compartía cuanto menos una comida con el resto de la familia (dos hábitos considerados saludables). Pero a pesar de que un 64% desayunaba, el 35% no tomaba leche.

Otro dato para tener en cuenta es el que surge de las respuestas sobre actividad física: el grupo reconoció que invertía casi 13 horas diarias en actividades sedentarias, entre las que se cuentan las dedicadas a la escuela, las tareas y alrededor de cuatro diarias, en promedio, frente a la TV o la computadora.

Pero tal vez el capítulo más preocupante sea el dedicado al consumo de alimentos de alto aporte calórico y baja concentración de nutrientes, como las galletitas, las golosinas, las bebidas azucaradas, los alfajores y los productos de repostería. Son los considerados potencialmente obesogénicos.

"Encontramos que casi el 100% de los chicos comía habitualmente estos productos y que éstos ocupaban alrededor del 21% de la energía total diaria consumida -informó Britos-, aunque las guías alimentarias aconsejan que no más del 7 u 8% de la energía diaria esté concentrada en este tipo de comidas."

En el segmento de alto consumo calórico, los especialistas encontraron que la franja ofrecida por alfajores, bebidas azucaradas y repostería aumentaba proporcionalmente más que otros grupos alimentarios.

Y que cuantas más bebidas azucaradas tomaban, menos lácteos, frutas y carnes consumían. También existía una relación inversa entre el consumo de energía y grasas, y la costumbre de tomar desayuno y comer con el resto de la familia (comensalidad).

"El consumo excesivo de alimentos con un alto nivel de energía y bajo contenido nutricional parece desplazar a los de mejor calidad nutricional", comentó Britos.

El estudio de Cesni, informaron los especialistas, se realizó con apoyo de la empresa argentina Quickfood, que está preparando un programa educativo a partir de estos hallazgos, "Actitudes, héroes y villanos para una vida mejor".

"El mensaje final -concluyó Britos- es balancear las elecciones a la hora de comer y mantener un estilo de vida activo. Son las dos claves que permiten organizar una alimentación y tener un estilo de vida saludable."

Por Nora Bär
De la Redacción de LA NACION


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En Calrín:
Los chicos de clase media comen mal y un tercio no toma desayuno

Según un estudio entre preadolescentes de entre 9 y 13 años, a todos les sobran calorías y les falta actividad física.

No es fácil para los chicos. Son más atractivas las publicidades que los incitan a consumir snacks, comida chatarra y tomar gaseosas o jugos azucarados que las guías con consejos para que se alimenten bien.

Tal vez ésa sea una de las razones para explicar por qué, según un estudio presentado ayer y realizado en los últimos meses sobre 553 preadolescentes de 9 a 13 años de clases media y alta de Buenos Aires y Rosario, el 53 por ciento consume a diario más calorías de las que necesita. Y dentro de ese porcentaje, además, el 33 por ciento llega a las 3.000 calorías por día, el doble del límite de lo conveniente.

Otro dato preocupante: uno de cada tres no desayuna, y dentro del grupo que sí lo hace, el 25 por ciento no toma la leche, un alimento esencial en esas edades.

"El estudio demuestra que a mayor consumo de bebidas azucaradas (gaseosas y jugos), galletitas dulces y golosinas, se presenta una menor ingesta de lácteos, vegetales, frutas y carnes", comentó Alejandro O'Donnell, director del Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (CESNI), entidad que llevó adelante más de 500 encuestas a preadolescentes, 53 % de ellos mujeres.

Divulgada hace semanas, a principios de marzo, una encuesta nacional realizada por el Ministerio de Salud y Medio Ambiente entre octubre de 2004 y julio de 2005 a menores de seis años fue reveladora porque puso en números los porcentajes de sobrepeso y obesidad: 9,2 por ciento sobre 3.159 casos.

En cuanto a la desnutrición, se divulgó que el 1,2 por ciento de los chicos tiene bajo peso en relación con su altura y que el 4,1 por ciento sufre desnutrición crónica: revelaron que tienen baja altura para su edad.

Poco se sabía, en cambio, sobre los preadolescentes, integrantes de la franja etaria de 9 a 13 años, clave en muchos aspectos. "A esas edades se fijan hábitos alimentarios que van a acompañarnos durante toda la vida", remarcó Sergio Britos, nutricionista y director asociado de CESNI.

Es una etapa clave, también, porque en ella las chicas pueden empezar a preocuparse por su figura y hasta en algunos casos presentar las primeras señales de trastornos de la alimentación, como la bulimia o la anorexia (Ver recuadro "Un período...").

En otros datos del estudio se pudo ver que la actividad física, que debería ir de la mano de la alimentación sana, ocupa una hora diaria en la vida de los encuestados, lo cual no está mal pero podría estar mejor.

"Para estos chicos se recomiendan 30 minutos de actividad moderada a intensa, que se pueden cumplir no sólo realizando un deporte formal, como el tenis o el fútbol, que sería lo ideal, sino estando más activo durante el día. Tienen que caminar más, subir escaleras, pasear por la plaza, jugar al aire libre a la pelota o a la mancha", enumera Paula Pueyrredón, nutricionista del CESNI y responsable de la investigación.

"Es posible que los chicos lleguen a esos 30 minutos de actividad física diaria sin aburrirse. Por ejemplo, pueden caminar durante 10 minutos, saltar a la soga 5 minutos, caminar otros 10 y, los varones, jugar un poco a la pelota", agrega Pueyrredón.

Sobre qué hacer con los snacks (lo que se come fuera de las comidas), también es posible que los preadolescentes aprendan a distinguir las opciones más saludables. "El 30 por ciento de lo que se come en una casa lo deciden los chicos. En las tres décadas de vida que tiene nuestra institución observamos diferentes etapas de este país, la hiperinflación, la época de saqueos, y vimos cómo el sobrepeso y la obesidad y las enfermedades cardiovasculares empezaron a ganar terreno. El nuevo fenómeno es que los chicos deciden cada vez más, por sí solos, lo que comen. Y, por supuesto, no tienen los hábitos saludables incorporados para elegir convenientemente. Por lo menos en una de las comidas diarias, deberían estar acompañados", dijo O'Donnell en la presentación del estudio. Un llamado de atención para padres.

En medio de tantas novedades aparecieron otras cuestiones positivas, al menos en términos comparativos. Dentro de las carnes que consumen estos chicos, sólo el 2 por ciento corresponde a hamburguesas; en Estados Unidos ese porcentaje llega a 40.

Lugar común: la comida
Silvina Heguy sheguy@clarin.com

Resulta fácil caer en el lugar común: somos lo que comemos. Aunque a esta altura de la civilización se sabe que la comida va mucho más allá del acto de alimentarse. Sentenciar a alguien por su tendencia culinaria es, como todo fanatismo, reprochable: alcanza pensar en los acérrimos vegetarianos que miran con desprecio a quienes hincamos el diente en un jugoso bife de la patria ganadera. Pero en el caso de los adolescentes valen las restricciones: el comer en ellos es, además, un acto que forma hábitos. La mala alimentación de hoy traerá, además de kilos, problemas de salud. Los especialistas aseguran que con actividad física y dieta balanceada se pueden incluir los alfajores. En el lugar común: vale el equilibrio.

Un período clave de la vida

En el desarrollo sexual los cambios físicos que atraviesan los jóvenes los desorientan. "Estos cambios son especialmente más notorios (y tempranos) en las niñas, las cuales se asustan ante su nuevo cuerpo al que no pueden reconocer como propio", explica Marcelo Bregua, psicólogo clínico y coordinador general de la Asociación de Lucha contra la Bulimia y Anorexia (A.Lu.B.A). Y la cuestión alimentaria adquiere relevancia en este período de edad.

Los padres deben estar alerta si notan algunos de estas características:

Pérdida de peso significativa.

Excusas para evitar alguna comida, por ejemplo merienda.

Conductas alimentarias y escolares poco comunes.

Hipersensibilidad a las críticas y exagerada preocupación por la apariencia.

Amenorrea (pérdida de tres ciclos menstruales seguidos).

Hiperactividad.

Baja autoestima.

El súper combo chatarra
por Ricardo Roa rroa@clarin.com
 
 La dieta y los hábitos de vida se corresponden el uno al otro. No come del mismo modo quien vive en el vértigo de las grandes ciudades que quien disfruta de la morosidad de las pequeñas, por ejemplo. Y no se come hoy como se comía en el pasado: el tiempo pasa y las costumbres gastronómicas también pasan y son sustituidas por otras.

Ya no existe, casi, la comida casera. La mujer cocinando todo el día pertenece a otra época, felizmente para las propias mujeres. Se sacraliza la comida casera pero pocos la consumen. Salvo que se considere así la preelaborada que se termina de hacer en casa, como las pastas compradas junto con las salsas: cocinar no es dar un hervor. Es muy difícil competir con la variada y rica oferta alimenticia ya hecha, el dúo freezer-microondas, la comida rápida, el delivery. ¿Para qué cocinar cuando con sólo levantar el teléfono y a un precio accesible todo el trabajo consiste en poner la mesa?

Que también se come mucho menos en familia lo prueba el estudio entre más de 500 preadolescentes de clase media y alta de Buenos Aires y de Rosario que damos en la nota Malos hábitos, uno de cada tres no desayuna y dentro de ellos, el 25% no toma leche. Lo paradójico es que más de la mitad consume más calorías de las que necesita: comen salteado y sobre todo mal. El súper combo que más lo facilita es celular, TV y computadora en el cuarto. Obvio: ¿qué otra cosa se puede masticar allí que no sean golosinas y comida chatarra?

Los especialistas dicen que se puede comer de todo siempre que la vida sea racional y con actividad física. Pero la racionalidad es un largo camino y a veces quienes son jóvenes la alcanzan tarde, cuando el cuerpo ya ha padecido y los desórdenes alimenticios se presentaron bajo la forma de anorexia o bulimia o de su contracara, la obesidad. Comer bien es también cuidar a los jóvenes, tanto como se los debe cuidar de la violencia, de la inseguridad y de tantas otras, múltiples acechanzas.

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En Página 12

Los chicos que comen mucho y mal

Según una encuesta, los preadolescentes de clases media alta y alta comen alimentos pobres en nutrientes y con demasiadas calorías.
La mayoría de los chicos de 9 a 13 años, de clases media alta y alta, comen alimentos “pobres en nutrientes” aunque “de elevado aporte calórico”, según una investigación que se dio a conocer ayer. El consumo de golosinas, galletitas dulces, bebidas azucaradas, facturas y snacks les provee hasta el 20 por ciento de las calorías diarias, proporción que en una dieta sana no debería superar el 8 por ciento. Más de la mitad come más de lo necesario y, además, casi uno de cada diez chicos de estos niveles sociales no desayuna. Estos defectos se potencian por el hecho de que pasan cuatro horas ante la pantalla de la TV o de la computadora, mientras que sólo hacen una o ninguna hora diaria de ejercicio físico. Si así están los ricos, cómo estarán los pobres: en efecto, “en los niveles socioeconómicos más bajos hay todavía más tendencia a la obesidad; hoy en la Argentina, el problema principal no es la desnutrición, sino la mala calidad de la dieta”, señaló el titular del Cesni.

La investigación se denomina “Hábitos alimentarios y actividad física en adolescentes de Buenos Aires y Rosario, de nivel socioeconómico medio-alto y alto”, y se presentará hoy en el Congreso Internacional de Cardiología, que se realiza en esa ciudad santafesina. Fue efectuada por el Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (Cesni), dirigida por Alejandro O’Donnell y Sergio Britos y auspiciada por una firma fabricante de hamburguesas. El estudio abarcó 553 preadolescentes de 9 a 13 años (53 por ciento mujeres y 47 por ciento varones), en siete escuelas en la ciudad de Buenos Aires y en Rosario.

“Un 53 por ciento de los encuestados ingiere más kilocalorías que las recomendadas”, puntualizan los investigadores, y destacan que “en el segmento de mayor ingesta de energía, la proporción provista por bebidas azucaradas (principalmente gaseosas y jugos), galletitas dulces, alfajores y productos de repostería aumenta proporcionalmente más”. Es decir, aclaró Britos, que “los que más calorías ingieren, la obtienen básicamente de esos alimentos llamados obesogénicos”, que deberían ser “de consumo ocasional” a diferencia de los alimentos esenciales o de consumo regular: lácteos, vegetales, frutas y carnes. Los principales déficit registrados en las dietas de estos chicos fueron de calcio y vitamina C.

En la investigación hay zonas particularmente preocupantes. El nueve por ciento de los chicos encuestados no desayuna “nunca”; el dos por ciento sólo desayuna hasta tres veces por mes; el tres por ciento desayuna una vez por semana; el 10 por ciento de estos chicos toma desayuno de dos a cuatro veces por semana; el 10 por ciento lo hace cinco o seis veces por semana y sólo el 64 por ciento desayuna todos los días pero, de éstos, “un 25 por ciento no consume leche”.

Los investigadores también ponen en “alarma roja” el hecho de que el 16 por ciento de estos chicos sólo come con la familia una vez por semana o menos (el tres por ciento no lo hace “nunca”). El 11 por ciento come con los padres de dos a cuatro veces por semana, el 17 por ciento comparte la mesa cinco a seis veces semanales, y no más que el 54 por ciento come diariamente con la familia.

La concurrencia al fast-food no resulta tan elevada entre los chicos encuestados: el 26 por ciento no va “nunca”, el 44 por ciento va una a tres veces por mes y el 21 por ciento –alarma amarilla, para los investigadores– va una vez por semana. Un nueve por ciento cae en la zona de alarma roja, ya que va de dos a cuatro veces por semana al fast-food.

El 98 por ciento de los chicos investigados consumen golosinas y de ellas obtienen el ocho por ciento de las calorías totales que consumen. El 83 por ciento consume galletitas dulces, de las que reciben el cinco por ciento de sus calorías diarias. El 99 por ciento toma bebidas azucaradas, de las que obtienen el cinco por ciento de sus calorías (en los varones, esta proporción llega al siete por ciento). El 82 por ciento consume facturas y repostería, que les dan el tres por ciento de sus calorías diarias. Los snacks les proporcionan el 1,5 por ciento de sus calorías. Britos explicó que “en una dieta razonable, las golosinas, galletitas, bebidas azucaradas, repostería y snacks no deberían representar más del siete u ocho por ciento de las calorías ingeridas, pero en la muestra investigada esta proporción llega al 20 por ciento”.

Todo esto se articula con el hecho de que los preadolescentes encuestados pasaban un promedio de dos horas ante la tele, y otras dos navegando en Internet u otras actividades con la computadora; la actividad física duraba un promedio de una hora, lo cual incluye que algunos hacían deporte dos horas diarias pero muchos, no tenían ningún tiempo de actividad física durante el día.

Como resultado, el 16 por ciento de estos jóvenes estaban excedidos de peso, lo cual se desglosa en un 12 por ciento con sobrepeso y un cuatro por ciento de obesos. De entre los obesos, el 78 por ciento eran varones y el 22 por ciento mujeres. De los que tenían sobrepeso, los varones llegaban al 59 por ciento; 41 por ciento eran mujeres. No se registraron casos de subalimentación.

Alejandro O’Donnell, titular del Cesni, destacó que el problema no se limita a los chicos que ya tienen sobrepeso, sino que “la tendencia a la obesidad se adquiere a temprana edad, aunque pueda expresarse después”. Además, “en los niveles socioeconómicos más bajos se encuentra mayor tendencia al sobrepeso y la obesidad; actualmente en la Argentina, el problema principal no es la desnutrición, en el sentido de insuficiente ingesta de comida, sino la calidad de la dieta”, advirtió O’Donnell.