Nuevas adicciones

Adicción a Internet

Ya hay casos reportados.

Un adolescente de 16 años que desde los nueve manifestó un creciente interés por las computadoras y el uso de Internet ha sido llevado por sus padres a una clínica de tratamiento de adicciones, en la cual se atienden otros jóvenes por su dependencia de las drogas.

Según lo que ha trascendido, porque los padres han preferido guardar reserva sobre su hijo, el adolescente manifiesta una obsesión compulsiva por conectarse con Internet, particularmente a través del chateo, mediante el cual se comunica con otros jóvenes por esa vía informática. Es capaz de pasar hasta cinco días navegando por la Red, sólo se detiene fugazmente para cumplir con sus necesidades básicas y en muchos casos recurre para alimentarse a la comida que puede conseguir en los quioscos, no caracterizada, precisamente, por sus calidades alimenticias. Esto ha determinado en él un importante sobrepeso.

Los padres de este adolescente comenzaron a comprender lo que estaba ocurriendo cuando fue pasando de una moderada relación con la computadora a lo que pronto comprendieron se trataba de una adicción, lo cual los llevó a buscar el tratamiento al que ahora está sometido.

Es común que las adicciones se piensen en términos de sustancias adictivas, como el alcohol, la nicotina o drogas mucho más dañinas. Puede comprobarse, a partir de esta situación, que no es necesaria la presencia de algo material para generar la situación de dependencia propia de cualquier adicción. Internet no es el único ejemplo, pues otras obsesiones, como el juego compulsivo, producen efectos parecidos.

Todo hace pensar que las adicciones responden a mecanismos de psicología profunda marcados por desarrollos distorsionados de la personalidad, generalmente fundados en malas experiencias de los primeros tiempos de la vida, que cortan los vínculos normales del niño o el adolescente con su familia, con sus grupos de pares o con las actividades que son propias de su edad. Los mecanismos compensatorios han funcionado, en este joven, al parecer, llevándolo a reemplazar esas relaciones por una adicción cuyas consecuencias, para sí mismo o para sus familiares, son inevitablemente peligrosas.

No sería apropiado cargar las culpas a Internet del contacto desmesurado que establecen con ella algunos chicos. Como en muchas otras cosas de este mundo, se puede pasar de una relación normal a otra psicológicamente distorsionada, manejada por pulsiones que se vuelven indominables.

No todos los chicos que viven situaciones de gran interés por el mundo virtual y sus posibilidades pueden ser considerados adictos, obviamente, pero corresponde anotar que cualquier uso excesivo implica una cierta desconexión del joven del mundo real y su introducción en un universo cuya importancia y valores no se pueden desmerecer, pero que puede generar vínculos deformados. Existen muchos otros casos, parecidos pero no idénticos, que sin llegar a esos extremos pueden alejarse de una relación normal con las nuevas tecnologías para pasar a otra distorsionada.

Los padres, las escuelas y las entidades de la comunidad deben actuar ante situaciones como éstas para encontrar la mejor manera de resolver los problemas de base que están siempre, de un modo u otro, en estas conductas, cuya anormalidad es más que manifiesta. Internet es un instrumento maravilloso, pero como cualquier herramienta puede ser usada de diferentes modos, algunos muy recomendables y otros notoriamente perjudiciales.