Pediatría: dermatits

Cuidando la piel del bebé.

Los eczemas pueden causar picazones muy intensas y trastornar la vida de los chicos y sus familias.

La suave piel del bebé comienza a verse reseca, irritada, enrojecida. Hay una fastidiosa picazón, especialmente en los pliegues de brazos y piernas, mejillas y zona del pañal. La inflamación se vuelve recurrente, los chicos pueden llegar a rascarse hasta sangrar, la picazón no deja dormir a ellos ni a los padres y el médico diagnostica "dermatitis atópica", un trastorno frecuente en lactantes y chicos menores de cinco años.

"Es una inflamación cutánea pruriginosa, crónica y recidivante. Aparece en todas las razas y causa trastornos físicos y emocionales al paciente y a su familia", dice la doctora Cristina Pascutto, miembro de la Sociedad Argentina de Dermatología y asesora del laboratorio Pierre Fabre. "La enfermedad tiende a ser continua y severa en sus inicios —agrega—, pero a medida que el niño crece, los brotes tienden a ser menos intensos, y también más cortos y espaciados."

En qué consiste

"Se trata de una patología de consulta frecuente que va desde grados mínimos (como la piel seca) a grados más importantes (como la piel con ulceraciones o infecciones)", explica la doctora Margarita Larralde, jefa de Dermatología Pediátrica del Hospital Ramos Mejía.

Aunque no hay una estadística concreta y definitiva, se sabe que su incidencia es muy alta. "Según diversas fuentes, afecta entre el 6% y el 30,8% de la población infantil, variaciones que dependen del grupo evaluado, el país y clima, entre otros factores. En el 65% de los casos comienza durante el primer año de vida. Es un cuadro que se observa con mayor frecuencia en zonas urbanas e industrializadas", dice la doctora Pascutto.

¿Cómo aparece? "Una deficiencia de ácidos grasos esenciales afecta directamente la piel, alterándola y reduciendo su capacidad para retener la humedad y los nutrientes, lo que causa su deshidratación y disminuye su elasticidad y firmeza", explica la especialista.

A la dermatitis atópica también se la llama popularmente "eczema" y sus causas son aún desconocidas. Se sabe, sin embargo, que es el resultado de la combinación de factores genéticos, inmunológicos y ambientales. Sus complicaciones más frecuentes son las infecciones bacterianas y virales.

Cómo se cura

"La dermatitis atópica forma parte de un cuadro llamado atopía (en el que entran la rinitis, la bronquitis, el asma). Se suele ir agotando con el tiempo: en general desaparece a los 4 o 5 años. Es muy pequeño el porcentaje que llega a la adultez", dice la doctora Larralde.

"En el tratamiento lo que se hace es disminuir la sintomatología. Esto se logra con medicaciones que disminuyen el proceso inflamatorio (por ejemplo, corticoides o los llamados "inmunomoduladores"), y en algunos casos se agregan antihistamínicos y antibióticos", agrega.

Aunque con el tiempo suele irse sola, es muy importante prestarle atención: "Es una patología que, ignorada y dejada a su libre evolución, en algunos casos, puede llevar a lesiones muy importantes: infecciones de la cara, ulceraciones de la piel."

Recomendaciones

La ropa no debe ser de nylon ni de lana ni de fibras sintéticas, sino de algodón o hilo, no ajustada y, en lo posible, de colores claros.

La higiene diaria se debe realizar con agua tibia (de 32º a 33º C), baños cortos (no más de 5 minutos) con jabones cremosos. Se recomienda utilizar los que contengan avena o sustitutos del jabón. No de glicerina. Secar la piel sin frotar. Luego del baño, humectar la piel para evitar la sequedad y el prurito. El baño diario es el factor clave: suaviza y aporta flexibilidad, calma la irritación y disminuye la sequedad.

Hidratar la piel con cremas nutritivas específicas, recomendadas por el médico.

Humidificar los ambientes, evitar cambios bruscos de temperatura.

Mantener las uñas del niño cortas y limpias. Hacer todo lo posible para impedir que se rasque o se frote la piel, algo que contribuye directamente a prolongar y agravar las lesiones.

Evitar el contacto con determinados alergenos, como alfombras, muñecos de peluche o animales; y el manejo de elementos irritantes, como ciertos jabones, detergentes, perfumes y otros químicos.