Entrevista con la doctora Sylvie Testelin

"Cuando ella pueda besar, el éxito será total" Transplante de cara.

Lo afirmó la cirujana francesa que participó en el primer trasplante parcial de cara, al hablar de la evolución de Isabelle.

Nadie mejor que ella sabe que a partir del momento en que salió del quirófano del Centro Hospitalario Universitario (CHU) de Amiens, en Francia, la vida le cambió tanto como a la paciente a quien ayudó a recuperar su rostro y, también, su identidad.

La doctora Sylvie Testelin, cirujana maxilofacial del equipo que realizó el primer trasplante parcial de cara, cuida cada palabra al responder las preguntas que cuatro meses más tarde aún despierta la intervención que demandó quince horas de trabajo y dos equipos de cirujanos para llegar a buen término.

"Cuando Isabelle [Dinoire] pueda besar, el éxito del trasplante será total, porque será una señal de que ella puede controlar por completo la oclusión de la boca", afirmó ayer la doctora Testelin durante una conferencia de prensa sobre los temas que se tratarán en el XVI Congreso de la Federación Iberolatinoamericana de Cirugía Plástica, que comenzará mañana en esta ciudad.

Al término del encuentro, LA NACION dialogó con la cirujana que a la medianoche del sábado 26 de noviembre de 2005 fue la responsable de preparar en el quirófano el rostro de la paciente para la cirugía y que durante cinco horas conectó de manera artesanal las arterias y los vasos sanguíneos que de inmediato le dieron vida al tejido usado para reconstruir el triángulo formado por la nariz, la boca y el mentón que el perro de la paciente le había arrancado al tratar de despertarla.

"Cuando el domingo al mediodía terminamos la operación, en el quirófano se hizo silencio, todos retrocedimos y ni siquiera nos podíamos mirar, porque era tan hermosa la cara que nos pareció un regalo de Dios", dijo Testelin con ojos humedecidos por la emoción de uno de los recuerdos que se mantuvieron presentes durante el encuentro.

El equipo que integra la especialista tiene una vasta experiencia en el autotrasplante de tejidos para las reconstrucciones faciales. "En los últimos 20 años hicimos más de 1000, pero la mayoría era por extracción de tumores o malformaciones severas", comentó Testelin.

Pero este caso fue distinto. "Técnicamente, no había problemas porque Isabelle es una mujer joven y cada semana hacemos cirugías muchísimo más complejas que ésta -dijo-. Ella estuvo dispuesta a hacerlo y día tras día le explicamos todo y siempre tuvo la libertad de decir «no»."

-¿Aceptó enseguida recibir el trasplante?

-Sí. Hablé con ella tres horas para explicarle lo que podíamos hacer por ella, cómo lo podíamos hacer y por qué no eran viables otras soluciones. Ahora, ella recuperó la sensibilidad en todo el rostro y hasta fuma. Siempre me dice: "Sylvie, nos vamos a acordar de esta historia".

-¿Por qué dice que los resultados sorprendieron al equipo?

-Porque no los esperábamos. Es un pequeño éxito tras el otro. Además, el color y la textura de la piel ya son similares a los de la paciente, que comenzó con la recuperación de la oclusión. Lo más difícil es controlar las suturas de los músculos.

-¿Qué es lo que más disfrutó de su trabajo?

-Fue muy impresionante ver el tejido suave blanco que utilizamos para el trasplante y, de repente, ver la sangre que corre a través de él. Es como tomar un rostro natural, ponerlo sobre otro y darle vida.

Durante la cirugía, recordó Testelin, hubo mucha tensión y serenidad al mismo tiempo: "Cuando el doctor Bernard Devauchelle [a cargo del equipo] volvió de Lille con el tejido de la donante, se fue a tomar un café. Ahí me quedé uniendo los nervios y las arterias con música clásica atrás".

Hoy, la paciente reconoce su cara como propia gracias a una nueva representación en un área del cerebro. "Esta es evidencia clara de la plasticidad cerebral", dijo Testelin.

Por Fabiola Czubaj
De la Redacción de LA NACION

Una decisión del paciente

Durante la conferencia de prensa y al término de la presentación de la doctora Sylvie Testelin, uno de los temas que consideraron los expertos locales e internacionales presentes fue hasta dónde vale la pena el riesgo de suprimirle a un paciente el sistema inmune de por vida para evitar que su organismo rechace el tejido que se trasplanta para una reconstrucción estética, como es la facial.

El doctor Fortunato Benaim, reconocido experto en el tratamiento de quemaduras, opinó que es decisión del paciente aceptar o no la inmunosupresión cuando existen otras posibilidades de reconstrucción de los tejidos.

"Debería ser opción del paciente optar por un procedimiento o por el otro -dijo el presidente de la Fundación Benaim-. Si el paciente sabe que con una inmunosupresión permanente por el resto de su vida puede lograr un rostro más parecido al que tenía y lo acepta, el trasplante de tejido homólogo, es decir, de otra persona, estaría perfectamente indicado."

Según el especialista, con quien Testelin estuvo de acuerdo por completo, el uso de tejidos del propio paciente (trasplante autólogo) no obliga a suprimir el sistema inmune.

"Claro que el resultado cosmético final no es comparable al del trabajo del equipo francés, pero considero que el paciente debería conocer que existen otros procedimientos que sin ser tan perfectos le pueden dar una solución -señaló el doctor Benaim-. Siempre cuesta aceptar una novedad, pero el tiempo pondrá todo en su lugar y dirá si los pacientes prefieren la inmunosupresión para poder recuperar su cara o se conforman con una reconstrucción con tejido propio, aunque no sea tan perfecta."