FILADELFIA (Universidad de Temple).- Aunque a esa edad sólo puedan balbucear sonidos ininteligibles, a los diez meses los bebes pueden aprender dos palabras por día, pero sólo las que nombran objetos que les interesan a ellos y no al que les habla.
La conclusión surge de una investigación de las universidades Temple, Delaware y Evansville, en los Estados Unidos, que se publica en el número de marzo/abril de la revista Child Development (Desarrollo Infantil).
En su estudio, los investigadores les mostraron a 44 bebes dos objetos separados -uno "interesante" y otro "aburrido"- y les asignaron palabras inventadas, como "modi" o "worp". Luego, midieron cuánto tiempo miraban los objetos y cuál miraban cuando se los nombraban.
Así comprobaron que, a los diez meses, antes de decir mucho de nada, los pequeños eran capaces de aprender dos nuevas palabras en una sesión. Utilizando un test de comprensión (en lugar de esperar que los bebes pronunciaran las palabras), pudieron mostrar que ellos asignaban un vocablo al objeto que más les gustaba, independientemente de cuál fuera el que nombraban los investigadores.
"Descubrimos que nosotros podíamos observar uno de los objetos, tomarlo e incluso moverlo, pero el bebe naturalmente asumía que la palabra que estaba escuchando correspondía al objeto que le resultaba interesante, y no al que nos resultaba interesante a nosotros", dijo una de las autoras del estudio, Kathy Hirsh-Pasek, docente de psicología y directora del Laboratorio Infantil de la Universidad de Temple.
"Los bebes simplemente le asignan una «etiqueta» al objeto más interesante que ven -agregó Shannon Pruden, autor principal del trabajo-. Tal vez es por eso que los chicos aprenden palabras más rápido cuando los padres miran y nombran objetos que ellos ya habían considerado interesantes."
De acuerdo con los investigadores, estos resultados tienen enorme trascendencia para los padres y cuidadores. Destacan que los bebes están escuchando nuestras conversaciones y tratando de aprender palabras mucho antes de poder decirlas. También aconsejan que cuando les hablemos a nuestros hijos pequeños lo hagamos sobre cosas que les gustan a ellos y no sobre las que nos gustan a nosotros.
Los científicos también destacaron que alrededor de los 18 meses el interés de los chicos cambia. Comienzan a aprender palabras de forma diferente, fijándose más en lo que le interesa a la persona que les habla.
"El chico de 18 meses es una personita socialmente hábil, que puede penetrar en la mente del que le habla y en el vasto diccionario mental que el adulto tiene para ofrecer -dijo Hirsh-Pasek-. Pero a los diez meses ellos simplemente no pueden tomar en cuenta la perspectiva de quien les habla."
Hirsh-Pasek y Golinkoff son coautores de seis libros, entre los que figuran How our children really learn and why they need to play more and memorize less (Cómo aprenden realmente nuestros hijos y por qué necesitan jugar más y memorizar menos, 2003) y How babies talk: the magic and mystery of language acquisition (Cómo hablan los bebes: la magia y el misterio de la adquisición del lenguaje,1999).
Clarín, Bs. As
Aseguran que los bebés empiezan a adquirir lenguaje a los 10 meses
Lo señala una investigación de tres universidades de Estados Unidos. Descubrieron que a esa edad ya pueden escuchar y aprender las palabras que identifican a las personas y objetos que les interesan.
Desde que balbucean ajó hasta que dicen mamá y papá y luego pueden pronunciar el nombre del resto de sus familiares, los bebés protagonizan una aventura que ninguna otra especie en el mundo puede repetir: la construcción y desarrollo de un lenguaje propio.
"Todavía hoy es un misterio cómo y cuándo los chicos adquieren esa capacidad, una característica única que claramente diferencia a nuestra especie de cualquier otra en el mundo y que permite el pensamiento y el consiguiente desarrollo de la cultura", remarca Enrique Abeyá Gilardon, secretario del comité nacional de crecimiento y desarrollo de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP).
Cada año, desde los diferentes centros de investigación en neurolinguística, se revelan detalles de ese enigmático proceso. La novedad esta vez fue divulgada por investigadores de tres universidades de EE.UU.: Temple, Delaware y Evansville. Allí, luego de estudiar (cualitativamente) a bebés de hasta un año de edad, concluyeron que pueden escuchar y aprender las primeras palabras alrededor de los 10 meses. Es decir, más temprano de lo que se creía hasta el momento.
Aunque a esa altura, cabe aclarar, sólo pueden adquirir aquellas que identifican a objetos que despiertan mucha atención. Lo que interesa menos se asimila recién hacia los 18 meses. "El interés de los chicos está focalizado y se nota que están acostumbrados a asociar objetos con palabras porque los propios padres se encargan de estimularlos de esa forma cuando, por ejemplo, toman un juguete y les dicen qué es o cómo se llama", dijo Kathy Hirsh-Pasek, codirectora de la investigación, en el momento de la presentación del estudio, publicado en el Journal Child Development.
"Más allá de hablar de fechas exactas, conviene saber que la construcción del lenguaje es un proceso continuo que no puede identificarse con un punto o hecho en especial. Incluso hay evidencias que señalan que los bebés pueden identificar el sonido de su mamá o papá aun antes de su nacimiento. También se dice que hasta pueden tranquilizarse, cuando son muy chiquitos, oyendo el ritmo cardíaco de su mamá y no el de otra mujer", advierte Abeyá Gilardon.
En esa relación con sus padres está una de las claves fundamentales del aprendizaje. Es porque los adultos pueden resignificar lo que los bebés observan y asimilan. Y para ejemplificar esa situación vale el dato publicado en los archivos de la SAP. Allí se comenta que hay algunas similitudes entre los bebés y las aves canoras respecto de este tema.
Los chiquitos captan y acumulan el "habla" que oyen en su ambiente y detectan los fonemas a partir de su frecuencia y repetición. Luego, por imitación, comienzan a producir esos sonidos y fonemas con la entonación y ritmo que son propios del lugar en donde viven. Las aves, por su parte, acumulan en su memoria las notas del canto de los ejemplares adultos, así como los silencios entre las notas, y las características propias de la entonación de su especie. Después, igual que los chicos, imitan, y tras un proceso de retroalimentación por ensayo y error, cantan.
En bebés y aves el contacto con adultos es fundamental. "Se precisa de la interacción y apoyo comunicacional, en especial de la madre, para avanzar en el proceso de construcción del lenguaje, particularmente en los primeros años de vida. En la etapa de balbuceo, cuanto mayor es esa interacción, el bebé realizará más y mejor la vocalización, con sílabas más resonantes. De allí la importancia de los lazos tempranos", explica Abeyá Gilardon.
Por ejemplo, en ese momento que afloja las mandíbulas, cuando el bebé dice "mamá", está presente la capacidad espontánea del chico en pronunciar dos sílabas que no les presentan un escollo difícil de sortear. Pero la significación de la palabra sólo puede ser transmitida por los propios padres. Es la mamá, con su cara de "ay, dijo mamá", la que le trasmitirá el bebé la "importancia" de esas cuatro letras. Algo que el bebé recién incorporará cuando esté cerca de cumplir el año de vida. Antes de esa edad, tal vez hasta le diga mamá a otra mujer. Sólo después del año pronunciará la palabra con la certeza de que se refiere a "su" mamá.
"Por eso es importante que los bebés estén siempre en compañía de los adultos o de otros chicos, en un ambiente donde los sonidos estén presentes", sugiere Abeyá Gilardon.
El proceso es complejo y continuo. Los prepara poco a poco para, en el futuro, animarse a abandonar el nido. Como las aves.
Cuándo nacen las palabras
Para la ciencia, especialmente para disciplinas como la neuropsicología infantil, siempre fue un misterio precisar cuándo y cómo es el momento en que nacen las palabras. Hubo varios intentos hasta que en el siglo XIX la psicología y la pedagogía infantil delinearon algunos de los atisbos de la neuropsicología actual. Así se supo que, en cada estadío, el habla de los chicos tiene una estructura propia. Aportes de otros autores como Jespersen, Lewis, Eisensen. Murphy, Brain y Piaget, coincidieron en que se puede estudiar el desarrollo del lenguaje desde sus primeras formas de fonación. Es decir, incluso antes de que aparezcan las primeras palabras.
El valor de la estimulación
Oscar Angel Spinelli
ospinelli@clarin.com
Ningún bebé aprende, cuando teóricamente puede hacerlo, si no recibe estimulación. El primer estímulo es el amor. El bebé debe sentirse querido, atendido. Y hay que demostrárselo. Los pediatras acotan, entre serios e irónicos: "mantenerlo bien alimentado, limpio y sano". A los 8 meses podría gatear. Pero si no tiene necesidad o padres que lo inciten a hacerlo, es probable que no maneje su cuerpo. A los 10, hay quienes caminan. Si no ocurre, el peor remedio es que reciba presión. ¿Hablar? Depende de los que lo rodean. Las palabras mejor aprendidas son las que traslucen afecto. ¿Acaso no es la misma "filosofía de enseñanza" que requieren los chicos más grandes y hasta los adultos?
El nombre y algo más
En el proceso de adquisición del lenguaje, que es continuo y que no puede circunscribirse a un hecho puntual, los investigadores revelan año tras año diferentes instancias. Una de las últimas, a cargo de la psicóloga Heather Bortfeld, de la Texas A&M University, demostró que los bebés utilizan palabras que les resultan familiares, entre ellas su propio nombre, para hacer un anclaje en el flujo del habla que perciben en su entorno. Así, por ejemplo un bebé de apenas 6 meses, puede aprender a reconocer una palabra individual que sigue a su propio nombre. Y eso es fundamental para que sigan su proceso de aprendizaje. Es prácticamente análogo a lo que les ocurre a los adultos que estudian una lengua extranjera. Si escuchan una conversación en otro idioma tienen dificultades para identificar dónde empiezan y terminan las palabras. Para los bebés, el desafío es el mismo.
Hablarles despacio y con claridad
La estimulación del lenguaje en los bebés es algo que puede compartirse en familia. Según el Daily Parent, un boletín informativo para padres editado en los Estados Unidos, se pueden seguir estos consejos:
Desde los primeros meses, háblele despacio y con claridad. No abuse de sonidos guturales.
Recuerde que su hijo está escuchando todo lo que usted dice y que reacciona a los sonidos cercanos.
En el momento de la comida, del baño o del cambio de pañal, aproveche para comunicarse con él a través de palabras y gestos: las expresiones de la cara son buenas para acentuar algunos términos o frases.
A los 3 o 4 meses comienza a emitir sus propios sonidos, que suelen identificarse como "arrullo". Luego empieza a barbullar, es decir, a repetir una serie de sílabas. Ayúdelo en esa repetición.
A los 6 meses, los padres ya pueden leerle libros. Aunque no entienda la totalidad de lo que escucha, es un ejercicio que lo ayudará a desarrollar su concentración.
Al año puede empezar a pronunciar sus primeras palabras, como mamá o papá.
No se ponga ansioso, cada bebé tiene su propio ritmo para incorporar palabras nuevas.
Identifique en voz alta los nombres de los objetos.
Agregue palabras a las expresiones que el bebé ya incorporó. Por ejemplo: si dice "papá", usted puede decirle: "Sí, papá ya llegó a casa".
Más ejercicios:
Coloque objetos comunes en una caja y pídale que los mencione uno por uno mientras los saca del recipiente.
Hojee álbumes de fotos y pídale que identifique por su nombre a las personas que van apareciendo.
Cántele canciones sencillas y deje algunos sectores "en blanco" para que el bebé complete la palabra que falta.
Juegue a nombrar las partes del cuerpo, los diferentes alimentos o todo lo que está en el placard.
Coloque libros de cuentos a su alcance para que él pueda asociarlos según la historia y elegir lo que quiere escuchar.