De hecho, en España se estima que fallecen anualmente unas 1.200 personas por esta causa, y que alrededor de un tercio de los asmáticos requieren atención hospitalaria al menos una vez al año.
No obstante, en opinión de los expertos, como es el caso del Dr. José Antonio Castillo, miembro del área de asma de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), el dramatismo de estos datos no se debe tanto a la enfermedad propiamente dicha, "que es perfectamente controlable con los tratamientos actuales", como a la falta de implicación de los propios afectados a la hora de poner en práctica las terapias.
"Hay que insistir –comenta en este punto el neumólogo del Instituto Universitario Dexeus- es que el asma es perfectamente compatible con una buena calidad de vida, salvo en casos muy excepcionales, a condición de que los afectados sepan reconocer su mal y hagan de su control una cuestión personal, o mejor familiar, ya que la mayoría de los asmáticos son niños que necesitan la tutela y el apoyo de sus padres".
Si se diera esa colaboración por parte del paciente, el especialista de la SEPAR está convencido de que la mayoría de las hospitalizaciones y otras situaciones de urgencia no llegarían a producirse, "toda vez que los tratamientos actuales tienden a garantizar cada vez mejor que los afectados recuperen una función pulmonar normal, lo que se traduce en la desaparición de los síntomas crónicos diurnos y nocturnos y en que las crisis sean mínimas o hasta inexistentes".
Los progresos médicos en cuanto al tratamiento del asma han sido muy notables en los últimos años, comenta este médico, a raíz de una nueva concepción de la enfermedad que pone el acento más en la inflamación bronquial que la origina que en sus consecuencias o síntomas (sensación de ahogo, pitos en el pecho, eventual dolor torácico, etc.).
Fruto de esa nueva definición del problema es que hoy los especialistas consideran del todo injustificado el uso continuo y exclusivo de fármacos broncodilatadores, con los que ciertamente se consigue relajar los músculos contraídos durante los ataques de asma y abrir las vías respiratorias durante las crisis, pero que no modifican la verdadera base fisiopatológica de la enfermedad.
"El empleo sistemático de broncodilatodores se considera hoy incluso peligroso para la salud", comenta el citado experto de la SEPAR, para quien "el buen tratamiento deber perseguir no sólo controlar los síntomas cuando éstos aparecen, sino recuperar una actividad pulmonar lo más plena posible para que tales efectos no vuelvan a producirse o lo hagan con una intensidad menor".
En consecuencia su opinión, compartida hoy por todos los neumólogos del mundo, es que esta dolencia tiene que ser considerada como una enfermedad crónica inflamatoria que exige un tratamiento de base en lugar de centrarse únicamente en una medicación específica dirigida a combatir los síntomas.
"Si esto lo entienden así el especialista y el propio paciente, el recurso a las urgencias o las eventuales hospitalizaciones se reduciría hasta representar un porcentaje anecdótico sobre el total de población afectada", concluye el Dr. Castillo.
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