"Cuanto más sucios, más felices y sanos serán los niños". Así se sintetizan las conclusiones de algunos estudios y expertos en medicina y psicología infantil.
De acuerdo a esas investigaciones, disfrutar de la libertad de ensuciarse durante la exploración, el juego, el ejercicio físico, las tareas escolares u otras actividades cotidianas, no sólo beneficia el desarrollo físico y mental de los pequeños, sino que fortalece el sistema inmunológico.
Uno de los trabajos de investigación se efectuó en Uruguay a 400 mujeres con hijos de entre uno a 12 años de edad, a las que se preguntó si los dejaban jugar libremente sin miedo a que se ensuciaran.
Con beneplácito por parte de los expertos se obtuvo que para las madres el juego es fundamental en sus pequeños, y entienden que enmugrecerse pasa a un segundo plano si jugar contribuye al desarrollo infantil.
De acuerdo al psicólogo John Richer, director del Departamento de Psicología y Pediatría del Hospital John Radcliffe, en Oxford, Reino Unido, hay suficiente evidencia científica que demuestra que al estar en contacto con microbios y cualquier elemento patógeno de su entorno se le crean mejores defensas.
Éstos son sólo dos ejemplos de las numerosas evidencias recientes de lo que ya nos decían nuestras abuelas cuando éramos pequeños, que ensuciarse es saludable.
Pero eso sí: procurando no convertir las ropas y los suelos en un vertedero, ni traer demasiada mugre a la casa, porque después cuesta mucho trabajo limpiar, advierten los especialistas.
El estudio efectuado en Montevideo, ha mostrado que "9 de cada 10 madres no limitan el juego de sus hijos por temor a que se ensucien". De lunes a viernes los pequeños juegan con carritos o muñecas y ven televisión, pero el fin de semana prefieren correr, patinar, jugar pelota o al escondite.
Madurar jugando
Según los psiquiatras y psicólogos infantiles, "un niño que no juega, no es un niño sano".
Los “peques” necesitan vivir el caos para encontrar el orden y explorar el mundo que los rodea, un proceso en el cual no suelen quedar muy limpios, pero en el que comienzan una búsqueda que los lleva a consolidar su identidad, afirman los investigadores.
Para los estudiosos de la Asociación Internacional por el Derecho del Niño a Jugar (IPA, por sus siglas en inglés), "el juego es la actividad primordial en la infancia de todo ser humano. A través de esta actividad se desarrolla la maduración, se aprende, se vive el riesgo, se crea y se transforma la realidad".
Según los especialistas, algunas actividades lúdicas reñidas con la higiene como saltar en un charco de agua, caminar por el barro, subirse a un árbol, jugar con arena, remover la tierra para buscar insectos, descubrir “un tesoro” o deslizarse sobre el césped, fortalecen el sistema inmunológico de los pequeños, siempre que no impliquen un peligro, por supuesto.
Sostienen que además jugando se agudizan sus reflejos, mejora el aprendizaje y favorece que interactúen con sus semejantes.
Desde la cuna
El tacto le permite a un recién nacido reconocer el pecho de su madre y sentir la piel materna, lo cual mejora la inmunidad del bebé porque recibe las bacterias de su progenitora y la leche materna le aporta los anticuerpos que necesita para defenderse.
Entre los 3 y los 5 meses, el bebé se lleva las manos y pies a la boca para reconocer su cuerpo, y después utiliza los objetos más próximos.
Más tarde, el mejor lugar para que comience a gatear es el suelo, que puede estar sucio pero brinda las condiciones necesarias para que reconozca sus capacidades motrices.
Para que el niño desarrolle el apetito necesita meter sus manos en el plato de comida y ensuciarse, lo cual entra de nuevo en conflicto con la higiene pero resulta necesario para su desarrollo.
Exponerse a microbios evita ser sensible a ellosUno de los mecanismos para conseguir que el sistema de defensas del organismo pueda enfrentar los riesgos del medio ambiente, consiste en evitar todo contacto con aquello que contiene elementos patógenos y puede transmitir una enfermedad. Esto se hace por medio del asco, una emoción que hace que nos apartemos de lo que nos disgusta.
Otro medio defensivo es el sistema inmunológico, que ataca a los agentes que causan infecciones y reacciones alérgicas.
Según el experto británico John Richer, quien dirige del Departamento de Psicología y Pediatría del Hospital John Radcliffe, en Oxford, ensuciarse con tierra del suelo y estar expuesto a sus microbios permite que el sistema inmune los "conozca" sin desarrollar hipersensibilidad.
Este resultado se debe al trabajo de una células defensoras que poseemos en el cuerpo, llamadas las células T reguladoras, que sensibilizan o vuelven menos reactivo al sistema inmune.
Además, cada vez que un pequeño tiene contacto con el medio ambiente tiene sensaciones que, al ser procesadas, ayudan a que crezca su intelecto.
Pero a veces, los padres sostienen un falso concepto de lo que es la suciedad, evitando que los pequeños entren en contacto con la naturaleza, lo cual va en contra de sus necesidades naturales.
Estas ideas son igualmente sostenidas por un grupo de médicos neumonólogos, especialistas en alergias, que se han abocado a buscar una solución para los infantes que presentan reacciones dermatológicas o respiratorias o para los que tienen antecedentes alérgicos (por sus padres).
La suciedad es necesaria contra alergias y enfermedades
El ser humano crece rodeado de agentes patógenos que causan tanto enfermedades, como los gérmenes; pero también ayudan a que el sistema natural de defensa del organismo se desarrolle de forma saludable.
Asimismo, entrar en contacto con el sucio es la única forma en que los pequeños pueden concentrarse en los verdaderos objetivos del juego y el deporte: explorar, sociabilizar, aprender, concentrarse, adquirir flexibilidad e integrarse, entre otros.
El psicólogo John Richer ha reconocido que hasta hace poco reaccionaba con un rechazo ante la palabra suciedad y su mente de especialista en la salud le decía que la falta de higiene es sinónimo de enfermedades.
Explica que los seres humanos sienten una natural repulsión ante lo sucio y así se lo enseñamos a los niños. Pero “no toda la suciedad es negativa, e incluso la necesitamos”.
Sin preocupaciones
“Para conocer las cosas necesitamos tocarlas”, sostiene Richer y eso es lo que hacen los niños al aproximarse al mundo, un lugar donde hay tierra, barro, agua sucia.
Incluso existe una hipótesis científica según la cual aquellos pequeños que se relacionan con la suciedad desde temprana edad desarrollan más defensas ante las alergias y otros males.
Es más, el efecto que causa en el niño no poder ensuciarse en su exploración del mundo es mayor, ya que así “pierde el beneficio de la actividad, estará tan preocupado de no ensuciarse que no aprenderá del juego”, ha señalado el experto de la universidad de Oxford.
Dado que "nos desarrollamos en un medio ambiente sucio, necesitamos una estructura orgánica para poder enfrentarlo", ha señalado el profesor Richer.