Eduardo González (psicoterapueta, México)
Mucho se ha dicho, pero más se ha hecho (¡afortunadamente!) por la masturbación. Esa «manuela» que los adolescentes adoran y los mochos niegan (pero no dejan de practicar) es el acto, las más de las veces iniciático al conocimiento del cuerpo, los niños pequeños por ejemplo, incluyen el hecho de tocarse entre sus juegos más recurrentes.
La masturbación es un evento preparatorio, ya bien para una futura vida sexual, ya bien para toda y única práctica, si los votos de castidad (reglamentada o autoimpuesta) no disponen otra cosa.
Este acto tantas veces condenado, pero muchas más redimido, se da en y desde el cuerpo; que no sólo es «El templo del espíritu santo» sino el asentamiento de todo cuanto tenemos... y por supuesto también de los deseos. Desde Onán (en un momento les contamos de él) a la fecha se han gestado muchas leyendas en torno al autoplacer: que si las mujeres no lo hacen (tan sólo porque no escandalizan al respecto), que si nos ha salido un pelo en la palma de la mano, quienes lo hemos hecho, que si no crece quien se masturba, que si se le acaban las neuronas (¡como si la inteligencia residiera en la próstata!), etc.
Y todo lo anterior ha generado la creación de los más nefandos castigos: atarlos con sogas y cadenas, quemarles las manos con ladrillos calientes, sujetar el pene con unos bragueros o atarles campanillas, cinturones de castidad, jaulas con clavos rodeando el miembro, que lastimaban al erectarse, operaciones mutilantes y castratorias, Clitoridectomía -extirpación del clítoris- en la mujer, cauterización de la médula dorsal para desensibilizar los genitales.
Aparentemente toda esta represión ha disminuido, sin embargo, en realidad se ha trocado por un rosario de culpas y castigos divinos, que caen sobre quienes practiquen el onanismo, o por afirmaciones de la mitología popular, que afirman que masturbarse produce: pecas en la cara, pelos en la palma de las manos, acné, suicidios, crecimiento de verrugas; lleva a que se sequen los testículos, caída del clítoris (en el caso de las mujeres), o reblandecimiento del cerebro. Incluso, se han encontrado antiguos textos, en los que se afirmaba que “quien se masturba se convierte en violador, perverso, animal, prostituta, drogadicto, borracho, vagabundo, abandonado, pecador...» ¡Fíjese usted! ¡Dónde viene uno a encontrar la raíz criminalística de todos los delitos!
Pero analicemos todos estos mitos y leyendas, que no son más que distorsiones, creadas a partir de la no aceptación de la sexualidad en general y del autoplacer en particular. Como dicen: “En estos lares (entiéndase... los Altos) no se trata de ser DECENTE pero sí muy DISCRETO”. La masturbación responde a una pulsión, a una necesidad de reconocimiento corporal o de satisfacción del deseo a través de caricias en los genitales. La palabra quizás provenga del vocablo latino “manus stuprare”, algo así como cometer estupro contra uno mismo, utilizando las manos... ¡Qué cosa es la gramática!
Datos históricos:
En la Biblia no aparece una prohibición expresa sobre la práctica de la masturbación, pero sí en forma elíptica y alegórica como es el caso de la transgresión de Onán, ya que todo acto sexual no destinado a la procreación era castigado, pues el objetivo principal era el crecimiento y supervivencia del pueblo judío (“creced y multiplicaos” dice uno de los preceptos del Génesis). Pero ¿qué fue lo que pasó con ese tal Onán?
La palabra “onanismo” deriva de Onán, personaje bíblico que a la muerte de su hermano, le fue ordenado -por mandato divino- copular con la viuda. Él para no embarazarla, eyaculó fuera de la vagina de su cuñada; tras lo cual (por la pérdida de simiente y la desobediencia de la ley de Levirato), fue castigado por Yahvé. Es decir: prefirió masturbarse, a transgredir otra norma que es universal: la prohibición del incesto. De la misma manera que los sobrevivientes de Los Andes, que prefirieron comer carne humana (que está prohibido por las leyes divinas), porque de otra manera morirían de hambre.
En sociedades desarrolladas como la egipcia y la grecorromana existía –al menos entre las clases dominantes- un alto grado de liberalidad sexual: hay referencias a cultos fálicos y a masturbaciones en grupos en las fiestas, como las Saturnales romanas, que eran –como su nombre lo indica- celebradas los sábados y en honor a saturno (o el Cronos de los griegos) que es el Dios de la fertilidad de la tierra.
Para inicios del siglo XVIII, un monje inglés edita un panfleto donde profiere terroríficas advertencias contra la masturbación y la rebautiza onanismo. La pregunta es -¡Claro está!- ¿Cómo sabía tanto del tema?
Está documentado que la primera obra “médica” dirigida contra la masturbación aparece en 1710, su autor, un médico inglés llamado Becker, publicó Onania, pero la idea de que es un acto pecaminoso y contra natura, comienza a transmitirse de generación en generación.
En 1758 este delito de confesionario pasa a ser aceptado por la medicina de la época como un trastorno de salud, cuando un médico suizo llamado Tissot, llega a afirmar que la masturbación era “la más mortífera y siniestra de las prácticas sexuales”.
Tissot no sólo le atribuyó a la masturbación, ser la causa de agotamiento, nerviosismo y locura, sino que afirmaba que la pérdida de una onza de semen por vía masturbatoria era tan debilitante como la pérdida de 40 onzas de sangre. ¿Cómo hizo los cálculos...? Eso es todavía un misterio.
Para él y sus seguidores el onanismo producía además: melancolía, crisis histéricas, ceguera, impotencia, esterilidad, oligo-frenias y demencias (locura masturbatoria), cardiopatías (llegó a describir cómo es el corazón de un masturbador, ¡imagínese usted qué ilustrativo para los cardiólogos!), adelgazamiento, falta de apetito, tuberculosis y calvicie.
No es sino hasta finales del siglo XIX cuando comienza un cambio de mentalidad, porque la masturbación ya no es vista como causa, sino consecuencia de disturbios mentales. En este contexto se realiza Entre 1911 y 1912 en Viena, el Simposio Psicoanalítico sobre el onanismo. Allí Freud habla de un retorno terapéutico del onanismo y en el mismo encuentro, Wilhelm Reich plantea que «si un paciente logra su primer orgasmo, por lo menos masturbatoriamente, es un avance en camino hacia la mejoría». También sostenía que los padres intentaban suprimir la sexualidad infantil, para facilitar la sumisión de los hijos al poder de la autoridad paterna.
Análisis de las realidades
Se sabe que en algunas poblaciones indígenas de Colombia aún se acostumbra que, al llegar un invitado, sólo es aceptado como huésped si se deja estimular los genitales en forma manual por un miembro varón de la tribu.
Algunos investigadores, afirman que la eyaculación precoz es causada por la masturbación, pero no existe una relación lineal entre una y la otra. A lo sumo podría decirse que muchos son eyaculadores precoces no por masturbarse sino por masturbarse incorrectamente.
Por otro lado se sabe que muchas mujeres anaorgásmicas (que no pueden lograr un orgasmo) dicen que nunca se masturbaron, es decir: no han aprendido a reconocer por sí mismas sus propias zonas erógenas.
En el libro “Manual de Sexualidad Masculina”, de Mario V. Kaplan y Adrián Sapetti, se habla (a tono con Masters y Johnson) del empleo de la autoestimulación con fines terapéuticos, siempre y cuando el paciente lo acepte, para revertir casos de eyaculación precoz e impotencias o anaorgasmias. Por supuesto que se refieren a la autoestimulación encuadrada dentro de parámetros clónicos, de corte profesional y científico. Como las técnicas de parada-arranque, para reeducar los tiempos internos del individuo y percibir las sensaciones previas al orgasmo, en aras de prepararse para sus encuentros sexuales posteriores. En los casos de mujeres anaorgás-micas, la masturbación programada y clínicamente prescrita, representa un ejercicio preparatorio (quizás como oportunidad de lograrlo, antes de probar con su compañero).
Pero puede ocurrir también, que la masturbación responda a causas no eróticas como estados obsesivo-compulsivos o como una forma de calmar momentos de angustia. En este caso la masturbación se convierte en una manera de vivenciar, aunque efímeramente, una sensación placentera pero no suele ser eficaz para resolver ningún conflicto.
Otro sería el caso de aquellas personas que se masturban de manera excluyente y no entablan relaciones con ningún sexo. Este acto podría encubrir personalidades esquizoides, introvertidas o fóbicas que temen el contacto con los otros.
Ejemplo de ello es cuando se necesitan de actos inusuales o extravagantes para lograr la excitación, digamos: un individuo que en vez de hacerlo en su intimidad, se masturba públicamente, mirando parejas, es evidente que está cayendo en una parafilia (distorsión mental), o los exhibicionistas o voyeuristas, que se excitan, los primeros mostrando, los segundos observando lo mostrado.
Fecha de publicación: 19/11/2005