6.
Desesperada necesidad de masticar. Sólo pienso en triturar, nunca estoy satisfecha. Nunca digo basta. Quiero siempre un bocado más, alocadamente. Por qué ser humilde si tengo capacidad en el estómago para contener kilos de materia. Siento necesidad de procesar; mi única herramienta es el estómago, las manos fueron hechas para ir hacia la boca, para arrastrar delicias o inmundicias, qué mas da. No puedo ser objetiva, odio la miseria; quiero concretar mi plan maniático, pero cada vez me parece más imposible lograrlo. Cuánta comida entra en mí, qué necesito para explotar. Pollos, pizzas, carnaza, tortillas, se pasean por mi cuerpo y se acomodan armoniosamente, provocando nada más que un ensanchamiento asqueroso de mis límites. Si uno es lo que come, yo soy todo lo que se pasea por la tierra. Vegetal y animal. Parece que soy mucho más de lo que había imaginado.
9.
Me cuesta sentir respeto por mí. Sin embargo si alguien me preguntara cómo me siento, diría que feliz y los muy idiotas me creerían. Miro el pájaro de mi vecino y después produzco algo parecido a una sonrisa. Porque se parece a mí. Rodeado de cacas que nadie limpia. Aburrido en su jaulita mínima, con una manzana y semillas que piensa comer recordando los viejos tiempos. Aquellos tiempos decolorados y pendencieros en que ambos teníamos actividades amatorias y cambio de plumas. En que pensábamos que teníamos algún mérito, que se podía esperar algo de nosotros. Qué jóvenes que fuimos, cuando éramos ingenuos.
11.
He devorado durante horas salvajemente. Sólo verduras. Zapallitos, coles, papas, cebollas, boniatos, calabazas, rábanos. Empiezo a ponerme terrestre y clorofílica. Sutil. Tengo recuerdos de campo verde. Me adormilo y me veo cerca del heno, desnuda e impenetrable. Soy una campesina voluptuosa y con licencia. Llevo lechugas francesas entre los labios y mis piernas comparten la tierra con un grupo de papas. Creo que estoy cerca. Seré un volcán en erupción y mi cuarto, Pompeya. Voy a proyectarme. Siento hachazos en el vientre. Las verduras se comportan criminalmente. Quisiera revolcarme en el piso, pero el sillón es demasiado pequeño. Sonrío como una bestia, produciendo un mugido de vaca en celo.
13.
Cuando estalle quiero dejar sin aliento a la prensa. Esos imbéciles no han visto nada todavía. Voy a obligar a esta ciudad a contemplar mi podredumbre. Quiero hacerlos llorar. Presenciarán con espanto mis restos desparramados. Ellos vendrán a mí. Ya no quiero nada de nadie. Me aburren. No soy como aquel millonario que comía helado de limón en algún hotel de Miami. Yo soy un asco en serio.
7.
Por qué soy tan física. Mi presencia es de tal peso que yo quedo relegada. Cómo abstraerme de mi condición. ¿Soy más que esas mujercitas lineales que se multiplican y mueren sin haber llegado a existir realmente? Cierro los ojos y pienso en mí, delgada. Qué sería si no soy mi cuerpo; por él creo y aborrezco y siento piedad, de esta manera. Mis razones son mi materia. Mis palabras, redondas. ¿No estaría tan sola, tal vez? ¿Hubiera sido amiga novia vecina madre abuela muerta en un pequeño cajoncito elegante?
Extraño a mi madre. Ahora que no está. La recuerdo como si fuera mi hija. Creo que fue al revés. Ella no pudo parirme. Soy mucho más vieja de lo que ella fue nunca. Yo la hubiera acunado y protegido. La hubiera llevado al colegio con mariposas en el pelo. Le hubiera enseñado a abrazarme.