Georgina Elustondo.
gelustondo@clarin.com
La asociación entre pobreza y marginalidad suele ser frecuente y, la mayoría de las veces, acertada. A fuerza de carencias varias, un puñado de males estalla en el seno de los hogares y barrios de la mano del hambre, el desempleo y la deserción escolar, multiplicando los problemas que refuerzan la exclusión de los ya excluidos. Sin embargo, un relevamiento de la Dirección General de Políticas de Género de la Provincia de Buenos Aires cuestiona las conclusiones rápidas y arroja una realidad distinta: 7 de cada 10 víctimas de la violencia doméstica que denunciaron agresiones en las Comisarías de la Mujer y la Familia son de nivel socioeconómico medio y alto. Y el 80% vivía en casas o en departamentos.
Los datos son los primeros que recoge este flamante organismo, creado en diciembre para coordinar el trabajo de las catorce Comisarías de la Mujer y la Familia que existen en el territorio bonaerense. "La violencia familiar es un flagelo que atraviesa a todos los sectores sociales. Es una conducta aprehendida, que aparece tanto en las villas de emergencia como en los sectores más altos", asegura la licencia Adriana Maldjian, al frente de la Dirección, y arriesga las primeras hipótesis sobre estos resultados.
"En los sectores medios y altos tienen más recursos intelectuales, socioculturales y económicos para salir del círculo de la violencia. No tienen tanta dependencia económica como en los sectores más bajos y suelen tener donde hospedarse si abandonan al agresor. En los sectores más bajos, lamentablemente, la violencia está más naturalizada. Y, además, después de la denuncia, deben volver con el golpeador porque no hay otra posibilidad", explica.
La Dirección procesó 1.232 denuncias, realizadas entre abril y agosto de este año. El 85% de los denunciados fueron varones, y el 84% de las víctimas, mujeres mayores. El hecho de que el 69% de las víctimas se concentre en los niveles socioeconómicos medio y alto, y que 8 de cada 10 no vivan en villas de emergencia sino en casas y departamentos, alumbra realidades poco difundidas del complejo flagelo de la violencia doméstica.
"Antes, en los sectores acomodados el problema se tapaba más. No era frecuente que se animaran a hacer la denuncia, porque pueden resolver el tema con un divorcio. O se van de la casa y listo. Pero, claramente, el hecho de que haya tantas denuncias de estos sectores sociales revela que las Comisarías de la Mujer están siendo consideradas un espacio legitimado para buscar ayuda. Y, también, que la mujer y la sociedad toleran cada vez menos los episodios de violencia. Hay más conciencia", subraya Manuel Noya, director de Coordinación y Programación. "La actitud de la mujer respecto a la violencia está estrictamente asociada a su nivel educativo", sentencia.
Algunas Comisarías de la Mujer funcionan desde hace más de una década, y otras —como la de La Matanza— han sido inauguradas hace apenas semanas. A diferencia de las comisarías comunes, sólo se ocupan de dos problemáticas: violencia doméstica y abuso sexual. "No reciben denuncias de otros delitos. Son un espacio pensado para contener y ayudar a las víctimas del maltrato y/o abuso. Como hubo quejas sobre el funcionamiento de algunas comisarías, capacitamos al personal y removimos a los que no cumplían su trabajo como corresponde. Quienes no sean bien atendidas pueden llamar a la Dirección", ofrece Maldjian.
El 70% del personal de estas comisarías es femenino, y en todas hay un equipo interdisciplinario a disposición de las víctimas. "Hay abogados, psicólogos y asistentes sociales. Y algunas ya tienen grupos de autoayuda (conducidos por profesionales) de mujeres golpeadas y de hombres golpeadores)", cuenta Noya.
"Las mujeres vienen con un estrés inmenso, con mucha angustia y desesperación. Sienten que venir a la comisaría es un recurso extremo; no es una decisión fácil porque en general denuncian a un ser querido, a alguien de la familia o al padre de sus hijos. Sabemos que debemos dar en ese momento toda la contención y el apoyo, porque llegan con mucho miedo y es probable que no vuelvan más si no reciben una respuesta que las tranquilice y las ayude a enfrentar el tema", comenta la comisaria Silvia Luján, de la localidad de San Martín.
Cuenta la comisaria que la víctima no siempre se acerca para denunciar: "A veces quiere consultar, recibir asesoramiento o pide hablar con un psicólogo. En casos de lesiones leves las orientamos y contenemos, pero cuando hay lesiones graves o amenaza de muerte les explicamos que en el aguantar y el soportar no van a encontrar respuesta. Y si no hacen la denuncia a veces actuamos de oficio", advierte.
Los expertos estiman que sólo una de cada cuatro víctimas hace la denuncia. "Son muchos los temores que deben ser removidos para que una persona se anime a pedir ayuda. Pero hay cada vez más conciencia. Notamos más denuncias en los sectores medios, y lamentamos que las personas de bajos recursos sólo se acerquen cuando el problema ya es grave y no se puede trabajar en la prevención", dice Luján. Con siete años de experiencia en el "rubro", reconoce que la tarea de las Comisarías de la Mujer recién ahora se está profesionalizando: "Antes no se le daba mucha bolilla al tema. Ni siquiera la sociedad le daba importancia. Hoy, venir a la Comisaría de la Mujer no es para nada frustrante", asegura.
Y Maldjian insiste con la necesidad de un mensaje claro a las víctimas: "No están solas. Pueden pedirnos ayuda. Las Comisarías de la Mujer son un lugar seguro para hacerlo. No se encierren en su sufrimiento y su impotencia. Podemos ayudarlas. Dennos esa oportunidad".